Los evangelios no son crónicas históricas. Fueron redactados entre cuarenta y noventa años después de los hechos que narran. Se basaron, sin duda, en textos anteriores -que se han perdido- y en crónicas orales. Las fuentes que utilizaron no debían coincidir, lo que explicaría las divergencias, a veces notables, entre los cuatro evangelios, redactados no por los apóstoles a quienes se les atribuyen, sino por autores anónimos que firman con el nombre de un apóstol -no para engañar acerca de la autoría sino por respeto por el apóstol en cuya inspiración debían confiar. Los evangelios "canónicos " -es decir, reconocidos por la Iglesia como textos dignos de confianza- no solo se estructuran de manera distinta, y se centran en diversos periodos de la vida de Jesús, sino que se cuentan versiones distintas de un mismo hecho, y hechos a los que se concede importancia en un Evangelio no son mencionados en otros.
Hoy se sabe que estas diferencias no son importantes, porque los Evangelios no son textos de historia, no quieren ni pueden serlo. Tienen otra finalidad.
Las referencias explícitas o implícitas, las citas, a textos proféticos (de lo que posteriormente compondrá el Antiguo testamento), como los de Miqueas u Oseas, son constantes. Los profetas no cesaron de anunciar la venida de un Mesías, que sería un descendiente de David (un rey quizá imaginario).
Los evangelios se compusieron para dar fe de las profecías. por tanto, tanto la hechos como los dichos de Jesús tenían que ser un eco de los hechos y dichos de los profetas. Jesús (o Cristo, pues la figura de Cristo, distinta de la de Jesús, se estaba configurando, siendo Jesús de naturaleza -y persona o figura- humanas y Cristo, de naturaleza divina -en la figura humana de Jesús) tenía que haber tenido una vida, emprendido unas acciones y haber enunciado unas palabras que fueran un eco de lo que los profetas enunciaron, que tuvieran que corroborarlas. Los evangelios se redactaron para dar cuenta de la doble naturaleza, humana y sobre todo divina de Jesucristo, algo que hubiera sido impensable decenas de años antes, en tiempos de Jesús y aún más tarde, de Pablo, ya que Jesús era judío -y seguidor del Templo-, y no era concebible un hombre-dios, ni la llegada inminente del Mesías, que sellaría los tiempos.
Los Evangelios son textos, hermosísimos, apologéticos, en los que se mezclan hechos sin duda verídicos, con fabulas, mitos e interpolaciones e interpretaciones de los relatos proféticos, con el fin de dar cuenta de la llegada efectiva del Mesías, lo que causaría la escisión entre el judaísmo y los seguidores de esta nueva visión del judaísmo que ya estaba constituyendo una nueva religión.
Se recomienda la lectura de:
Armand Abécassis: Jésus avant le Christ. París: Presses de la Renaissance, 2019
Antonio Piñero: Aproximación al Jesús histórico. Madrid: Trotta, 2019
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