El deficiente desarrollo de la trama de la última novela de Eco, junto con sus textos ensayísticos y novelescos sobre culturas del pasado, no hace olvidar que Eco fue uno de los más agudos intérpretes de las formas modernas de vivir y de crear y el padre espiritual del filósofo y teórico de las artes Xavier Rubert de Ventós. Después de todo, la Edad Media, la época a la que dedicó más esfuerzo en ensayos y novelas, podría ser considerada semejante a la época contemporánea, en la que los signos y la manera de presentarse son un modo de ser, y sustituyen al ser.
Eco fue un profesor en la Escuela de Arquitectura de Florencia en la segunda mitad de los años sesenta.
La arquitectura constituía un desafío. Eco consideraba que si el arte consiste en la producción de objetos y acontecimientos cuya razón de ser reside en que existen para ser contemplados, la arquitectura (y el diseño industrial) no podían formar parte del mundo del arte, ya que la arquitectura produce objetos para ser usados, cuyo destino y sentido residen en su uso, y no para ser contemplados desde cierta distancia. Eco no aceptaba que las emociones que la vista de un edificio pudieran no solo influir en la manera de vivir sino ser incluso un modo de vivir; las vivencias que provocaban o evocaban no eran la vida verdadera. La arquitectura no era una imagen del mundo, sino un ente en el mundo y, por tanto, la relación que el ser humano podía y debía mantener, no podía ser la de la observación pasiva.
Eco no consideraba que las imágenes arquitectónicas, ya fueran composiciones musicales, poéticas, pintadas o fílmicas, pudieran ser arquitectura, ya que las imágenes de una vida mejor o distinta que suscitaban no reemplazaban la vida efectiva. La arquitectura existía para ser habitada y solo se podía habitar en un espacio construido. No parece que aceptara que las ensoñaciones que las imágenes suscitan son anticipaciones de modos de habitar o, mejor dicho, no consideraba que dichas ensoñaciones pudieran ser sustitutos efectivos del habitar efectivo. Las imágenes remitían a la realidad y permitían entenderla, no sustituirla.
Podemos estar de acuerdo o no con la visión de la arquitectura de Eco pero sus análisis son aun hoy insustituibles, porque hacen pensar. Polémicos y, por tanto, vitales.
Hoy estamos un poco más solos. Se va a extrañar la lucidez de quien propuso considerar el ejercicio profesional de la arquitectura nada menos que como un humanismo práctico.
ResponderEliminarSaludos desde Montevideo
Quizá sea un buen momento para releer algunos de sus textos que es posible nos parezcan hoy más claros incluso
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