viernes, 18 de febrero de 2022

LATIF AL-ANI (1932-2021): BAGDAD, UN LUGAR MODERNO (1954-1979) (LA VIRREINA, BARCELONA, 6 DE ABRIL - 6 DE JULIO DE 2022)



PRÓXIMA EXPOSICIÓN 

Inauguración: 6 de abril de 2022
Lugar: La Virreina. Centre de la Imatge, Barcelona
Dirección de la Virreina: Valentí Roma
Dirección de la exposición: Pedro Azara
Coordinación: Ana Jiménez
Diseño del montaje: Pedro Azara & Tiziano Schürch
Diseño gráfico: Luz de la Mora
Textos: Mona Damluji & Pedro Azara
Prestadores: Arab Image Foundation (Beirut), Pedro Martínez-Avial  
Agradecimientos: Nuria Medina (Casa Árabe), Ghada Siliq (Baghdad University)


Las imágenes de Latif al Ani forman parte de una defensa y una ilustración de la cultura iraquí -en toda su diversidad y complejidad- que hoy resuenan con crueldad: las antigüedades mesopotámicas y las viviendas tradicionales, el bullicio de los mercados y los pasatiempos urbanos….”
(Catherine David, 2016)

 

En la doble liberación de Iraq del poder colonial y del yunque de la religión, tras la Segunda Guerra Mundial, el fotógrafo al Ani, uno de los primeros en Iraq, jugó un papel decisivo, retratando los rápidos cambios urbanos y sociales, que Saddam Hussein y el bombardeo de Bagdad en 2003 hicieron callar definitivamente.


LATIF AL-ANI: BAGDAD (1932-2021), “UN LUGAR MODERNO” (1950-1965)

Pedro Azara (UPC-ETSAB)

 























I.- (RE)DESCUBRIMIENTO DE LATIF AL-ANI

Los fotógrafos Yto Barradas (una artista marroquí contemporánea) y Latif Al-Ani, de Iraq, se encontraron en 2000 en Bagdad con motivo de una investigación que Barradas, entusiasta de la obra de al Ani, estaba llevando a cabo. Latif Al-Ani, célebre entre los años cincuenta y setenta del siglo pasado, tano en Oriente como en Occidente, había caído en el olvido. Hacía treinta años que no podía tomar ninguna fotografía siguiendo los criterios con los que había operado hasta 1979. Gracias a la mediación de Barradas, la Arab Image Foundation, ubicada en Beirut -y milagrosamente preservada de la reciente destrucción de la capital libanesa-, uno de los archivos fotográficos del Próximo Oriente más importantes dedicado a preservar imágenes, anónimas o de estudio, que documenten, vida, costumbres y creencias -más que monumentos-, adquirió unas dos mil fotografías que Latif Al-Ani había ido identificando y clasificando desde finales de los años setenta, encerrado en su estudio. Mas, se trataba de una parte tan solo del acervo fotográfico de Latif Al-Ani. En efecto, una gran parte de su trabajo se hallaba en los archivos del Departamento fotográfico, que Latif Al-Ani había creado y dirigido en el Ministerio de Cultura (antiguo Ministerio de la Información, en inglés Ministry of Guidance), donde había trabajado. 

Destruction of archives incites a collective amnesia, an eradication of memory by means of erasing its documentary and historical apparatus, consigning it to the flames. Because of the destruction of documents and the record of the history of kinship and ties to place that all the peoples and religions of Iraq have, those who wish to incite ethnic hatred and religious intolerance can rewrite history as they please. When documents are confiscated by foreign powers the result is similar; without them there can be no reconciliation for Iraq, and there can be no peace.”, escribió la historiadora y asirióloga norteamericana-iraquí Zainab Bahrani (Document, 2013) 

