Enfermedad se dice en catalán malaltia, maladie, en francés.
Estas dos palabras, en francés y en catalán tienen un mismo origen. Derivan de una expresión latina medieval: male habitus.
Una enfermedad es un mal hábito. ¿Qué significa? Un mal hábito es una mala costumbre, que atenta contra el cuerpo y no atiende a sus ritmos. Un sin vivir. O un mal vivir.
Un mal hábito, efectivamente, es un mal habitar. Puesto que habitar nos define como seres, ya que no podemos sino habitar o estar en el mundo, un estar que requiere que nos habituemos al mundo y lo habilitemos para poder estar o permanecer, y no desaparecer al momento como almas en pena, habitar mal nos impide estar, no solo estar cómodos, bien, bien con nosotros y con el mundo, sino tan solo estar o perdurar.
Una enfermedad nos separa de nosotros mismos y de los demás. Nos encoge, nos encierra. Le enfermedad provoca dolor, y éste nos lleva a encogernos, plegados por la dolencia, como si quisiéramos protegernos de su ataque. La enfermedad nos aísla. Los asilos segregan; nos impiden estar con los demás, y a buenas con nosotros.
Un mal habitar nos daña. Nos impide ser lo que querríamos ser. Impide que podamos aspirar a ser. La enfermedad nos coarta, nos corta, nos barre. Abre la puerta para que desaparezcamos.
Habitar bien, habitar a gusto conlleva a expandirse, a abrirse, a poder relacionarse. Nos abre los ojos. Podemos ver el mundo y vernos en el mundo, con los demás. Nos invita a vivir en comunidad y, antes, a fundar una comodidad, que genera bienestar.
La enfermedad, obviamente, nos causa malestar. Estamos mal con nosotros mismos y con los demás. No queremos saber nada de nadie. No queremos oír nada, que nos hablen. Nos cerramos en banda. La enfermedad nos habita, impidiéndonos habitar, es de ir, estar a buenas con el mundo.
Malestar, en francés, malaise; una “aise” mala, dañina o dañada. Aise es comodidad. Prendre ses aises, es ponerse cómodo. Dejar de estar tensos, bajar la guardia. Confiar en el sitio y en los demás. Abrirnos a los demás.
Un malaise es una sensación de incomodidad; no nos sentimos bien donde estamos y con quien estamos. ¿Por qué? Aise, en francés, viene del latín adjacens. Lo adyacente es lo que tenemos a mano, lo que yace al lado nuestro, con nosotros. Es lo cercano, lo conocido, lo que forma parte de nuestra vida. El malaise nos aleja del mundo. De pronto éste nos aparece lejano, es decir, extraño. Ya no lo reconocimos. Ya sentimos que no formamos parte de él. No sabemos qué es y qué nos deparará. Tenemos que cerrarnos en banda, defendernos de un mundo que se nos ha vuelto hostil. Cortamos puentes, canales de comunicación. La apertura al mundo, digno de que estamos bien con él, ha concluido. Estamos aislados, solos.
¿Acaso la arquitectura, la ciudad, hoy, serían la causa de nuestros males, de nuestra imposibilidad de estar a gusto en el mundo?
PS: guerra, guerre, war son palabras que derivan todas del germánico -con la amenazante sonido del redoble de la erre, o ese inquietante ulular que la suma de la vocal u y la erre final alimentar y alertan- que significa desorden.
El desorden nos trastoca, nos desorienta. Perdemos las referencias. Ya no sabemos dónde estamos. Porque ya no estamos en ningún sitio. El mundo que habitábamos ha desaparecido. Ya nada nos ata a la tierra, puesto que ésta ya no es nuestra tierra, la tierra que hemos hecho nuestra, con la que hemos confraternizado. La guerra destruye el mundo para que nos sintamos perdidos, perdidos los ligámenes con el mundo. Por eso las guerra busca aniquilar espacios civiles, reducir el hábitat a la nada. Aniquilados estos, la población civil ya no puede habitar el mundo. Solo le queda desaparecer.