lunes, 9 de enero de 2023

AMÉRICA (Maurizio Cattelan)

 




No hubiera hecho falta que la hubieran robado -fuere quién fuere quien la hizo desaparecer- para convertirse un una obra célebre: América -tal es el título de la escultura que artista italiano Maurizio Cattelan ideó en 2016- consistía en un inodoro de oro (la asonancia no es voluntaria) expuesto en un baño y conectado a la red de alcantarilla, que solo se podía contemplar si se accedía al lavabo. La cola ante los sanitarios de la planta baja del Museo Guggenheim de Nueva York así atestiguaban del éxito de público de esta obra.

La relación que se establecía con Fuente, de Marcel Duchamp, casi un siglo antes, consistente en un urinario industrial expuesto en una peana, era irresistible, inevitable.

No era la primera vez que se daban sanitarios de oro -amén de los que puedan existir en los palacios saudís. Los primeros datan del siglo XVI. Existieron sólo literariamente. Eran los que los artesanos de Utopía, descrita por el humanista Tomás Moro, fabricaban, para burlarse del culto al este metal que se practicaba en las cortes y ciudades ancladas en lugares determinados -y no flotando en ningún lugar, como la soñada Utopía.

Tomas Moro ideó este país ideal, donde el oro no daba lugar a culto alguno, inspirado por el reciente descubrimiento de América.

Maurizio Cattelan es un artista que conoce a los clásicos. América, el susodicho mingitorio de oro de veinticuatro quilates, es un guiño acertado al País de Nunca Jamás donde nunca se dieron colas para admirar un útil inútil labrado con un metal por el que la humanidad se ha matado y se mata.

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