La conferencia que el gran arqueólogo e historiador de la cultura y la arquitectura mesoportámicas francés Jean-Claude Margueron (École Pratique des Hautes Études, París) impartió el martes pasado en el Auditorio de Caixaforum (Madrid), en la que detalló la historia de la arquitectura y el urbanismo mesopotámicos, desde la prehistoria hasta finales del segundo milenio aC, aportó una serie de consideraciones novedosas que merecen ser apreciadas.
Margueron sostuvo que lo que diferenciaba una ciudad de un pueblo era el que la primera fue siempre una creación o fundación "ex-nihilo"; es decir, consistió en la edificación de un proyecto pensado y trazado con anterioridad.
Esta concepción contrasta con la que sostiene que la ciudad deriva de poblados anteriores, o de la reunión de burgos que dio lugar a una estructura mayor y más compleja.
Sin duda, ya desde finales del segundo milenio, y durante todo el primer milenio aC, los reyes asirios fundaron ciudades en terrenos vírgenes. Esta afirmación, sin embargo, merece ser matizada en parte. En efecto, la ciudad medio-asiria de Kilizu, excavada por la misión arqueológica francesa de Maria-Grazia Masetti y Olivier Rouault, fue fundada o refundada durante el reinado del rey Adad-Nirari, durante la segunda mitad del segundo milenio. La excavación, sin embargo, ha mostrado que a los pies del yacimiento existieron asentamientos tres mil años anteriores, quizá alguna colonia de la ciudad sureña de Uruk.
Cabe preguntarse si la afirmación de Margueron puede aplicarse a tiempos anteriores a los neo y a los medio asirios (segunda mitad del segundo milenio, y primer tercio del primer milenio aC). En efecto, la ideología o el imaginario mesopotámico sostenía que no se podía edificar en un suelo virgen. Éste ya tenía un propietario: alguna divinidad infernal. Por tanto, ningún rey -las ciudades siempre eran descritas como fundaciones divinas o reales- se habría atrevido a construir en un lugar carente de restos, y ningún texto podía enunciar una orden divina que exigiera la fundación de una ciudad en un espacio semejante. Antes del diluvio, los dioses construyeron donde les plugo, pero ni siquiera los reyes podían pregonar que habían imitado un gesto divino, que habían actuado como los dioses.
¿No se fundó ciudad alguna en un solar baldío? Seguramente no; mas dicha acción siempre se camufló, tratando de mostrar que el lugar escogido había sido escogido por las potencias sobrenaturales y presentaba restos, quizá imaginarios, de una ocupación anterior.
Margueron sostuvo que algunas ciudades, como Mari o Ur se planificaron según un modelo circular. Este hecho no respondía a ninguna razón esotérica, ni imitaba algún modelo celestial ni un mapa del cielo el día de la fundación, sino que obedecía a motivos prácticos: las calles dispuestas como los radios de una circunferencia evacuaban más fácil y rápidamente, como si fueran canales, el exceso del agua de lluvia.
El estudio del plano topográfico de Ur, así como de fotografías aéreas, permite intuir que la trama urbana de Ur seguía el cauce de innumerables vías naturales de agua, ya fueras arroyos o canales.
Sin embargo, ningún dato, tanto sobre el terreno cuanto a partir de fotografías, permite intuir un trazado circular de la muralla. Por el contrario, tanto las fotografías aéreas de los años veinte, cuando la ciudad de Ur fue extensamente excavada por Woolley, cuando los datos recogidos en el yacimiento, muestran un espacio delimitado por una muralla continua, vagamente ovalada, pero en modo alguno circular.
El modelo de una ciudad de planta circular es sugerente, pero los datos empíricos no parecen apoyar tal intuición.
¿Las casas de Ur tenían un patio abierto? Uno de los problemas de la arquitectura doméstica mesopotámica, anterior al segundo milenio, es que ha sido escasamente excavada, ya que los templos y los palacios suscitaron una mayor anterior por parte de los arqueológos, sobre todo antes de la Segunda Guerra Mundial. La historia convulsa de Iraq desde finales de los años setenta ha dificultado o impedido el estudio de barrios residenciales hasta entonces minusvalorados.
El escaso tejido urbano estudiado, casi siempre de principios del segundo milenio, parece componerse de viviendas (o estructuras domésticas) organizadas alrededor de un espacio central más o menos cuadrado: ¿un patio central? Margueron sostiene que dicho espacio tenía que estar cubierto. Las violentas lluvias ocasionales habrían anegado los patios, carentes de desagües, e inundado las casas. La lógica obliga a pensar en patios cubiertos, con techos más altos que el de las estancias circundantes, de manera a permitir la apertura de pequeñas ventanas justo debajo de la techumbre, que habrían proporcionado luz y ventilación.
Sin embargo, el tamaño de algunos patios habría dificultado -o impedido- su cubrición con vigas de madera -un material escaso y de mala calidad, como es el tronco de palmera-. Por otra parte, las lluvias, pese a su violencia -si es que el régimen pluviométrico hace cuatro mil años era el mismo que el de hoy- eran menos dañinas que las aguas freáticas, cuyo nivel es muy alto.Las aguas salobres disolvían la base de los muros. Éstos tenían que ventilarse y secarse constantemente. Un patio cerrado hubiera impedido esta operación. Por otra parte, un patio cubierto -con tan solo pequeñas oberturas en lo alto- hubiera impedido la ventilación cruzada -imprescindible en un tejido urbano tan denso, cruzado por callejones muy estrechos-, transformando las viviendas, en las que las familias pasaban una gran parte del tiempo, en hornos. Finalmente, como sugería Jean-Louis Huot, el nivel de las calles, debido a los aluviones, los derrumbes y las basuras, subió tanto que, a menudo, se hallaba por encima del nivel de las casas. Si los patios no hubieran absorbido (con dificultades) una parte de las aguas de lluvia, éstas hubieran circulado por callejuelas, convertidas en torrentes que hubieran desaguado en parte en... el interior de las viviendas.
Los sugerentes y lógicos análisis de Margueron son válidos si se aplican a ciudades fundadas según planes urbanísticos racionales. Mas, la realidad tuvo que ser muy distinta. Las ciudades mesopotámicas arcaicas se tuvieron que parecer, posiblemente, a las medinas actuales, en las que patios abiertos son esenciales para ventilar una trama urbana muy densa, en la que las calles hacen las veces de canales de evacuación, eficaces siempre que las viviendas estén elevadas con respecto a la calzada. La ciudad mesopotámica no parece que hubiera respondido a este modelo, si bien cualquier explicación o interpretación es posible y es cuestionable, toda vez que apenas se han hallado, o se han excavado, barrios residenciales.
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