Fotos: Tocho, marzo de 2016
Una extensa trama de lucernarios de hormigón, a gran altura, sobre pilares periféricos que se asemejan a troncos grises de árboles tropicales, y nervadas columnas centrales, cubre una plaza dispuesta en dos niveles, abierta, unida a un exterior casi selvático, de la que arranca una amplia rampa que asciende y une varias plantas. Es tan ancha que se asemeja a un piso, como si no hubiera diferencias entre acceso y zonas de estar. Las plantas miran al vertiginoso vacío central libres de barandillas. Las rampas en uno y otro sentido componen una especie de tejido o de trenzado, o un conjunto de lianas, vistas de perfil, que se alzan en un extremo de la plaza y del vacío central.Varias cajas de hormigón, a diversas alturas, apoyadas en las columnas, acogen talleres.
El acceso al interior es gradual. Es imposible saber cuando ya se ha accedido definitivamente al interior. Quizá nunca. No existen paramentos en fachadas. La plaza continua el jardín y el bosque circundantes. Se diría que el interior acoge una única planta en espiral.
La Facultad de Arquitectura y Urbanismo de Sao Paolo es un hermoso edificio, abierto y protector, con amplísimos niveles con salas y talleres comunitarios. Las aulas y los despachos se concentran en dos estrechas franjas perimetrales en el último piso. Son los usuarios quienes dotan de función el resto de los espacios, zonas de encuentro o de estudio por la mañana, talleres por la tarde. La distribución es tan simple y lógica que parece que no podría organizarse de otro modo.
El ruido constante que reverbera en el amplio y alto espacio central, y la rudeza de los espacios y los detalles -que, paradójicamente, soportan sin afearse ni degradarse un trato inmisericorde a veces- no impiden que la FAU, la obra maestra del arquitecto Vilanova Artigas, sea uno de los mejores y más hermosos edificios universitarios modernos.
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