La democracia ateniense era imperfecta. El buen gobierno de la ciudad-estado se sustentaba en el trabajo de esclavos y la exclusión del espacio y las decisiones públicos de una parte, quizá la más numerosa- de los habitantes: mujeres, esclavos y foráneos. Pese a poseer un sistema democrático (de demos: pueblo) -que no todo el mundo apreciaba: Platón lo criticaba por los riesgos del populismo o de la satisfacción concedida a los deseos del pueblo, suscitados por el propio gobierno-, Atenas tuvo visos imperiales. Sometió y maltrató a estados más pequeños y débiles e hizo pagar caro su protección. Finalmente, cayó en su lucha con Esparta en su intento de someter a toda Grecia.
El gobierno comprendía varias asambleas legislativas y ejecutivas amén de judiciales. El número de participantes era muy elevado, en algunos casos -aunque existían cámaras más manejables, compuestas por representantes de representantes. Los cargos eran electos, salvo en tiempos de crisis. La duración del cargo era breve. En algunos casos, un día. Todas las decisiones se votaban. Y se prohibía el nepotismo, considerado un sistema imperial oriental.
Pero lo cierto es que el nepotismo no imperaba en las monarquías y los imperios mesopotámicos, como tampoco lo hizo en el imperio romano, al menos en los inicios y en ciertos periodos. Los reyes o emperadores eran nombrados, no entre los descendientes directos de los monarcas precedentes, sino entre los candidatos más aptos, cercanos al círculo imperial, pero no necesariamente miembros de la familia gobernante, cuyos hijos podían ser apartados del poder. La sucesión paterno-filial en las monarquías occidentales no se impondría hasta la época moderna.
Hoy, en algunas comunidades, hemos vuelto a tiempos anteriores a Atenas: hijos, esposas, y miembros cercanos, sin ninguna preparación ni experiencia políticas, que conforman una gran familia calabresa, son nombrados candidatos, sucesores a dedo. Ah, los lazos de sangre. El tiempo es cíclico pese a las tentativas por imponer una visión lineal y no fatalista de aquél.
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