Junto con Oscar Esplá, a quien admiraba, Salvador Azara es otro compositor español -religioso y profano- olvidado.
Muerto a los treinta y siete años de edad, seguidor de Wagner, Debussy y Schonberg, consideraba, como Proust, que el músico es el artista que trabaja en el vacío pues su obra se desvanece cuando se percibe, de la que solo queda el recuerdo, según comenta su excelente biógrafo, Antonio Ezquerro.
Miserere, recuperada hace apenas tres años, es su obra más celebrada.
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