sábado, 30 de julio de 2016

Fraude (o ¿fraude?)

El descubrimiento de los restos de un barco vikingo en el lecho del río Mississipi en los Estados Unidos trastocó completamente la historia mundial en 2014: los vikingos habían llegado no solo hasta la costa canadiense sino que habían recorrido toda América del Norte hasta el Golfo de México.
La noticia ha resurgido hace pocos días.
Se trata, en efecto, de un descubrimiento que cambia la perspectiva de la historia, que debe ser reescrita.
Debería, si el barco fuera vikingo, o el hallazgo, fuera cierto.
Pero no lo es. No se ha desenterrado ningún barco, vikingo o no. La noticia es falsa, pero su impacto ha sido mundial. Se preparada incluso una muestra sobre este sensacional descubrimiento.

¿Qué es un fraude en arte? ¿Qué es una obra de arte o un artefacto fraudulento?
Se trata de un objeto indistinguible de uno genuino, es decir, de un objeto reconocido y aceptado como una obra de arte, artesanía o industrial: una pieza formada, manufacturada que puede exhibir destreza, dotada de todas las cualidades  sensibles imaginables, y que provoca el mismo efecto de deslumbramiento, curiosidad, deseo o repulsa que puede suscitar una obra de arte maestra. Un fraude no se distingue a simple vista.
Una obra fraudulenta pretende engañar: quiere pasar por ser lo que no es; el autor quiere confundir. La obra parece ser de una época que no le corresponde. Realizada en una fecha dada, quiere que se crea que es de una muy distinta.
Este hecho suscita una serie de dudas y de preguntas.

Fraudes artísticos han existido siempre. Casos recientes célebres como el osario de Cristo hallado hace algún año en Jerusalen, no son extraños. Muchas obras expuestas, a sabiendas o no, en museos, son falsos. En otros casos existen sospechas, fundadas o no. El kouros (estatua de un joven griega) del Museo Getty en los Ángeles sigue suscitando debates no resueltos. En ocasiones son partes de una obra que suscitan dudas. También existen obras compuestas en una época dada a partir de fragmentos de obras genuinas. Ninguna prueba científica puede, en este caso, detectar el engaño.

El creador de un fraude busca, por tanto, el engaño, por causas diversas: políticas, para emular artistas de otras épocas, para dañar la reputación de especialistas, para poner en evidencia criterios considerados erróneos, para divertirse o burlarse, etc.
Es, por tanto, la intención del artista la que determina si una obra es fraudulenta, independientemente de cuando ha sido realizada y de a qué época pretende ser adscrita. Los falsos cuadros de Barceló conviven con los verdaderos en el tiempo.
Mas, el discernir la intención del artista es difícil. Praxíteles esculpió una de las obras maestras de todo los tiempos: la llamada Venus de Cnide, una efigie de la diosas desnuda, la primera imagen de una diosa desnuda del arte griego. Y, sin embargo, es muy posible que Praxíteles no creyera en Venus. Dicha estatua era, en verdad, un retrato de su amante.
Por otra parte, todo el arte religioso pretende que creamos en la existencia de dioses y héroes. ¿Existen? ¿Creen los responsables de estas obras en su existencia? ¿Quieren que los espectadores -o los fieles- comulguen con ruedas de molino?

La valoración ética de la intención del artista puede ser un criterio para poner en evidencia un fraude, pero no siempre es relevante.
Obras maestras existen que fueron creadas con las peores intenciones: Miguel Ángel empezó su carrera como falsario. Hoy, sus obras que pretendía fueran confundidas con estatuas clásicas son obras maestras que aportan luz sobre el ideario, el gusto y los criterios estéticos del artista.
En verdad, un fraude dice mucho sobre su creador y sobre la época: sus valores, sus sueños y sus prejuicios.
Que se pretenda hacer creer que los vikingos descubrieron los Estados Unidos puede ser una simple broma -y el arte tiene una componente humorística: en ocasiones, como en el caso de la obra de Marcel Duchamp, que a veces firmó con un nombre falso aunque siempre reconociera su autoría, solo el humor la justifica o salva-, pero también puede revelar una visión de la historia que se querría distinta.
Es cierto que se juega con la credulidad de la época. Que los vikingos recorrieran el Mississipi podría haber ocurrido: los vikingos llegaron hasta lo que hoy es Canadá y navegaban por una extensa red de ríos. Después de todo, es así como llegaron a Centro Asia y a Bagdad. Hubiera sido más difícilmente admisible el fraude si se hubiera pretendido que los sumerios hubieran navegado hasta el sur de los Estados Unidos -aunque la Biblia afirmase que uno de los hijos de Noé estuvo en el origen de la población norteamericana, y esa creencia perduró durante mucho tiempo.
Pero el fraude vikingo dice mucho, sobre todo, sobre el gusto por la historia, las fábulas, y un pasado que queremos siempre más reluciente, y distinto del pasado de los vecinos. Bien lo sabemos en algunas autonomías españolas.
El pasado es siempre una construcción. Damos importancia a los romanos en detrimento de los fenicios no solo por razones históricas, por el legado del pasado, sino también por la manera cómo queremos ser considerados. Nos buscamos siempre determinadas raíces. Los árboles genealógicos son construcciones, basadas en la realidad, a veces bienintencionadas, pero construcciones al fin que destacan ramas -que dibujan ramas- a costa de otras.
El barco vikingo es un fraude porque los vikingos no llegaron al Mississipi, pero es un objeto genuino porque revela nuestra peculiar manera de entender la historia, porque demuestra que la historia ha sido forjada por nosotros, que nos damos el pasado que deseamos. Dice mucho sobre nuestros deseos: los expone y satiriza sobre éstos.
Los fraudes, en verdad, son necesarios. E inevitables.

3 comentarios:

  1. http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/04/150401_eeuu_artista_falsificador_donante_finde_wbm

    Un caso, también reciente, en que la necesidad de saciedad artística de los culturetas (entidades y consumidores), dan rienda a preguntarse qué ve la gente en un cuadro? se mira solo por la autoría? por pertenecer a un círculo social? (como quien viste unas nike). Supongo habrá de todo; en cualquier caso, un buen documental sobre el sistema museístico-comercial.

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    1. Muchas gracias por los enlaces
      El postulado según el cual arte es, hoy, lo que el mundo del arte bautiza y acepta como arte, da lugar a toda clase de situaciones cómicas cuando un objeto no es identificado como obra de arte y no es tratado como tal o, por el contrario, es confundido con una instalación dando lugar a una actitud reverencial evidentemente ridícula pero inevitable, cuya ridiculez pone en entredicho no tanto el espectador incauto pero respetuoso como los criterios que pueden manejarse a veces sin preocupaciones.
      El que cualquier cosa pueda ser arte no significa que lo sea o pueda ser, pero también es cierto que invita a mirar el mundo con atención y cierto respeto por sí las cosas pudieran ser portadoras de sentido
      Gracias nuevamente

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