Cruces, banderas, pintadas.... el espacio público (plazas, calles, playas, paseos) español está invadido últimamente por "signos" de "diversos colores" (cárteles, pasquines, signos como lazos, banderas, pintadas etc.), plantados, atados, hincados, pintados para perdurar. Las actos parecen justos: se sitúan en un espacio público dónde, supuestamente, tenemos todos derecho a "manifestarnos". Los argumentos a favor o en contra de estas prácticas, empleados por representantes políticos y culturales, se apoyan precisamente en la libertad "de expresión" "pública", es decir el derecho que cada uno, o cada colectivo, tiene de hacer públicas sus sonoras, gráficas o visuales opiniones -"opiniones": es decir expresiones que no casan con "verdades"; los griegos distinguían bien entre la verdad y la opinión, siempre mudable.
Lo público es lo que pertenece al populus o pueblo, es lo que se puede publicar o manifestar libremente, sin temor al rechazo o la exclusión. Lo público es inclusivo -y exclusivo: pertenece "en propiedad" a todos. A todos (tal es otro de los significados de público).
Lo público es propio de adultos (pubes, en latín), de personas que han entrado en la pubertad. Lo público pertenece a personas que han entrado en la edad de la razón, que son razonables. Que tienen razones que pueden y deben contrastar.
Sin embargo, el espacio público es un un lugar donde manifestar o manifestarse, sino un espacio donde confrontar "ideas", "opiniones" o "puntos de vista". No se trata de imponer argumentos, sino de exponerlos, para que puedan ser contrastados. El espacio público es un escenario -acotado- donde se discuten y se dirimen diferencias. Se trata de un espacio de debate. Y éste tiene un tiempo de exposición y de reflexión. Se exponen, se contrastan y se resuelven distintas maneras de ver el mundo. Tras lo cual, el espacio público debe de volver a estar limpio de "símbolos identitarios". La discusión puede ser viva, acalorada incluso; siempre respetuosa. Tiene que tener sobre todo la capacidad de permitir la libre manifestación de cada manera de juzgar el mundo, a fin que todas las visiones puedan ser estudiadas antes de llegar a acuerdos. El espacio público es el espacio de los acuerdos. Lo acordado se aplica, se ejecuta. Ya no necesita defenderse.
Estas consideraciones sobre las características del espacio público, del que el ágora griega es un vivo y perdurable ejemplo, no implica que no se puedan ubicar "símbolos" o monumentos. Pero éstos tienen que ser aceptados por todos. En la Atenas clásica, por los ciudadanos y los dioses, y entre aquéllos, por las distintas "facciones". Pocos símbolos cumplen esta función: alguna bandera, alguna estatua, fiestas, cantos, celebraciones y procesiones (en la Atenas de Pericles, el altar de los héroes de la ciudad, un monumento a los dioses, la tumba del héroe fundador legendario: pocos signos, no siempre visibles, pero que cada ciudadano sabe que se encuentran y en los que puede soñar si no los percibe; en efecto, la tumba del héroe fundador o heroon se mantenía en un discreto lugar para no llamar la atención de los enemigos de la ciudad): elementos bien visibles -o imaginables- en los que cada ciudadano puede proyectarse y reconocerse. Símbolos asumidos por todos.
Estamos muy lejos no solo de la sabiduría clásico, sino del simple "sentido común".
El día menos pensado le destierran :-)
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