Un careo consiste en un encuentro cara a cara, durante el cual uno de los participantes escudriña el rostro de la segunda personas a fin de leer -o de hallar-, en la expresión del rostro, hechos u actos desconocidos, y quizá delictivos, que la persona observada, un posible culpable, podría tratar de esconder.
La verdad perseguida se rastrea en el rostro. Pese a que la expresión tópica que establece una relación entre la cara y el alma que se asoma a aquélla está desprestigiada -una persona de alma negra puede tener una expresión angelical, y la cara de un sátiro, como bien contaban los discípulos de Sócrates, puede esconder la aspiración incesante al bien-, los detectives siguen apostando por la lectura crítica de las verdaderas intenciones en el rostro incluso impávido o inexpresivo.
El rostro se define como una imagen reveladora. Aparece como un mapa en el que, quien halla la clave o sabe leer aquél, puede encontrar el camino, aunque sea tortuoso y con múltiples callejones sin salida, en medio de un laberinto (¡de pasiones!), hacia la verdad, lo que aconteció o acontecerá. el rostro cuenta hechos del pasado y del futuro: Guarda trazas de lo acontecido y pronostica lo que sin duda llegará. El rostro asume la doble función de la prueba o la huella, y de la profecía. Lo que revela se manifiesta a través de una imagen enigmática que debe ser descifrada. Dicha imagen esconde, pero también denota, lo que se encuentra detrás. Es un muro y una puerta (cerrada, pero que indica, inevitablemente, que algo se halla detrás escondido, algo que no se quiere mostrar).
El verbo encarar introduce un matiz en la acción acometida durante un careo. El sustantivo cara está también en la raíz de este verbo: se muestra como un objetivo perseguido. Encarar, sin embargo, significa apuntar, dirigir una acción en una dirección determinada que culmina en una cara lejana, cara que se persigue puesto que da u otorga sentido a la acción. Se trata, de nuevo, de una persecución, pero también de una prosecución. No se busca necesariamente algo oscuro u oculto, sino algo desconocido -pero necesario o complementario. La vida mejorará cuando se emprenda la dirección correcta: justa y que lleva a "buen" término. Quienes encarar una situación son quienes andan perdidos, sin rumbo, y desean enderezar sus acciones o su vida: necesitan encontrar un hilo o un camino que les aparte de donde se encuentran y les conduzca hacia un puerto seguro. Este lugar, este paraíso, sueño u utopía me manifiesta como un rostro amable o bondadoso. Quien lo busca afronta la situación: no cierra los ojos ante las dificultades sino que los abre bien para encontrar y seguir la senda adecuada. No esconde o tuerce el rostro como si no quisiera ver o afrontar lo que le espera. La imagen -la cara- aporta la redención. tiene el poder de transformar una vida o un entorno. Incide poderosamente en éstos. Es una imagen dotada de una fuerza mágica que atrae y transforma (para bien, siempre que la senda seguida, ante una encrucijada como la que se mostraba a Hércules, a la mitad de su vida terrenal, sea la adecuada, pertinente, pese a -o dadas- las dificultades, las montañas por las que transita)
Envisager: un verbo francés compuesto a partir del sustantivo visage: cara Envisager no es exactamente encarar aunque designa una acción que culmina en un futuro distinto del presente, un futuro anhelado precisamente por la esperanza de cambio que aporta. Envisager se traduce por planificar, pensar. Una planificación exige un plano, un mapa que indica la senda correcta y los caminos equivocados que llevan a un objetivo deseado, cuya obtención tiene como fin una mejora de una situación presente. Pero un pensamiento no implica necesariamente un plano o una imagen. Por el contrario, rehuye, en principio, lo visual, porque las imágenes son consideradas engañosas. El pensamiento implica un ejercito de contención y ensimismamiento que se práctica con los ojos cerrados, con los ojos del alma -si se cree en la existencia de éstos- bien abiertos. No se quiere ver nada que distraiga. Sin embargo, este verbo francés postula la importancia de una imagen: una imagen verdadera, un verdadero icono, como el paño de la Verónica (que guarda las trazas o huellas del rostro del dios cristiano), emblema o prototipo de la imagen cristiana redentora, la imagen que salva a quien la contempla, a quien se mira en ella, a quien se siente observado por los ojos del retrato en el velo. No se puede pensar, organizar ni "planificar", se desprende de esta consideración que evoca el verbo envisager, sin la presencia de una imagen (un rostro) que nos atrae y nos guía. La imagen no lleva por el mal camino sino que es la meta, el fin del único camino que se puede seguir. Si un rostro no aguarda al final, el camino no tiene sentido. Curiosamente, la imagen, que se segunda con respeto a la realidad -de la que es una "simple" imagen- es lo que otorga espesor, veracidad, cuerpo y "sentido" al mundo. Sin imágenes vamos perdidos y no somos nadie.
Imágenes que son el final de un camino. Queda saber si la multiplicación incesante de imágenes configura un laberinto de vías que nos pierden, o carecen de vías de acceso y, por tanto, son inútiles o peligrosas, espejismos que no llevan a nada -que llevan a la nada-, inalcanzable (por la falta de caminos- y que distraen o apartan para siempre del camino inencontrable por las dificultades que implica su localización y su recorrido hasta el final. Supongo que no podemos hacer, y que la solución se encuentra tras un recorrido que posiblemente lleve ante un muro "ciego" -incapaz de mirarnos y de reflejar nuestra mirada.
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