sábado, 14 de julio de 2018
JUSEP TORRES CAMPALANS (1886-1957)
Jusep Torres Campalans nació en Mollerusa en 1884 ó 1886. Tenía trece hermanos. Alto por su temprana edad, vestido siempre de pana, y con la cabeza afeitada, a los doce años huyó del seminario donde sus padres lo habían ingresado, y recaló en Gerona. Allí trabajó de ayudante en una fonda, de cartero, y de mozo de carga en la estación ferroviaria.
Tres años más tarde, enamorado de una actriz, se instaló en Barcelona (donde su novia lo abandonó). En una de sus correrías conoció a un joven pintor, Pablo Ruiz, quien se lo llevó, tras noches en el Paralelo, a un conocido burdel de la calle Aviñón.
Su pista se desdibuja un tiempo. Habría simpatizado con los anarquistas en la Barcelona que precede la Semana trágica. Se cuenta que habría intentado atentar contra el rey, pero este rumor no está probado. Lo cierto es que escapó del reclutamiento obligatorio -la Guerra de Melilla era una sangría, tras la lamentada pérdida de Cuba- y huyó a París, donde halló trabajo en el Mercado de les Halles. En una de sus visitas al Louvre, se reencontró con Pablo Ruiz, conocido ahora por Picasso. Renau retrató a ambos en un café, en una foto mítica. Se adaptó a la vida bohemia. Frecuentaba a Modigliani, a Braque, aunque Gris lo detestaba (la aversión era mutua). Hasta el inicio de la primera Guerra Mundial, anotó, en un célebre Cuaderno Verde, sus impresiones sobre el arte moderno, el cubismo en particular. Vivía del trabajo de su esposa, Ana María Merkel, doce años mayor que él.
La Primera Guerra Mundial, con París asediada, le empujó a México. Se instaló en Chiapas. Dejó de pintar. Y es allí donde el poeta Max Aub, cuando el exilio tras la Guerra Civil española, lo entrevistó, manteniendo largas conversaciones.
A su muerte, una galería de México organizó la primera exposición de la obra de Campalans -tras la fracasada muestra que la Tate Gallery preparaba en 1942, y que los bombardeos sobre Londres hicieron que fuera inviable. El pasmo fue general. El éxito, indescriptible (pese a la dudosa atribución de alguna obra: Campalans fue, sin duda, plagiado). Acudieron hasta quienes afirmaban haberlo conocido en Barcelona cincuenta años antes.
De pronto, se descubría, lo que una exposición, cinco años más tarde corroboraría, que Campalans había sido, seguramente, el inventor del cubismo, meses o un año antes que Picasso y Braque, quienes habrían adoptado los modismos de Campalans y las razones de dicho estilo, influido por las hasta entonces desconocidas vistas aéreas que la naciente aviación proporcionaba: huir de la engañosa ilusión perspectiva, para mostrar las múltiples facetas de la realidad (algunas invisibles).
La biografía de Campalans que el poeta Max Aub (1903-1972) escribió tras encontrarse con el artista en 1955 durante un viaje a México para impartir una conferencia sobre la ficción en El Quijote (dedicada a André Malraux, autor del Museo Imaginario), con la ayuda de los recuerdos de otros escritores, como un joven Cela, por ejemplo, y que publicó en 1958, recogía una gran parte de las notas de Campalans, que corroboraban la revolución que este artista olvidado había causado. La historia del arte moderno occidental debía ser escrita de nuevo. Un pintor que ya nadie recordaba, entre 1906 y 1914 había cambiado el rumbo del arte -sin ser, como bien reconocía (y como Gris se encargaba de proclamarlo a la menor ocasión), un gran artista (sus obras, en efecto, empalidecen antes las de Picasso y Braque, tan deudoras de las de Campalans, sin embargo).
Aun hoy, algunos críticos creen firmemente en la existencia de Jusep Torres Campalans, una extraordinaria ficción , ilustrada con pinturas y dibujos de Aub -que el poeta reveló a poco de la publicación del libro- que ironiza sobre la concepción del artista moderno, genial e imprevisible, y con la crítica del arte que valora la obra siempre novedosa, que ofrece siempre una mirada crítica o rompedora sobre la realidad.
Sin duda, uno de los mejores libros de teoría del arte. Una lectura deliciosa.
Dedicado a Marcel Borràs y Nao Albet, autores, directores e intérpretes de la extraordinaria obra Falsestuff. La muerte de las musas, aun en cartel (hasta el domingo 15 de julio) en el Teatro Nacional de Cataluña (TNC), Barcelona
(NB: El Museo de Arte Moderno. Centro Reina Sofía de Madrid dedicó una amplia e irónica exposición a Campalans en 2003 -que reforzó su prestigio)
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