"Habitaron las madrugadas
de esta ciudad sin sueño.
Venían desde las sombras
de estaciones ocultas
en nombres de provincias
y cubiertas de escarcha
por el frío estupor de los inviernos.
Un viento enrojecido
les quemaba las sienes,
y la lluvia calaba muy despacio
el corazón del páramo
y la ruina que acecha en los relojes.
Eran hombres altivos,
callados y rotundos,
arrastrando sus pasos
de aquella a esta pensión.
Nadie hablaba con ellos. Nadie
los recordaba hasta que aparecían
troquelados en medio de la noche,
fantasmas cotidianos
sin sábana ni herrumbre,
pero con una misma sensación
de condena perpetua en la mirada.
Siempre supimos que guardaban algo,
como la urraca esconde su tesoro
en el hueco del roble
y vuelve luego a recobrar la perla
o el papel de colores,
con qué indiscriminada jerarquía.
Eran tiempos difíciles,
tiempos para los jóvenes,
nos decían entonces,
porque nunca los tiempos
les fueron tan contrarios.
No volvimos a verlos
en las mesas de la cafetería,
arañando la luz de las ventanas,
hundidos en el fondo
de algún abrigo demasiado grande.
Ni siquiera teníamos
el peso de los años
o la curiosidad imprescindible
para hacer de sus vidas un misterio,
un enigma que nunca resolvimos."
(Luis Bagué: "Ciudades de paso", El rencor de la luz, Colección Melibea, Talavera de la Reina, 2006, Premio Joaquín Benito de Lucas, 2005, ps. 25-26)
Agradezco al autor el envío de este libro.
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