La separación de la ciudad, paradójicamente, mide y expresa
cuanto estamos atado a ella, la íntima unión que nos define. El cambio de casa
y de ciudad requiere una mudanza. Mudar, en latín (mutare), significa cambiar (e intercambiar). La mudanza conlleva el
abandono de un lugar en beneficio de otro, en el que emprenderemos una nueva
vida, un desplazamiento (mutare es
también desplazar), un cambio de plaza (plaza, plateia, en griego, significa anchura; una plaza, en verdad es una
avenida, un canal de comunicación, gracias al cual volvemos a establecer
contactos, contactamos de nuevo con el entorno y con los demás, volvemos a la
vida, pues, tras el periodo de desconexión, que implica no estar en ningún
sitio y, por tanto, no existir, habiendo desaparecido, durante la mudanza,
podemos insertarnos en la comunidad, el “tejido social” que da “sentido” a
nuestro estar en el mundo). La relación con el espacio personal se percibe bien
en el verbo francés déménager, que se
traduce por mudarse. Un déménagement,
literalmente, es el abandono de un ménage
-que se podría traducir por hogar (literalmente, morada), si la palabra
española evocara no solo la estructura arquitectónica, y la calidad, sino
también la gestión y el cuidado del lugar- en favor de otro. Una mudanza es un
tránsito, de una muda -una piel-a otra. La piel nos envuelve, pero no nos
esconde; antes bien, es lo que nos expone a los demás. Se trata de la
superficie que mostramos, y que reacciona con el contacto con los demás. La
piel es un sensor que registra nuestra interacción con el entorno. El
despellejamiento deja la carne al rojo vivo, expuesta a todos los males; se
trata de una tortura particularmente cruel, un modo de ensañarse con un
condenado a muerte, una ejecución horrísona. Sin piel, no podemos vivir, no
somos nada -o nadie. La muda nos abre a la vida, aunque el cambio puede ser
doloroso. Durante la mudanza no existimos. No tenemos un sitio fijo; estamos en
tránsito; hasta la llegada a la casa o la ciudad nueva, nadie nos puede
contactar. Solo con una muda nueva, renacemos. Somos (como) nuevos seres. Estamos
y existimos donde antes no éramos. Hemos
abandonado un lugar, como si hubiéramos muerto para éste, y reaparecemos donde
antes entonces nadie nos esperaba, como unos recién nacidos. Nos demoramos, nos
asentamos, sabemos de nuevo dónde estamos, quiénes somos.
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