El atentado contra obras de arte -estatuas, monumentos- es un hecho habitual en culturas y épocas diversas. Este daño no siempre lleva a la destrucción parcial o total de la obra, pero sí al vertido de líquidos -pintura, aceite- que manchan la obra y su buen nombre, manchas que no siempre son fáciles o posibles de eliminar.
El daño físico -vertidos, golpes, rayado, hurgado- se centra, casi siempre, en la cabeza -el cuerpo se decapita- y, en particular, en el rostro. La nariz es un órgano que a menudo sufre. Se suele arrancar. Pero son los ojos los que reciben los desvelos de quienes atentan contra la estatua.
Desfigurar es el verbo que designa el acto de dañar a una obra. To deface, en inglés. Ambos términos se componen con la partícula negativa de, y el verbo figurar -to face-. Figurar tiene dos significados, antitéticos. Por un lado, significa estar en un lugar determinado, estar presente. Figurar es mostrarse. Pero también significa aparentar. La apariencia es la cara visible de un ente o un ser, pero también designa solo la cara visible, dando a entender que el ente o el ser no tienen nada detrás de dicha fachadas. Son entes o seres planos, huecos, en cierta medida, que no son -no son nada- lo que parecen. Son entes o seres que engañan sobre lo que "verdad" son. Simular ser, pero son una cortina de humo, entes o seres sin ser, insustanciales. Quimeras.
Sin embargo, el sustantivo figura, en latín, posee significados que, si por un lado, se inclinan hacia el engaño -el verbo fingo significa modelar, pero también inventar falsedades, de ahí fingir: hacer ver lo que no se es-, por otro, implica una sólida y probada presencia. Figura, en latín, nada tiene que ver con la apariencia, sino con la "esencia" (figura, en lenguas latinas modernas, significa ilustración o ejemplo: una manera de mostrar lo invisible, de dar cuenta de la existencia de entes ideales. La expresión francesa cas de figure significa hipótesis, situación concebida, en francés: situation envisagée, del sustantivo visage: rostro; una situación que desvela su rostro, que muestra sus intenciones, que puede ser juzgada pertinentemente, cuya visualización permite calibrarla, y qu revela que el pensamiento implica la necesidad de una imagen para que "veamos" -imaginemos, preveamos- lo que nos espera): figura significa estructura (también modelado: una manera de hacer u obrar para dar forma y quizá vida a un ente o un ser), también manera de ser: la figura es el modo que adopta el ser para mostrarse, modo que le caracteriza y define. Cada ser tiene su personal modo de "figurar" -de presentarse, de estar presente, de tener una presencia.
Por tanto, desfigurar tiene una doble lectura: la neutralización de un ser o un ente "aparente", un ser cuyo engaño queda en evidencia, cuyo daño sufrido tiene como finalidad, desvelar y anular la ilusión que produce. Este tipo de atentado es fruto de la creencia, fundada o infundada -las creencias están al margen de fundamentos-, en el peligro que acarrea la "presencia" de una imagen, del contacto con ésta, del impacto o de la influencia que ésta ejerce, influencia necesariamente juzgada perniciosa. La imagen nos hace creer en lo que no es, y nos expone ante un vació (de sentido, o existencial) en el que podemos caer y perdernos. La imagen nos aparta de la "realidad" y nos aboca a un mundo sin sustancia, detrás del espejo o la imagen.
Pero desfigurar también significa desmontar una figura. El daño se dirige a lo que la sustenta, o a su carácter, su vida, su modo de ser. La figura queda así "despersonalizada", convertida en un ser o un ente sin rasgos propios, in una mirada o una voz personales. El daño afecta a lo propio, lo singular de un ente o un ser, aquello que lo convierte en un ente o un ser con el que se puede entrar en contacto o dialogar. La figura se convierte en un pellejo, un ser sin atributos.
La personalidad se manifiesta a través de la manera de mirar el mundo. Cada figura posee y expresa un punto de vista personal. A través de cada figura podemos entender el mundo, pues cada una encierra una comprensión de lo que nos rodea, de lo que somos. Este punto de vista es fruto de la agudeza visual, de la luz de inteligencia que emanan de los ojos. La desfiguración, por tanto, afecta a los ojos. Las figuras se ciegan. Los ojos se rayan o se sacan. Desde siempre, los ojos de las estatuas han sido los órganos más "sensibles", aquellos de los que hay que cuidarse, o que se tienen que cuidar. Arrancando o cortando los ojos a una estatua, impedimos que ésta nos mire mal, nos lance el mal de ojos, nos haga daño. La estatua deja de ser una presencia, una figura en cuyos ojos nos podemos perder. Los ojos son espejos que atrapan nuestro reflejo, óculos que encierran nuestra imagen reflejada. robándonos una parte nuestra, desposeyéndonos de nuestra imagen, convirtiéndonos en sombras, en seres invisibles, sin proyección alguna.
La desfiguración es una manera de protegernos, pero también una retorcida -pero efectiva- manera de reconocer la capacidad de la imagen de entrar en contacto visual con nosotros, de encararse con nosotros y de imponerse, hipnotizándonos. La desfiguración hace que la imagen pierda la cara, que su estatuto físico y moral se reduzca a nada. Ningunea a la imagen, sin que nos demos cuenta que sin imágenes no podemos vivir: la imagen es un reflejo de lo que somos, un testimonio de nuestra vitalidad, de nuestro modo de ser en el mundo. Los muertos y las sombras no se reflejan. La desfiguración baja el telón sobre el mundo, apaga la luz. Ya no podemos estar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario