martes, 16 de noviembre de 2010
El granero de dios (Tell Massaïkh, Siria, octubre-noviembre de 2010)
A modo de comparación, taller para moler cereales en el palacio del príncipe heredero de Ebla, principios del II milenio aC.
Llevaban más de un mes dando palos de ciego de sol a sol. Contrariamente a lo que había ocurrido en los doce años anteriores, la excavación de 2010, en el recinto del palacio neo-asirio de Tell Massaïkh (s. VIII aC), no revelaba más que estructuras incomprensibles, excesivamente fragmentarias, y algunos restos cerámicos, o nada: polvo, y huesos de animales.
El hallazgo de tumbas islámicas -ante las que los trabajadores musulmanes cesaban de excavar o trabajaban tensa y nerviosamente- y de restos de casuchas romanas sin gran interés -pero que algunos arqueólogos dudaban en borrar tras su documentación gráfica-, complicaba aún más la búsqueda de nuevas estancias palaciegas y de la ciudad que se fundó al pie de la colina sobre la que se erguía el palacio del gobernador neo-asirio.
La misión parecía no llevar a ningún lado. El excesivo calor de este insólito otoño en el Próximo Oriente, y la falta de lluvias -que desesperaban a los agricultores- contribuía a tensar las relaciones.
La directora de la misión, la dra. María-Grazia Massetti-Rouault, siempre ha sostenido que el gobernador neo-asirio quiso poseer un palacio que emulara los palacios imperiales de Assur y Nínive, algo que la lejanía del poder le permitía.
Aquéllos no se hallaban solos en la cumbre. Junto a ellos, se alzaban templos y servicios templarios (moradas de sacerdotes, almacenes, apriscos, etc.) que denotaban la piedad del monarca, o la connivencia entre los poderes político y religioso.
¿Y si la planimetría de todo el "acrópolis" de Tell Massaïkh fuera un reflejo de la organización del centro político-religioso de una gran capital neo-asiria, si se inspirara en ésta?; ¿si el palacio del funcionario Nergal Eresh reprodujera el de Assurbasnipal?
Precisamente, al sureste del palacio se extiende una parda zona aún no excavada. Rebaños de ovejas cabizbajas, que la luz que juega con el polvo desdibuja, cruzan la zona camino del Eufrates. La grave erosión del suelo hacía prever que poco o nada se podría hallar. Acaso los cimientos de algún edificio.
Pero, desde luego, en lo alto de Tell Massaïkh, se tenían que encontrar algún templo. Restos de frescos, hallados hace un par de años en el patio principal del palacio, sugerían que se rendía culto a la diosa de la la guerra y la fecundidad Ishtar. Pero ningún santuario dedicado a esta diosa o a cualquier otra divinidad había sido hallado.
Una primera excavación, fuera de los límites del palacio solo puso de manifiesto decepcionantes restos romanos y, debajo, tramos de muros, sin duda neo-asirios, a veces tan solo algunos ladrillos, que no parecían guardar relación entre ellos ni delimitaban ningún recinto reconocible. Tumbas islámicas aconsejaban no proseguir en ese sector.
Una nuevo sondeo, unos pocos metros más al oeste, sin embargo, expuso unas formas extrañas: bultos de tierra compacta. A simple vista, nada se distinguía. El viento levantaba una polvareda por doquier. Una imperceptible mayor dureza de la tierra compactada denotaba que se estaba alcanzando una obra humana sorprendente. No parecían ser fruto del azar de la excavación. El material era arcilla: el mismo que forma toda la colina artificial. Pero unos primeros volúmenes semi-esféricos, en los que se descubrían formas cóncavas, recordaban altares. ¿ Acaso, un templo, buscado desde hace trece años?
La excavación se aceleró. Todos los arqueólogos y los trabajadores fueron convocados. La misión, a punto de clausurarse sin ningún hallazgo memorable, volvía a ponerse en marcha. Los volúmenes desenterrados se multiplicaban. Formaban dos largos bancales continuos, adosados a dos muros paralelos, en los que se abrían cuencos, depósitos, pilones o lebrillos, sin duda para contener líquidos, ya que presentaban hendiduras frontales, quizá para la evacuación de aquéllos. Constituidos por filas de ladrillos macizos, sin duda de barro sin cocer, en los que se se vaciaron los cuencos, estaban cubiertos de yeso, en perfecto estado, al igual que el suelo, bien pulido. Dos grandes jarras estaban cuidadosamente enterradas en el eje central de la sala, y aparentemente centradas, como si constituyeran conductos de evacuación. La sala que emergía se alargaba más y más. Los límites laterales no se discernían. Tampoco una puerta. Fragmentos de jarras y de grandes vasijas estaban desparramados sobre los bancales, al igual que soportes cerámicos de vasijas. Un vaso de cerámica, parcialmente roto, común en las alacenas asirias, había sido abandonado, o tirado tras su uso.
Una gran espacio de almacenaje de cereales o de líquidos, bodega o granero, en buen estado de conservación había sido desenterrado en tan solo cuatro días, justo antes de cerrar la misión. ¿Espacio de ofrendas? ¿Son los bancales altares, y el recinto un templo, o la capilla de un templo donde se ofrendaban a los dioses, o dónde se preservaban las ofrendas? El cuidado con el que la estancia y el mobiliario habían sido elaborados permite intuir que no se trata de un almacén cualquiera, una simple dependencia palaciega, o de una casa noble, aún no hallada. Los alimentos, ¿estarían entonces dedicados a los sacerdotes o las divinidades?
El conjunto se halla en medio de un páramo cercano al palacio. La misión se cerraba. Se luchaba para hallar una puerta de acceso que corroborara que se había descubierto una estancia completa. Dieron las tres de la tarde del último día. Se trabajaba frenéticamente desde el alba. Ya no se sabía si se desenterraba o se moldeaba. El yacimiento debía clausurarse. Apenas desenterrado, el recinto tuvo que ser apresuradamente cubierto de nuevo de tierra para preservarlo, de las lluvias y los saqueos, hasta la misión del año que viene.
¿Qué se hallará? Se trata de una arquitectura de barro. En el suelo, jarras, perfectamente enterradas, cuyo fondo no se alcanza a ver ni a tocar. ¿Qué encierran? ¿Dónde nos hallamos? Una comparación con los planos de los centros de poder de las capitales neo-asirias azuza la imaginación. Habrá que esperar un año para obtener una respuesta, si es que algo queda.
Nota:
Reconstrucción virtual de la estancia: Marc Marín (UPC-ETSAB, Barcelona, 2010)
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