domingo, 27 de septiembre de 2009
"Modernologías", o cómo surge el arte moderno
Gordon Matta-Clark: Window Blow-Out, 1976
El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) presenta una exposición, titulada (un tanto pedantemente) Modernologías. Artistas contemporáneos investigan la modernidad y el modernismo, instructiva y apasionante.
Muestra de tesis, parte de un principio que relaciona el colonialismo con el arte occidental del siglo XX, si bien el tipo de relación no queda claramente definido. Según los distintos textos y las entrevistas a la comisaria, Sabine Breitwieser, el colonialismo habría enturbiado la pureza de las intenciones de los artistas modernos, o el arte moderno presentaría "una cara en sombra" (el colonialismo), o estaría, desde el origen, asociado al colonialismo. La exposición, todo y enunciando las tres relaciones posibles, optaría por las dos primeras.
El arte moderno se habría caracterizado por una reflexión sobre los medios empleados. Con la aparición de la fotografía, la pintura habría perdido el rumbo que mantenía desde el Renacimiento (la cada vez más fiel reproducción del mundo, hasta llegar a producir imágenes casi espejeadas), y se habría concentrado a estudiar los medios que hasta entonces había utilizado para reproducir la naturaleza: medios gráficos (punto, línea), colorísticos (color, mancha, textura) y el soporte (el plano, la tela), dando lugar a un arte abstracto o abstraído de la naturaleza, un arte vuelto sobre sí mismo.
Se ha comentado, una y otra vez, que la separación del arte mimético, principalmente pictórico o gráfico, de la naturaleza que hasta entonces reproducía, y la preocupación por los medios plásticos, estaban relacionadas con la aparición de la fotografía y el descubrimiento de artes de otras culturas, cuyos medios eran distintos o cuyos objetivos que no parecían ser la duplicación del mundo: desde el arte llamado primitivo (de tribus africanas, de Oceanía, del Amazonas, del Gran Norte, etc.), hasta el arte de Extremo Oriente, y de Mesoamérica (arte maya, sobre todo).
El descubrimiento de estas formas de arte, hasta entonces desconocidas o no tenidas en cuenta, habría acabado con la perspectiva renacentista.
Desde el siglo XV, llegaban a las cortes europeas, algunas pocas muestras de arte no europeo (desde arte egipcio hasta arte de Sudamérica), pero eran consideradas curiosidades, algo así como el arte de tiempos antediluvianos, es decir de pueblos cuyo comportamiento impío había provocado la ira de Dios y desencadenado el Diluvio.
Es con el colonialismo, principalmente europeo, a mediados del siglo XIX, cuando Europa entra en contacto de manera cada vez más constante, con obras de arte (fetiches, ídolos, pintura china y japonesa, estatuaria budista, etc.) de culturas no occidentales, y se fija en ellas. El colonialismo (la invasión de tierras, no contactadas físicamente con la metrópoli, para la explotación de sus recursos) no era nuevo (Roma fue una potencia colonial, por ejemplo cuando invadió Egipto) ni era un fenómeno exclusivamente "occidental" -el imperio árabe poseía tierras en África, separadas de Arabia por mar-, pero algunas potencias europeas fueron las que lanzaron operaciones de conquista y saqueo más o mejor planificadas y coordinadas.
Una de las consecuencias de la invasión de tierras lejanas fue la llegada de objetos incomprensibles, que parecían responder o objetivos distintos a los del arte occidental y manejaban unas formas o unos medios representativos que no perseguían la reproducción mimética o la lograban con unos medios distintos a los que se empleaban en Europa (la perspectiva caballera china, por ejemplo). Se crearon grandes museos para acogerlos. Se mostraron en exposiciones universales. Un abanico de posiblidades se abrieron para los artistas que descubrieron nuevos objetivos y nuevos medios o nuevas formas. Todas fueron aceptadas por un igual.
Estas obras no eran aceptadas por lo que significaban, ya que no se sabía (ni se podía, o se puede, saber) cual era su contenido ni su función. Sacadas de su contexto, perteneciente a culturas desconocidas, saqueadas o en vías de extinción, el signifiado de las piezas era enigmático. Se consideraba, de manera muy general, que representaban fuerzas sobrenaturales o eran portadoras de éstas (espíritus, ancestros, etc.), pero seguían siendo un misterio. Las obras fascinaban sobre todo por la variedad de formas, de soluciones formales, no siempre miméticas, empleadas para sugerir entes vivos.
Esta preocupación por los medios representativos y la despreocupación por el contenido, característicos del arte moderno, quizá no se hubiera producido sin el contacto con objetos llegados de las colonias, apreciados solo por sus formas, no por lo que significaban. Es posible incluso que el renovado gusto por el arte occidental no mimético (es decir no "clásico), como el arte ibérico, el románico o el bizantino, no se hubiera manifestado sin la fascinación por los fetiches y la pintura ostensiblemente plana japonesa.
Las excavaciones arqueológicas, iniciadas a principio del XIX (con las invasiones napoleónicas), y continuadas gracias a las conquistas coloniales, también favorecieron la llegada a Europa de piezas no miméticas (arte mesopotámico, por ejemplo), cuya función o cuyo significado tamhién se desconocía, pero cuyas soluciones formales fascinaban, y que posiblemente también contribuyeron a la caída de las formas miméticas representativas y la preocupación por la forma en detrimento del contenido.
El arte moderno sería entonces una consecuencia del colonialismo. Ya el fin del arte clásico, el nacimiento del arte medieval, y el abandono del cuidado de la forma en favor de una mayor expresividad de las obras -justo lo contrario de lo que aconteció en el siglo XX-, fue causado por el contacto cada vez más mayor de Roma con culturas que nada tenían que ver con los ideales greco-romanos.
