Érase una diosa, llamada Uttu, hija del dios de la arquitectura, Enki, y una de sus esposas, diosa de las montañas altas como los más enhiestos zigurats, Ninhursag.
En el tiempo de los dioses, las hijas se convertían en esposas de sus padres. Así es que Enki sedujo a su hija Uttu y se unió a ella, pese a las advertencias de Ninhursag. La abandonó de inmediato.
Ninhursag logró que Uttu abortara.
Pero Enki, como un ogro, devoró a sus hijos no natos. Como todos los recién nacidos, en algunas creencias europeas, los hijos de Uttu estaban relacionado con las plantas: no nacieron bajo una col, sino que eran toda clase de plantas. Los hijos que la diosa tuvo eran la prueba que Uttu era una diosa de la vegetación, hija de Ninhursag, la diosa de las montañas, una diosa de la naturaleza, una diosa-madre.
Fue entonces cuando fue presa de terribles dolores. Todas las partes del cuerpo le hacían daño. Irónica, Ninhursag iba preguntando a su esposo dónde le dolía. Y aplicaba un remedio.
El costado era la parte más dolorida. Ninhursag, solícita, lo sanó. Le sacó una costilla, convertida en una diosa tan bella como Uttu. Aquélla se llamaba Ninti: la Señora de Ti.
Ti, en sumerio, significaba Costilla. Y también Vida. Ninti era la Vida personificada, la Señora que aportaba la vida. Era también, literalmente, la costilla de Enki.
En el Génesis, Eva, que significa Vida, nació de una costilla de Adán. Luego, unida a Yavhé, tuvo a un hijo: Caín (el primer arquitecto, según el Antiguo Testamento).
Cuando Enki vio que Uttu daba a luz a la Vida (a Ninti), le confió todas las actividades femeninas con las que el hogar, entregado también a los cuidados de Uttu, se mantenía.
En los inicios, Uttu velaba por las plantas que alimentaban a los humanos. luego, se cuidó del espacio en el que se refugiaban.
Uttu era hacendosa. Trabaja tan prestamente que parecía, cuando se ufanaba, tener múltiples brazos que llegaban a todos los sitios.
Uttu era una araña. En sumerio, su nombre, uttu, designaba el travesaño de madera con el que se tendía la urdimbre del telar. Su persona, y su nombre (su nombre la convertía necesariamente en una tejedora tan eficaz que rivalizaba con las más veloz de las arañas), la destinaba a ser la diosa de los telares. Como Aracne, en Grecia, Uttu era la tejedora más rápida y precisa.
Tejía ropa. Ropa que entregaba a los humanos.
Éstos, hasta entonces desnudos como los salvajes, se hicieron humanos gracias a la ropa que Uttu les preparaba y al espacio doméstico que les cuidaba. La ropa, en Mesopotamia, no era un signo de caída, como en la Biblia -los hombres no se cubrían porque sentían vergüenza, sino porque, bien vestidos, se apartaban del mundo animal (en el que se ubicaban los salvajes).
Enki inventó las técnicas edilicias. Pero fue su hija Uttu la que creó la noción de espacio doméstico: el espacio propiamente humano, facilitando así el tejido social. La ropa de Uttu que los humanos llevaban eran un signo que vivían en comunidad, y que distinguían entre el espacio exterior y el interior o íntimo. La ropa era el signo que se preocupaban por los demás: se vestían, se adecentaban para entrar en contacto con los demás.
En gran parte, somos humanos gracias a Uttu.
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