Un terreno, una casa, un coche, unos muebles, una obra de arte, una acción son propiedades o pertenencias. Cuando una herencia, se levanta acta, se documentan, se enumeran todas las posesiones susceptibles de ser transmitidas a los herederos. Del mismo modo, a fin de cubrir una deuda, con un banco, por ejemplo, un notario o un juez ordena que se cuente y se describa todo lo que pertenece al deudor. La expresión con la que designa a esta acción contable es: levantamiento de bienes. Los objetos antes descritos, desde una casa hasta una acción en bolsa, son unos bienes.
¿Por qué reciben el mismo nombre que un adjetivo que designa un valor o cualidad propio de una acción, o que persigue una acción? Realizamos acciones buenas, es decir, que persiguen el bien, hacer el bien. Las acciones así calificadas son aquellas que querríamos que nos hicieran, y que, por tanto, deberíamos emprender, ya que sabemos o intuimos que serán apreciadas del mismo modo que las apreciamos cuando las recibimos. El bien es el resultado de una acción que beneficia tanto al que la recibe cuando a quien la lleva a cabo: produce satisfacción, placer, bienestar. El bien hace la vida más llevadera.
¿Cumplen los bienes patrimoniales este objetivo? Un bien poseído tiene que tener, necesariamente, alguna relación con un bien ejecutado. Un bien tiene que, de algún modo, hacer el bien.
¿Es esto posible? Y, en este caso, ¿cómo?
Un bien es una cosa. Antiguamente, las cosas incluían personas consideradas como cosas: los esclavos, que formarían parte de los bienes familiares hasta la segunda mitad del siglo XIX, en los Estados Unidos y en posesiones coloniales catalanas, en Cuba, por ejemplo.
Esas cosas son posesiones y ganancias. Se han obtenido por herencia o durante la vida activa. Son los beneficios de una vida: cosas que nos hacen bien.
¿Qué significa? Esos bienes nos dejan en buen lugar. Son riquezas que nos colman, colman nuestras aspiraciones: el reconocimiento social y la capacidad de incidir en la sociedad. Gracias a esas posesiones podemos hacer el bien: podemos mostrarnos generosos, ayudar y regalar, podemos contribuir al bien general, en el bien entendido que dicha acción en apariencia desprendida nos beneficia: mejora o acrecienta nuestra buena imagen, es decir la imagen que los demás tienen de nosotros.
Los bienes son útiles poderosos: contribuyen al prestigio y al poder. Podemos comprar más bienes, y voluntades, como podemos desprendernos de algunos, para ayudar o para hundir a los demás. Una acción desprendida puede producir un desprendimiento, un quiebro en los mercados, en las posesiones ajenas que de pronto pierden valor cuando existe un exceso de unos mismos bienes en circulación.
Un bien es una cosa con el que podemos practicar el bien -llevar a cabo acciones que contribuyen al bienestar común- pero es también lo que nos hace bien: limpia nuestra imagen y quizá nuestra conciencia.
Las obras de arte forman parte de los bienes que poseemos. Nos dan placer, prestigio y poder, siempre que podamos evitar que otros los posean, pero cuidando que no parezcan tan inalcanzables que no susciten deseo ni envidia. Un bien es una moneda de cambio con la que obtenemos relaciones y servicios con la promesa de algún bien concedido.
La obra de arte es, por tanto, un útil poderoso y eficaz para, por un lado, solventar diferencias y por otro para crearlas. Forman parte de nosotros y, por tanto, son extensiones nuestras gracias a las cuales intervenimos, para bien o para mal, en la vida de los demás. la diferencia entre útil y obra de arte es sutil, quizá incierta o inexistente. Ambos nos sirven para nuestros fines: el reconocimiento de lo que somos, de que estamos por encima de los demás, de que formamos parte de quienes se reconocen porque poseen unos mismos bienes.
Es muy difícil delimitar la envidia que podamos suscitar, depende más de la percepción del evidioso que de la posesión de biendes de envidiado. Suscitan envidia los bienes tangibles, los que podemos vender o colocar en los mercados y no tanta envidia aquellos intangibles que contribuyen a mejorar el bienestar común.
ResponderEliminarSaludos
Francesc Cornadó
Gracias por la observación.
EliminarLa envidia está en el ojo del envidioso, es cierto.
Los bienes pueden contribuir al bien común, pero es posible que, incluso, en estos casos, su posesión suscite envidia. A mí me gustaría mucho poseer ciertos cuadros de la baronesa Thyssen. ¿La envidio? Algo....
Aunque no le deseo ningún mal: no le lanzo un mal de ojos -que es lo que envidia significa.
Un cordial saludo
la envida el egoismo los celos
ResponderEliminarson palabras que no me gustan
situaciones de imbalance
Nadie se merece eso
Tu texto complejo pero he aprendido...
gracias ...
un abrazo
Palabras que no nos gustan porque nombran aspectos nuestros que no querríamos que existieran -o que no querríamos ver.
EliminarMuchas gracias por su comentario