Los habitantes del pueblo (1927)
El laberinto (1938)
Fotos: Tocho, Julio de 2019
André Masson, o cómo un pintor relativamente mediocre (pero apasionante) pudo estar en el origen de una de las principales movimientos artísticos occidentales del siglo XX.
La excelente -documentada, bien montada y aún mejor contada- exposición dedicada a la influencia de Nietzsche en el pensamiento y la obra del artista surrealista francés André Masson, también marcado por Bataille, lejos del surrealismo daliniano o de Magritte-, en el Museo de arte Moderno de Ceret (Francia) -André Masson: una mitología del ser y de la naturaleza-, quizá la mejor exposición europea de este verano, revela cómo Masson, un artista de segunda fila (sin ningún menosprecio), inicialmente seguidor de Cézanne y, más tarde, influido por Picasso y Bataille, no solo influyó en Miro -Masson fue el primer artista en pintar sobre fondos de arena (una técnica asociada con Miró)-, sino que, tras su exilio a los Estados unidos, tras la Segunda Guerra Mundial, influyó decisivamente en las obras surrealistas de Pollock y en el arte de Arshile Gorky. Sus imágenes de carnicerías, con un trasfondo mitológico -Masson estaba fascinado por los violentos mitos, con escenas de raptos, violaciones, canibalismo y bestialismo, del Minotauro,la maga Medea y de las andanadas de Zeus-, y de espacios inquietantes y tenebrosos -castillos encantados en medio de bosques de los que no se sale con vida, laberintos- resuenan en los motivos de tótems y de sacrificios de Pollock.
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