Los sacerdotes sabían que los humanos anhelaban sus dioses porque no los veían. Éstos rehuían el contacto con los mortales. Vivían en otro mundo o encerrados en lo hondo de los templos inaccesibles. Solo en contadas ocasiones se dejaban entrever de lejos cuando las puertas de la capilla se abrían.
Marcel Proust escribió que los sueños no tienen que cumplirse si quieren preservar su condición soñada. A la búsqueda del tiempo perdido es una novela en la que el protagonista, llamado Marcel Proust, como el novelista, descubre amargamente la realidad de sus sueños. La duquesa de Guermantes, la diva del teatro Berma, o Venecia, aureolados de un prestigio intangible, revelan su verdadera y decepcionante condición en cuanto Proust por fin los descubre. Venecia muestra las aguas sucias que en las descripciones de Ruskin se asemejan espejos de azabache. Nunca podrán remontar sobre su pedestal. Los dioses son dioses caídos cuando se muestran cercanos.
Es esa misma consideración sobre los sueños que la nueva dirección de la Fundacion Tàpies de Barcelona va a aplicar para promover el conocimiento y el aprecio de la obra del artista: suscitar el deseo a través de la "ausencia"; aquélla no se mostrará permanentemente.
El criterio es audaz. La frase, hermosa. Mas, por desgracia, los humanos somos volubles. Lo que un día adoramos lo derribamos o lo olvidamos al día siguiente. Recordemos la fábula del zorro y las uvas verdes. Los mismos héroes que se recluyen siempre son sustituidos por otros más expuestos.
La obra de arte existe para ser pensada y sentida al mismo tiempo. Existe porque es percibida y porque percibe al ser humano, porque éste se "siente" observado por ella. Su ausencia puede ser "sentida", mas no se puede desear lo que no se conoce. Los grandes ausentes cuyo regreso es esperado, los profetas de diversas religiones, han dejado testimonios (visibles, como el velo de la Verónica) para que sean recordados y se confíe en su regreso al Incierto final de los tiempos. Si no se expone la obra de Tàpies algún día, ¿quién la añorará cuando se retire? Por otra parte, ¿es suficientemente conocida y posee entidad suficiente para suscitar un deseo nunca satisfecho?
A falta de Madonna, siempre habrá una Lady Gaga dispuesta a todo.
A mí me parecen que los directores de museos están perdiendo un poco el norte :-) según esto,no basta con la obra concreta sino que hay que añadir (o quitarle)un montón de cosas a su alrededor hasta que desaparezca completamente y sólo quede el museo en el que se expuso :-) .Es un poco inquietante porque en los museos de Arqueología ,al menos en el de Madrid ,se sepultan en los almacenes piezas que ayudaban a entender,ampliaban la visión y cada cual las observaba o no según su propio criterio.Ahora nos dicen cada vez más lo que tenemos que ver y pensar.¿Algún artista lleva a delante una obra para que no se vea salvo cuando otros lo decidan?Al final,los museos serán parques temáticos para atraer visitantes a la cafetería y la tienda...
ResponderEliminarMe excuso por contestar tarde debido a una deficiente conexión a internet.
ResponderEliminarCada nuevo director tiene que marcar su territorio. La teoría es un campo abonado a desvaríos o justificaciones insostenibles o incongruentes. Que un museo dedicado a la obra de un artista no la exponga para suscitar el deseo de contemplarla no tiene sentido. Las exposiciones temporales que el nuevo director lleve a cabo serán sin duda magnificas (y de difícil comprensión). Pero no podrán sustituir el contacto directo con la obra del artista.
La originalidad, que parecía ya no ser una condición para destacar ni ofrecer puntos de vista juiciosos o esclarecedores sobre lo que la obra de arte es y significa, sigue vigente y, a veces, se confunde con la gratuidad
Muchas gracias por su conentario