La obra maestra del cine de terror, del director de cine francés Georges Franju, conocido por sus documentales sobre arquitectura (véanse entradas sucesivas en los próximos días) -la casa del cirujano es un elemento protagonista de esta historia-, reveladora de la relación entre rostro y máscara, que los griegos ya postularon. El rostro -o la máscara-, como imagen prototípica, reveladora a la vez que capaz de ocultar lo que recubre (y exhibe o, mejor dicho, distorsiona).
La película es dura. Pero es el mejor tratado sobre el retrato, origen del arte como medio para interpretar , recrear (y suplantar) la creación de vida.
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