En abril 2003, apenas pasadas tres horas del ultimátum lanzado por la Coalición Internacional contra el gobierno iraquí, la ciudad de Bagdad fue severamente bombardeada. Edificios públicos -administrativos y políticos- e infraestructuras fueron los objetivos preferentes. Los archivos nacionales, documentales, fotográficos y fílmicos, así como la biblioteca nacional y el Museo Nacional de Iraq, fueron destruidos o saqueados. Todas las fotografías y los negativos de Latif Al-Ani desaparecieron. El conocimiento y el reconocimiento de su obra ha quedado severamente amputado y distorsionado sin posibilidad alguna de restauración. Solo una exposición antológica de las fotografías salvadas en el archivo beirutí, en la Bienal de arte de Venecia, en 2015, organizada por la fundación anglo-iraquí Ruya y su directora Tamara Chalabi, que deslumbró, el premio al mejor libro de fotografía que las Rencontres Photographiques de Arles (Francia) concedieron dos años después, y unas pocas muestras recientes en los Emiratos Árabes Unidos y en Londres, han permitido que el nombre y la obra de Latif Al-Ani, vuelvan a la memoria. Sus últimas exposiciones internacionales se remontaban a cincuenta años antes, en el Berlín este, donde viajó, invitado por el gobernó de la Alemania Democrática, para participar en la cuarta organización del festival de Berlín de 1965. La única obra de Latif Al-Ani, unánimemente conocida y apreciada en Iraq era y sigue siendo la imagen de una campesina sonriente con un hatillo de trigo en los brazos, grabada en un billete de veinticinco mil dinares (unos quince euros) -aún de curso legal, aunque impresas tras la caída del presidente Saddam Hussein-, basada en una fotografía de Latif Al-Ani, de la que pocos recuerdan el origen y el autor.

 

II.- LATIF AL-ANI EN BAGDAD

La calle de al-Mutanabbi, en el centro otomano (o centro histórico) de Bagdad, saltó por los aires en un ataque suicida en 2007. La reconstrucción se emprendió a poco para tratar de borrar las huellas de uno de los atentados más sangrientos de la historia reciente en Iraq, dirigido contra la calle o callejuela peatonal más animada de la capital iraquí. La calle bordea un café histórico, centenario, milagrosamente preservado, el café Shahbandar, en la esquina con la calle principal de Al Rasheed que fue, entre los años veinte y setenta del siglo pasado, la arteria comercial y residencial más elegante de Bagdad. La calle de al-Mutanabbi acoge, bajo unos soportales detrás de los cuales se halla uno de los grandes bazares de Bagdad, un gran número de libros de viejo, expuestos al aire libre en largos mostradores de madera. Los puestos pueden competir con ventaja con los del Mercado de San Antonio de Barcelona, de las calles ribereñas del Sena en Paris, y de la calle con mayor número de librerías del mundo, la calle de Enghelab en Teherán en Irán. Fue en un taller de un viejo fotógrafo judío, precisamente ubicado en esta calle, donde Latif Al-Ani aprendió los rudimentos de la fotografía en 1947, cuando Iraq apenas había obtenido la total independencia del poder colonial británico -salvo por la omnipresente presencia de petroleras británicas, francesas y holandesas, nacionalizadas en 1971-, en un país islámico en el que la fotografía aún no era habitual.  Es en este mercado de libros y revistas antiguos, rehabilitado y fuertemente vigilado por el ejército que patrulla, donde, aún hoy, se pueden aún encontrar ejemplares de la desaparecido revista Ahl al-Naft (Personas del Petróleo), publicada por la Iraq Petroleum Company (IPC) entre 1951 y 1958, que incluía fotografías sobre la industrialización del país -puentes, presas, chimeneas, oleoductos- que Latif Al-Ani realizaba por encargo de la IPC, así como de la revista New Iraq, del por el aquel entonces Ministerio de Información, que Latif Al-Ani dirigía.  

