Fotos: Tocho, abril de 2023
Los frescos hallados en Pompeya, de diversos tamaños, con motivos que van del género del bodegón y del capricho arquitectónico a la mitología griega, dados el número de imágenes y el buen estado de conservación, hoy en diversos museos del mundo occidental, en especial en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, se consideran el modelo de la pintura Romana.
Pero, los mejores frescos, también si estado de conservación, su diversidad temática y por su cualidad pictórica -libres del esforzado trazo Pompeyano-, proceden del ámbito patricio e imperial de Roma -Pompeya sra una ciudad provinciana, en cambio- y se encuentran casi todos en el Museo Nacional Romano.
Varios resuenan irremediable pero sin duda casualmente, en el arte de pintores modernos. Los frescos de un jardín de la casa de Livia, los mayores frescos romanos conservados, son también una de las mayores obras de la historia, y no dejan de reflejarse en las nenúfares de Monet; tal composición fantasiosa parece anticiparse a cuadros surrealistas de Dora Carrington, y una figura voladora anuncia, con mucha más gracia y ligereza, un personaje ingrávido de Chagall. Redon tampoco está lejos.
La técnica “impresionista”, el vacío apenas poblado de seres silueteados, que Miró y Klee persiguieron, y las texturas materiales de los fondos monocromos, sitúan a estos frescos entre las mejores obras de la historia occidental, cuya contemplación exige una detenida observación para ir desvelando un mundo de pequeñas finuras desencadenadas que bogan y vagan por espacios ilimitados.
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