Piscinas sin gran encanto, construidas en serie, según modelos establecidos. Son de tamaño medio, rectas o arriñonadas, sin “personalidad”. Ubicadas, encajonadas en parcelas pequeñas, casi patios traseros, de casas familiares suburbiales norteamericanas, presentan aguas no siempre transparentes. Casi que se diría que estas piscinas están (o han sido) abandonadas.
Evocan un final de verano, una atmósfera triste pese al sol, el césped y la propia piscina, el sueño húmedo de todos los que vivimos en ciudad.
Es como si Ruscha revelara la grisura de un romo sueño de ocio; una aspiración mediocre que trata de remedar la vida de indolencia de la clase aristocrática. Piscinas que son espejos de nuestras posibilidades y ambiciones.
Una excelente manera de empezar el estío.
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