Salvo por el anteriormente citado viaje al Berlín este, invitado por el gobierno de la Alemania Democrática, en 1965, un desplazamiento a Washington, Los Ángeles y San Francisco, para asistir a las inauguraciones de una exposición itinerante suya (Faces and Facets of iraq) en 1963, seguida, el año siguiente, de otra muestra itinerante, titulada American Life, por diversas ciudades del Próximo Oriente y del norte de África (Latif Al-Ani viajó a Jordania, Líbano y Egipto), y el seguimiento de una delegación oficial iraquí en Teherán, retratada en color -las fotos oficiales de acontecimientos políticos fueron tomadas en color, mientras que las imágenes más personales, por encargo o no, se realizaron en blanco y negro-, la mayoría de las fotografías de Latif Al-Ani, al menos las que se conservan, se refieren a Iraq en los años 50 y principios de los 60 del siglo pasado, principalmente. Bagdad es el tema preferente, pero también se encuentras imágenes tomadas tanto en el Kurdistán iraquí, en norte de Iraq, como en las marismas del sur.

Se trata de un Bagdad donde cohabitan sin mezclarse dos mundos distintos. Por un lado, los recluidos barrios norteños tradicionales de Adhimiyya y Khadimiyya exclusivamente para sunitas y chiitas respectivamente; barrios a lado y lado del río Tigris, confesionales, donde impera la ley del imán, en los que el velo negro hasta los pies es obligatorio para las mujeres y los hombres portan largas túnicas y turbantes, y en los que la municipalidad de Bagdad no tiene poder alguno. Barrios vetados a quienes no pertenecen a una determinada confesión, organizados alrededor de santuarios centenarios asaetados de minaretes, delimitados por un muro continuo, a los que acuden cada mes millones de fieles en peregrinaje, rodeados de casas de madera otomanas de gran altura que delimitan estrechas callejuelas. Y, por otro lado, se hallan los nuevos barrios, urbanizados y construidos en los años cincuenta del siglo pasado, por encargo del Ministerio de Planificación Urbana, principalmente por el arquitecto griego Constantinos Doxiadis, en cuyo taller de Atenas trabajaban unas quinientas personas en proyectos por todo el Próximo Oriente: un reguero de barrios levantados en medio de la nada, construcciones cúbicas y relucientes, todas iguales, dispuestas en batería, formando filas interminables que alcanzan el horizonte, bordeando amplias avenidas sin sombra, que destacaban en medio de un paisaje desolado -pero no maculado por la actividad humana-, aun no urbanizado: un símbolo de urbanidad, de benéfica intervención humana, una muestra de un nuevo orden, muy lejos de la tortuosa y torturada trama urbana de los barrios tradicionales otomanos en los que la claridad apenas se infiltra. 

El interés de Latif Al-Ani por la arquitectura moderna se conjugaba con el de yacimientos arqueológicos, como Babilonia y Ctesifonte, al sur y al norte de Iraq, tal como los turistas los veían. En tanto que fotógrafo de la Iraq Petroleum Company (IPC), del Departamento de Fotografía del Ministerio de Planificación y de la agencia de noticias Iraqi News, Latif Al-Ani no podía sino divulgar una imagen luminosa de Iraq, un país volcado hacia el futuro, alejándose del inmovilismo en el que el imperio otomano había mantenido sus provincias árabes y abrazando una rápida industrialización: la electrificación del país, la construcción de pantanas para el regadío, la red de comunicaciones ferroviarias, terrestres y aéreas y las instalaciones para extraer y distribuir el “oro negro”. Los beneficios económicos se destinaron a cambiar la imagen de la capital, dotándola de nuevos barrios (a imagen del urbanismo que había defendido el racionalismo europeo) y de nuevos espacios públicos (plazas, rotondas y jardines -mal adaptados al clima-, una imagen de modernidad, acrecentada por la presencia de monumentos abstractos o informalistas), y de equipamientos hasta entonces inexistentes en una ciudad adormecida (escuelas, hospitales, la primera universidad del país). La luminosa fotografía de espaldas de una mujer joven, vestida según los cánones imperantes en las sociedades urbanizadas de principios de los años sesenta, avanzando -más que decidida, con cierta indiferencia o displicencia, como si el encuentro fuera inevitable-, hacia el amplio pórtico que constituye el Monumento a la Libertad (Nasb al-Hurriyah), que el arquitecto Rifat Chadirji y el escultor Jewad Seleem crearon, en la célebre plaza Tahrir -inspirado en las trágicas figuras que Picasso pintara en el cuadro Guernica y en relieves mesopotámicos-, por orden del general golpista Abd al-Karim Qasim -llegado al poder tras ejecutar a la familia real y abolir la monarquía en 1958-, es todo un ejemplo de la imagen de Bagdad que Latif Al-Ani quiso transmitir. Una imagen menos clara de lo que parece, sin embargo: el agudo contraste entre la estilizada elegancia de la mujer, con un vestido corto y sin mangas, de una tela vaporosa y floreada, portando un bolso de mano, y las expresionistas figuras negras del relieve de bronce, aplacadas sobre la pesada jácena de hormigón elevada sobre dos machones laterales, que se retuercen de manera agresiva, imponentes y violentas, sugiere claros y sombras en el nuevo Iraq que los poderes públicos promueven.

