La palabra religión viene del verbo latino religare: unión, atar, amarrar. La religión es la práctica que une lo mundano con lo ultramundano, lo humano y lo divino; que encadena los hombres a los dioses, y pone a éstos al servicio de las necesidades de los hombres.
La religión conlleva una manipulación del mundo ultraterreno. Mediante pregarias y ofrendas se trata de interceder ante los dioses. Se les suplica, se intenta comprar su voluntad, a fin que tuerzan el hado funesto, desvíen o aparten el mal, o, por el contrario, lo hagan caer sobre nuestros enemigos. La religión implica un trato, una negociación, un trueque. A cambio de alimentos, los dioses se preocupan de los hombres. Como en toda transacción comercial, emocional, hay una parte de chantaje. La zalamería, y las lágrimas son de recibo. Se trata de utilizar todos los subterfugios posibles para obtener determinados fines, para lograr lo que se persigue.
La religión apareció con la ciudad, hacia el quinto milenio aC, en Mesopotamia. Antes, y a partir de finales del primer milenio aC, la religión no existía y desapareció.
Existían chamanes, magos o adivinos en el neolítico, antes de las ciudades. Éstos tenían la capacidad de averiguar lo que las potencias habían decidido. Pero no podían, ni habían pensado en torcer voluntades. El mundo ultraterreno, celestial e infernal, no era sometido a alteración alguna. La fuerza y la misión del chamán era anunciar a los humanos lo que iba a acontecer antes de que ocurriera. Pero no habrían querido ni podido evitar lo que ocurriría. Informaban, mas no manipulaban. por eso, el sacrificio, el ritual era inútil, inexistente. No era posible, concebible negociación alguna. Los hombres no trataban con las potencias sobrehumanas. Estaban sometidos a ellas y, sin duda, las admiraban o las temían: Pero no se sentían capaces de oponerse a ellas.
A mediados del primer milenio aC, la religión, tal como quedó instituída en la Edad de Bronce, entró en crisis. Los deseos y voluntades de los dioses no podían ser alterados. Lo que contaba era la Ley. En la cultura hebrea, y ya antes, en la amorrita, los dioses escogían a su pueblo. El futuro de éste estaba decidido de antemano., Mientras éste siguiera los edictos de la Ley, nada le ocurriría. Mejor dicho, sabía de antemano qué iba a acontecer, y los acontecimientos, determinados, iban en favor de la vida del pueblo. Éste era el pueblo "elegido": los dioses lo favorecían. El bien, y una serie de valores, debían presidir las conductas humanas: valores que sin duda ya existían también en el platonismo. Los males no eran una consecuencia de un cambio de humor de los dioses. Éstos ya habían anunciado a los hombres, a su pueblo, qué tenían que hacer: cuáles eran las acciones qué debían emprender, qué fines debían perseguir. Si el mal se abatía era porque el pueblo había faltado a la Ley. En este caso, la venganza divina era inevitable, incuestionable. Nada se podía hacer.
Esta concepción de las relaciones entre lo humano y lo divino sufrió una última mutación con el cristianismo ( y posiblemente el budismo), aunque ya fue anunciada por las religiones mistéricas orientales. Las diferencias entre hombres y dioses se abolieron. De algún modo, se puso fin a la religión. El cristianismo no es una religión: es una no-religión, pues presupone que hombres y dioses son iguales. La mediación no es necesaria, no tiene sentido, pues ambos bandos son idénticos. Los dioses no son superiores a los hombres. Los dioses no son dioses ni los humanos humanos. La ley tampoco se aplica. De hecho, Cristo abolió la ley. Vino para abolirla. Ésta ya no era necesaria. Los hombres podían tomar las decisiones que les convenían. La sabiduría les había sido inculcada. El espíritu les alumbraba.
