Las filiaciones artísticas son a veces inesperadas. No habría podido asociar al dibujante y escultor minimalista norteamericano Sol LeWitt con el pintor impresionista francés Claude Monet.
Sin embargo, LeWitt fue no solo unos de los mejores intérpretes de algunas de las series de Monet -en concreto, de la serie de las Catedrales- sino que el estudio de las variación de las superficies y los volúmenes en función del tránsito del sol que emprendió Monet a principios del siglo XX determinó el arte de LeWitt, y dio nacimiento a un hermoso libro de artista dedicado a los imperceptibles cambios de un tosco muro de aparejo según la luz, que destaca algún ladrillo mal colocado o gastado, en detrimento de otro ensombrecido.
Dos tiempos corren: el tiempo que ha desvencijado el muro -otorgándole, sin embargo, "personalidad", volumen, cuerpo- y el tiempo que el paso de las horas señala mostrando a cada momento un detalle, una faceta distinta de las cosas.
El libro, a su vez se muestra como un muro, y el paso de las hojas coincide con el paso de las horas desvelando rasgos hasta entonces en la penumbra, mientras otros se ocultan. Muro frágil hecho de capas, de hojas, que el tiempo deposita y roba.
Un hermoso libro que no pudimos incluir en la muestra sobre cerámica y arquitectura en el Museo del Diseño de Barcelona -no se puede presentar todo-, a punto de concluir.
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