Sin duda, Latif Al-Ani no retrató las misérrimas condiciones de vida de los emigrantes del sur del país, en el cinturón de chabolas en la periferia de Bagdad. Sus imágenes sobre las condiciones de vida en las marismas sureñas, por el contrario, destilan el lento tránsito del tiempo sin cambios apenas, y algunas fotografías, gracias a los aviones de la Iraq Petroleum Company,  son vistas aéreas que muestran conjuntos urbanizados armoniosos, evitando los detalles que desentonan, la miseria que se inmiscuye en una imagen que quiere ser luminosa, de un nuevo país, de un país nuevo; unas vistas que se alejan, quizá intencionadamente, que sobrevuelan la realidad, mostrando la vida desde las alturas.

 

III.- ARQUEOLOGÍA Y ARQUITECTURA, TRADICIÓN Y MODERNIDAD

Pero muchas de las fotos de Latif Al-Ani que bajan a la realidad cotidiana encuadran insólitos encuentros. Figuras que no casan con el entorno, entornos que no están preparados o dispuestos para las personas que se interponen. Latif Al-Ani se fija en encuentros imposibles pero que, sin embargo, no producen rechazos sino irónicos desencuentros. Las películas neorrealistas y de la Nouvelle Vague parecen haber conformado su mirada. La fotografía de un rebaño de ovejas, que avanza por una carretera, quizá recién asfaltada, y se aparta apresuradamente hacia la cuneta al paso de una elegante mujer, traslada el espectador del siglo XX a un pasado sin fecha. Algunos yacimientos arqueológicos monumentales hacen las veces de telón de fondo para acaudalados turistas extranjeros, directamente trasplantados de una película cómica. Elegantemente vestidos para una estación de veraneo mediterráneo, pero no para el desierto, con gafas de sol, pelo rubio artificialmente rizado, zapatos puntiagudos de tacón, trajes impolutos y vestidos cortos sin mangas con faldas acampanadas y la cintura muy marcada, posan ante las ruinas sin mirarlas, junto a “autóctonos” con túnicas y turbantes, en una escena en el que la extrañeza se conjuga con lo incongruente. 