El colonialismo no sería una sombra, o una realidad que habría ensombrecido la pureza de las intenciones del arte no entregado a la reproducción mimética del mundo, sino que estaría en el origen del gusto por la forma en ausencia de contenido, de la variedad de soluciones formales, y de la reflexión sobre los medios representativos.
La arquitectura moderna, desde luego, no se entiende sin la concepción del espacio interior japonesa, que solo se descubrió cuando Japón cayó ante Occidente.
Modernologías incluye obras recientes, de artistas jóvenes, que quieren poner de manifiesto las relaciones entre el saqueo de culturas no occidentales y los ideales del arte moderno, aunque paecen señalar al colonialismo como una perversión de unos objetivos inicialmente puros más que como una causa de la aparición de dichos ideales.
El súbtítulo de la muestra afirma que dichos artistas investigan la modernidad y el modernismo: no se aclara el distinto significado de estas dos palabras, aunque se puede suponer que una alude al talante del artista moderno, y la otra a las soluciones plásticas que adopta o crea para reflejar su talante; modernidad se referiría al espíritu; modernismo, a las formas en las que este espíritu se plasma. Pero no queda claro.
Lo importante es que los artistas se presentan como investigadores. Las obras son el resultado de una investigación. Ésta se centra en las consecuencias del hábitat masivo y del urbanismo que hace tabula rasa del entorno, de la privatización disimulada del espacio público, de la estrechez de la vivienda social, de la relación entre riqueza de unos pocos y formas de esclavitud de quienes les atienden, etc. Las obras, sin duda, responden a "buenas" intenciones: reflejan una mirada dura sobre lo que nos envuelve.
El contenido de dichas investigaciones, sin embargo, no pasa de ser un modesto trabajo de sociología. Cualquier artículo o estudio serio aporta más datos y echa más luz sobre el problema planteado que las obras expuestas.
No pueden ser valoradas por su contenido -pobre-, entonces, sino por la forma en que éste se expone. Después de todo, son obras de arte.
Las obras seleccionadas, en general, son descomunales. Recurren a toda clase de medios (maquetas, planos, fotografías, gráficos, filmaciones, etc.) que se despliegan en el espacio. Requieren un espacio inmenso para ser expuestas. Todos estos recursos tienen que ayudar a comunicar el fruto de una investigación. ¿Lo consiguen? En algún caso, la obra consiste en un gran expositor en el que se situan libros abiertos -que, obviamente, no pueden ser leídos, salvo por aquellas dobles páginas-. Dan Graham compone unos paneles con recortes de libros y unas cuantas fotos. El resultado se asemeja a un trabajo de curso.
Lo terrible es que estas investigaciones no son tales. Los medios utilizados no sirven y lo que se comunica -si es que se comunica- no pasa de ser un pobre recurso de un verdadero trabajo de investigación. Para conocer, para "sentir" los males del mundo, es innecesario o inútil ver estas obras. Un simple artículo en una revista científica aporta más datos, y es más ilustrativa, que este portentoso despliegue de medios, que solo distrae.
Varias obras se centran en los problemas de las ciudades modernas, de barrios planificados sin raíces, de vieviendas solo concebidas como máquinas.
Pero los resultados de la investigación son tan pobres, obvios y tópicos que no se entiende porque se exponen. El recurso, ya cansino, a mediocres arquitectos "situacionistas", como Nicolas Schöffer, en cualquier exposición de arte contemporáneo -del tipo que el MACBA defiende-, que incluya un apartado o ejemplos de arquitectura, empieza a ser un tópico. Las discusiones sobre si la arquitectura es un arte, tema al que Schopenhauer (y, más tarde, Loos) dieron una respuesta definitiva, son ya un tanto obsoletas.
La visión e la arquitectura y el urbanismo que se ofrece es superficial. Antropólogos del espacio, sociólogos, urbanistas incluso, han destacado la inhumanidad de las ciudades contemporáneas. Se han llevado a cabo estudios serios, documentados, frutos de trabajos interdisciplinares. El trabajo conjunto de especialistas (antropólogos, geógrafos, economistas, arquitectos, etc.) es imprescindible. Y se han ofrecido soluciones, algunas incluso acertadas. Solo la obra de Gordon Mata-Clark seleccionada tiene la fuerza, la contundencia y la precisión de un tiro certero, ante tanta investigación deslavazada.
La confusión, la falta de humor, de rigor, de claridad, convierten estas obras en algo inútil, algo así como una muestra de una sociedad que no tiene nada que hacer.
Exposición apasionante, entonces, ya que revela la trágica inutilidad de las obras, bienintencionadas, incapaces, sin embargo, de poner de manifiesto, de manera clara, los males del mundo. La muestra expone, pues, las limitaciones del arte moderno y contemporáneo, que ya no puede ofrecer una nítida visión del mundo. Hegel ya pronostico la inutilidad o la irrelevancia del arte frente a las ciencias para entender el mundo. Esta exposición es una prueba feaciente de este problema, irresoluble. Al menos, de determinadas maneras de hacer arte (ya que la novela, el teatro, quizá el cine, y el ensayo, sin duda, son todavía maneras vivas y eficaces, de percibir de iluminar el mundo, de investigarlo).
Esta refelexión, quizás nos permita darnos cuenta de que estamos al final de una época,nadando en la abundancia y esto nos hace poco creativos, a partir de ahora yo soy mas optimista y quizás las cosas puedan mejorar.
ResponderEliminar¡Glauka!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con la primera parte del comentario. Con la vida resuelta, ya no se sabe bien qué decir.
Pero no tanto con el final optimista. Aunque como bien dice, "QUIZÁ las cosas PUEDEN mejorar". Es decir, no mejorarán
Tochomocho