Cristo se hizo hombre. Conoció la suerte de los mortales. Su acción tuvo una consecuencia que cambió la vida. Al asumir la muerte, liberó a los humanos de ésta. El dios se hizo hombre, y los humanos, al dejar de estar sometidos a la muerte, se volvieron inmortales. La vida eterna dejaba de ser una promesa. Ésta ya no se conseguía en el mundo ultramundano sino en la tierra. La edad beatífica, a la que se aspiraba si se seguía la Ley, ya no era una meta anhelada, sino que quedaba instaurada en la tierra. La divinidad había morado entre los hombres, se había convertido en un humano, y su presencia, su testimonio seguía entre los hombres. Ya no cabía esperar tiempos venideros con los dioses. Éstos estaban entre los hombres; eran hombres. Y, por tanto, los hombres eran como los dioses, eran dioses. La muerte ya no marcaba la diferencia entre los mortales y los inmortales. Los humanos ya no estaban sometidos a la muerte. El poder de ésta había desaparecido. Ya no llevaba a la nada. Con la resurrección de los cuerpos y las almas, se demostraba que la muerte no alteraba nada: no tenía poder alguno. La vida proseguía idéntica a sí misma.
Pero ocurre que para el poeta latino Cátulo, religare significaba también deshacer nudos. El cristianismo -y el islam- sí serían religiones, pues habrían roto las ataduras entre hombres y dioses. La religión sería libertadora. los hombres habrían alcanzado la plenitud, la vida plena, no sometida a restricción alguna, gracias a la religión. Las cadenas, físicas y emocionales, habrían quedado abolidas. Los ligámenes ya no serían necesarios. Habrían perdido poder y sentido. Los hombres ya no serían niños que necesitaran ser guiados por una cuerda.
Queda plantearse si este hecho, ineludible, ha sido beneficioso. O quizá sea mejor no planteárselo. No se puede.
Nota: resumen de un diálogo con Maria-Grazia Masetti-Rouault, en su casa de campo, a quien agradezco sus lúcidas y agudas observaciones.
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ResponderEliminarNo puedo escribir en el blog y a lo mejor estoy equivocada pero en el tema de las religiones, creo que hay cosas que no son asi :
Cristo no se hizo hombre!!!!, cristo es el nombre de una persona fisica, en el se dice Dios se hizo hombre , creo que es bastante distinto, de todas formas no cambia nada pero si el concepto al menos para mil!! Dios libero al hombre de la muerte???????????????????’’Tu crees????????????????? Nosotros que nos dedicamos a luchar contra la muerte jamas nadie lo ha conseguido ¡!! Quizas pueda entenderse la muerte como la liberación de esta vida de este cuerpo y quizas no del alma!!! Pero te aseguro que “ni dios “nos ha liberado de la muerte!!
Bueno seguramene es que no estoy a la altura pero en este escrito hay mucho de que hablar!!!
Buenos días
ResponderEliminarLamento que no pueda escribir directamente en el blog. No sé qué ocurre.
Quizá D. Gregorio Luri sepa cómo entrar.
Tiene Usted razón: Cristo es el nombre de la naturaleza divina de Jesucristo. Mas es ésta la que se encarnó en Jesús.
Por tanto, creo que no es incorrecto escribir que Cristo asumió la naturaleza humana, la cual quedó subsumida -pero no anulada- en la divina.
La "función" de la encarnación es similar a la que cumple el chivo expiatorio en las culturas llamadas paganas: esta figura, humana o animal, asume las culpas que asedian a una comunidad, y se las lleva consigo cuando es expulsado (el chivo expiatorio también existía en la cultura judía. De hecho, la expresión chivo expiatorio se refiere al mundo judío; en Grecia, esta figura se llamaba "fármaco"). Así, la muerte que la falta acarrea desaparece. El ejemplo es Edipo quien se carga con el mal que ronda Tebas y, al desterrarse, libera la ciudad de la mortífera presencia del mal.
La muerte de Jesús -no de Cristo, aunque éste asume la muerte de su naturaleza humana- libera a la humanidad del peso de la muerte, no de la muerte física, ciertamente, sino moral -es decir de la muerte "real"-, lo que permite la resurrección física y anímica tras el tránsito.