Latif al Ani parece recurrir a un procedimiento compositivo propio del collage.: figuras que bien podrían haber sido recortadas y transferidas a fondos con los que desentonan, produciéndose no rechazos sino insólitas asociaciones de ideas, tras las cuales la contemplación independiente de fondos y figuras ya no es posible. Ambos se encuentran indisolublemente atados, adquiriendo un aspecto inesperado, entre lo vagamente ridículo, lo forzado y lo inevitable.  La fotografía, bien iluminada, tomada desde un punto de vista muy bajo, ligeramente de lado, de una mujer, de melena negra, gafas de sol, traje chaqueta blanco y corto, zapatos de tacón también blancos y bolso a tono, posando tranquilamente contra la alta muralla original de adobe, animada por relieves de monstruos diseminados por el muro, de la vía procesional de Babilonia, contrastando con las siluetas negras y planas, a contraluz, que la filman, denota el soterrado humor de Latif Al-Ani. Cierta ridiculez se desprende de la aureola de monstruos esculpidos que rodean la mujer que no da importancia a la majestuosidad de la muralla y el mágico peligro que encierran las figuras esculpidas, como si la modernidad que embarga a la mujer y a quienes la filman dieran literalmente la espalda al mundo antiguo -un trofeo, más que un bien aún vital-. Esta fotografía desvela la pérdida de “aura” de las imágenes de la antigüedad, que tenían como finalidad proteger a quienes se acogían bajo o detrás de ellas, convertidas, a mitad del siglo XX, en meros escenarios turísticos a los que ni siquiera se les presta demasiada atención.

Una mujer, vestida con ropa ceñida y los inevitables zapatos puntiagudos de tacón, se cubre la cabeza con un pañuelo anudado bajo en mentón que le vela el rostro, y parece perdida o descolocada no lejos de las ruinas del palacio de Ctesifonte que despuntan a lo lejos. Quizá sea esta la compleja impresión que Latif al Ani retrata o suscita: la incomodidad entre la tradición y la modernidad, la dificultad de ésta para adaptarse a un entorno al que se acerca pero que no entiende, y la resistencia del tiempo inmemorial ante los cambios rápidos que los días y las horas aportan. No son las únicas figuras que posan contra un muro. También una niña aguarda de pie ante una fachada de adobe, seguramente en un barrio de viejo cuño, pero un hueco desmesurado, un agujero negro, que se abre a un lado, parece a punto de engullirla, en una imagen de película de serie negra, sin que quede claro si las formas tradicionales son una amenaza o están condenadas a desaparecer, pero desde luego constituyen una piedra en el zapato de la modernidad que no las tiene en cuenta, que alertan, advierten y molestan. Por el contrario, como se descubre en la fotografía de una tetera tradicional, en primer término, la curvatura de cuyo largo pico resuena, recuerda y armoniza con la vuelta del arco de las ruinas del palacio de Ctesifonte que despuntan en el último plano, la tradición y la antigüedad se conjugan, dibujando un paisaje del que la modernidad, la industrialización y el turismo se alejan, considerándolas como curiosidades dignas de ser contempladas, en días festivos, sin verdadera incidencia en la nueva vida profana moderna que se busca y se impone -salvo como un motivo decorativo impreso en una cajetilla de tabaco, o en bibelots turísticos. Una imagen reveladora que iguala tradición y arqueología, el pasado y la antigüedad, desprendidas de la modernidad.

 

IV.- CONCLUSIÓN: LATIF AL ANI, HOY

Las fotos de Latif Al-Ani se “leen” hoy, sin duda, de manera muy distinta a cómo debían apreciarse en su momento. Anunciaban un nuevo mundo, que topaba sin violencia, pero con extrañeza, con formas de vida “tradicionales”. En 2022, la modernidad que muestran y alientan es cosa del pasado, casi tan incomprensible o inverosímil como las murallas de Babilonia: un mundo desaparecido por los golpes de estado, las guerras, las invasiones y los mortíferos atentados que busca detener y retroceder las manecillas del tiempo. Durante unos pocos años, durante los que Latif Al-Ani pudo trabajar, la modernidad y el pasado se miraron, sin mezclarse, pero sin enfrentarse; dos mundos distintos y distantes que se observaban, a veces con indulgencia o con humor. Una manera de mirar que Latif Al- Ani creó o captó, y que hoy suscita nostalgia e incredulidad, sabiendo que esta mirada se ha cerrado para siempre, como Latif Al-Ani bien observó, desalentado y en silencio en los últimos años de su vida, en un Bagdad asolado por la guerra y la violencia. Una lección y una advertencia a la que deberíamos prestar atención, ante unas hermosas fotografías de una actitud ante el mundo (que quizá solo existió en el objetivo del fotógrafo).  

 

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