Después de la victoria sobre la ciudad de Esparta, en 375
aC, la ciudad de Atenas erigió en el ágora, cerca de la sede de planta circular
(el tholos) del pritaneo –la asamblea
que gobernaba la ciudad- y de las estatuas dedicadas a los héroes primigenios de
la urbe, una efigie de Eirene (Irene, la primavera, la estación que debe ser
más protegida porque es cuando las guerras que ponen en peligro a las ciudades
se desatan): se trata de la personificación de la paz (la diosa Pax, en Roma), una
joven figura femenina vestida con una túnica, con una cornucopia en la mano (la
cornucopia o el cuerno de la abundancia procedía de la testa taurina de
Aqueloo, el dios de los ríos, cuyas aguas abundaban en la fertilidad de la
tierra y la prosperidad de las ciudades), una rama de olivo y unas espigas, y
la imagen de un niño divino, Pluto (la Riqueza), hijo prodigioso de la diosa de
los cereales Démeter. Su figura se confundía a veces con la de la Fortuna (la
Buena Suerte de la Ciudad).
Junto con sus
hermanas Dice (la Justicia) y Eunomia (el Recto gobierno), Irene formaba parte
del trío de las Horas (las Estaciones), hijas de Zeus y de Temis, la diosa de
la Ley divina, de los sólidos fundamentos de lo establecido o erigido.
Irene estaba particularmente asociada al medio urbano.
Gracias a ella, no era necesario enclaustrarse; por el contrario, garantizaba
el crecimiento mesurado, la prosperidad, fruto de un gobierno justo, de la
ciudad:
“Quien emita juicios rectos a extraños y habitantes de la
tierra, y no se aparte de lo que es justo, verá cómo su ciudad, y sus
habitantes prosperan: Irene, la cuidadora de los niños, mora en su tierra
(Hesíodo: Los trabajos y los días,
212)
« Aquí, en esta
ciudad, moran Eunomia (el Buen Gobierno) y su hermana, seguro soporte de las
urbes, esa fuente inextinguible Dice (la Justicia); también Irene, de idéntico
linaje, que son las que traen prosperidad a la humanidad –las tres gloriosas
hijas de la sabiamente aconsejada Temis” (Píndaro: Oda Olímpica 13, 6)
« Canto a esa diosa, Irene, ya que honra una ciudad que
reposa en una vida pacífica, y acrecienta la admirada belleza de los hogares. “
(Esquilo: fragmento 281)
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