La normalidad es la cualidad de lo que se adapta y responde a una norma. Ésta es una regla libremente asumida por una comunidad -comunidad que, por otra parte, se instaura gracias al enunciado y aceptación de la norma. Antes, reina la "ley de la selva", que es lo contrario a la ley.
Norma, en las lenguas latinas -o marcadas por el latín, como una parte del inglés-, deriva, precisamente de la palabra latina norma. Ésta no es la ley, pero sí lo que permite "ordenar" un espacio (de convivencia): norma, en latín, es la escuadra. Una cosa normal es una cosa cuyo contorno ha sido delimitado "a escuadra". Con la escuadra se puede, por ejemplo, parcelar el territorio de manera "justa": asignando a cada miembro de una comunidad un mismo lote, de manera que el posible conflicto causado por un reparto se desactive. La escuadra "lima" las diferencias y evita, con las líneas rectas, la confusión, la indefinición. Uno sabe, tras una parcelación, dónde se encuentra, fuera o dentro.
El latín norma deriva del griego nomos. Esta palabra se traduce, precisamente por parcela. Un nomos es un espacio acotado. Éste es el fruto de una intervención en el territorio, y de un reparto -aceptado. El espacio ha sido partido y compartido. Cada miembro recibe una parte justa. A partir de entonces, puede usar lo que le ha tocado como guste, como de costumbre. Nomos, entonces, designa la costumbre, las buenas costumbres (no existen malas, en verdad), que permiten vivir sin conflictos internos y externos. La opinión general (que se decía nomos) acepta el reparto acostumbrado. La costumbre hace las veces d la ley, tiene la fuerza de la ley, es la ley. Dicta y dictamina lo que cada uno puede hacer y dónde operar. Las líneas de reparto -de tierras y de tareas- evitan los enfrentamientos. Todo el mundo sabe cual es su lugar.
Nomos rehuye los cambios. Se asienta sobre la repetición: permite saber qué hacer, cómo comportarse en todo momento. Nomos regula la vida en la tierra.
Es por eso que la expresión nueva normalidad es un oximorón. La novedad implica cambios. El orden, bien asentado, debe cesar, ser trastocado. Las costumbres son percibidas como barreras que se tienen que sortear o derribar. Las líneas que la norma traza ya no contienen nada. Son desbordadas. Con la novedad, el orden se trastoca, se vuelve desorden. Se vuelva a un estado de indefinición -otro oximorón pues lo que está tiene una forma perdurable-. Las líneas se confunden. La mezcla se instaura. Se pierde el rumbo. Nada está claro. Cada uno opera entonces cómo quiere, como puede. El conflicto de intereses está servido.
No existe una nueva normalidad. La normalidad no es novedosa, sino antigua; no es un corte en el tiempo sino la prolongación en el tiempo de maneras de hacer, pensar y estar libremente asumidas, como si fueran "naturales" y no artificiosas.
La expresión nueva normalidad, en verdad, pretende ahuyentar el miedo que provoca la pérdida de las normas, la pérdida, en general, haciendo ver que lo peor ha pasado, o que no ha pasado nada.
Pero si nada ha pasado, la normalidad no es nueva. La norma no casa con la novedad -que siempre inquieta. Lo nuevo, en todo caso, el la pérdida de la normalidad, no su ganancia.
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