sábado, 10 de agosto de 2013

La Paz (Irene) y la ciudad antigu




Después de la victoria sobre la ciudad de Esparta, en 375 aC, la ciudad de Atenas erigió en el ágora, cerca de la sede de planta circular (el tholos) del pritaneo –la asamblea que gobernaba la ciudad- y de las estatuas dedicadas a los héroes primigenios de la urbe, una efigie de Eirene (Irene, la primavera, la estación que debe ser más protegida porque es cuando las guerras que ponen en peligro a las ciudades se desatan): se trata de la personificación de la paz (la diosa Pax, en Roma), una joven figura femenina vestida con una túnica, con una cornucopia en la mano (la cornucopia o el cuerno de la abundancia procedía de la testa taurina de Aqueloo, el dios de los ríos, cuyas aguas abundaban en la fertilidad de la tierra y la prosperidad de las ciudades), una rama de olivo y unas espigas, y la imagen de un niño divino, Pluto (la Riqueza), hijo prodigioso de la diosa de los cereales Démeter. Su figura se confundía a veces con la de la Fortuna (la Buena Suerte de la Ciudad).
 Junto con sus hermanas Dice (la Justicia) y Eunomia (el Recto gobierno), Irene formaba parte del trío de las Horas (las Estaciones), hijas de Zeus y de Temis, la diosa de la Ley divina, de los sólidos fundamentos de lo establecido o erigido.
Irene estaba particularmente asociada al medio urbano. Gracias a ella, no era necesario enclaustrarse; por el contrario, garantizaba el crecimiento mesurado, la prosperidad, fruto de un gobierno justo, de la ciudad:

“Quien emita juicios rectos a extraños y habitantes de la tierra, y no se aparte de lo que es justo, verá cómo su ciudad, y sus habitantes prosperan: Irene, la cuidadora de los niños, mora en su tierra (Hesíodo: Los trabajos y los días, 212) 

« Aquí, en esta ciudad, moran Eunomia (el Buen Gobierno) y su hermana, seguro soporte de las urbes, esa fuente inextinguible Dice (la Justicia); también Irene, de idéntico linaje, que son las que traen prosperidad a la humanidad –las tres gloriosas hijas de la sabiamente aconsejada Temis” (Píndaro: Oda Olímpica 13, 6)


« Canto a esa diosa, Irene, ya que honra una ciudad que reposa en una vida pacífica, y acrecienta la admirada belleza de los hogares. “ (Esquilo: fragmento 281)

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