Corría el año 2006. La soterrada guerra civil entre sunitas y chiitas, con bombas y suicidas bomba en cualquier lugar atestado de gente, había estallado con toda violencia, aunque el año 2007 fue aún peor.
Estaba a punto de empezar a redactar un estudio sobre el dios de la arquitectura en Mesopotamia: base de la exposición Antes del diluvio. Mesopotamia 3500-2100 aC, en Caixaforum (Barcelona y Madrid, 2012-2013). El texto tenía que acercar el lector a esta cultura, y ofrecer un punto de vista actual -el único posible, por otra parte- sobre este mundo lejano (y caduco), buscando respuestas a algunas preguntas nuestras sobre el espacio humano, o razones o fundamentos a dichas preguntas o inquietudes.
El poder de Enki, el dios de la arquitectura mesopotámico, se extendía sobre el delta del Tigris y el Eúfrates. La ciudad marismeña de Eridu acogía su santuario principal. Los mitos y los himnos contaban que se ubicaba dentro de las aguas, o sobre ellas. No se trataba de un templo o un palacio humano.
Las marismas se han desplazado hacia el sur, dejando las ruinas decaídas de Eridu en medio del desierto. Pero el aspecto que tenían en 1995 apenas debía distinguirse del que presentaban hace cuatro mil quinientos años. Sin embargo, a finales del siglo XX, el presidente de Iraq, Saddam Hussein, decidió desecar las marismas para expulsar los opositores al régimen refugiados en el cañaveral. La catástrofe ecológico aún no ha sido enteramente remediada.
Sabía que el setenta por ciento de la superficie se había perdido: centenares de quilómetros cuadrados. También recordaba que desde la caída de Hussein, en 2004, se estaba tratando de recuperar los humedales. ¿Con qué éxito? Era imposible averiguarlo.
Quizá la mejor fuente de información pudiera ser la embajada de España en Bagdad. Envié un mensaje. Unas pocas horas más tarde, el embajador, D. Ignacio Rupérez, contestó.
El diálogo aún no ha cesado.
Posiblemente pocos servidores públicos han hecho tanto por Iraq y tienen un conocimiento y una visión tan aguda -real u objetiva, trágica, necesariamente, por ahora,- de la situación política, social, y cultural de este país.
Ignacio Rupérez se opuso, siendo embajador, a la participación de España en la Segunda Guerra del Golfo. Dimitió.
Regresó, tras la caída del presidente del gobierno español, a Bagdad. Ayudó tanto como pudo a profesores y profesionales iraquíes para que tuvieran la fundada esperanza de salir de Iraq y de poder regresar sin problemas. Durante unos años, la embajada de España fue uno de los espacios que más y mejor contribuyó a la mejora de la ciudad.
La exposición sobre la cultura mesopotámica en los cuarto y tercer milenios, está dedicada a una cultura en principio clausurada. Cuenta, por medio de piezas arqueológicas, los logros de aquella cultura. Pero también se refiera a nuestra visión, y a nuestra relación, no solo con la cultura del pasado, sino con el país actual que acoge los restos arqueológicos y las mejores obras sumerias y acadias, con todas las penalidades por las que ha pasado y pasa aún, que afectan, mortalmente a menudo, gentes y cultura. El pasado no nos hace olvidar el presente. No lo explica, sino que es el presebnte el que echa luz sobre el tiempo pretérito, y le da sentido. La historia de las piezas cuentan la historia de un país -roto-; y pocas personas pueden contar mejor esta historia que Ignacio Rupérez, mañana, martes 12 de febrero de 2013,a las 19.30, en el Auditorio de Caixaforum (Barcelona).
No se pierdan la conferencia
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