"(Existe) un trabajo propiamente humano. Una araña opera de modo similar a un tejedor, y la abeja es más hábil que muchos arquitectos gracias a la estructura de sus celdas. Mas, lo que distingue al peor de los arquitectos de la abeja más experta, es que aquél construye su celda en su mente antes de construirla en la colmena. El resultado de dicho trabajo preexiste idealmente en la imaginación del trabajador. No logra solo un cambio en la forma de materiales naturales; alcanza al mismo tiempo la meta de la que tiene plena conciencia, objetivo que determina su modo de acción como si fuera una norma, y al que debe subordinar su voluntad."
(Karl Marx, El Capital, 1867)
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