viernes, 7 de junio de 2024

Maqueta

Azorín logró un prodigio en su novela Doña Inés. El título de la misma se refiera a una mujer. Mas, los protagonistas de la novela no son de carne y hueso, sino de tela, de metal, de piedra, madera y cristal. Objetos cotidianos minuciosamente descritos, convertidos en los dueños inmóviles de la estancia que los envuelve, vestidos y brocados que recubren y suplantan a los personajes que los portan. Un mundo poblados de objetos menudos, dotados de vida propia, como si un bodegón de Morandi, o una naturaleza muerta barroca se animaran y relegaran a las figuras humanas convertidas en comparsas. Una novela única de frases cortas, tan escuetas que a veces se reducen a tres palabras. Palabras que son cosas. Palabras escritas que son casi jeroglíficos o signos cuneiformes: más que designar, son las cosas a las que nombran. Las cosas son palabras, y los capítulos del libro, tan escuetos, instantáneas, detalladas, de un interior: son el interior detallado. Una multitud de cosas que pueblan los interiores, como pueblan las palabras las hojas del libro. La antítesis de las novelas de Juan Benet, por ejemplo, cuyas descripciones minuciosas, empero, posiblemente deban mucho a Azorín. 

Entre los objetos que organizan (o suplen) la vida de doña Inés se hallan dos maquetas de arquitectura, dignas de verse. Doña Inés no duda en acudir a su exposición pública. Maquetas expuestas y que constituyen el objetivo de un paseo, como lo pudiera ser una obra de arte. Maquetas que se exhiben como un espectáculo, que atraen la atención y organizan el día a día de doña Inés, cuya actividad consiste en recorrer la ciudad y acudir al reclamo de las maquetas.
Éstas son las célebres maquetas de madera del palacio real de Juvara, y la maqueta del puerto de Cádiz. Dos piezas que se han alzado al estatuto de obra de arte y que deben contemplarse como quien atiende a un cuadro, una talla o una reliquia.

Azorín se documentaba. En ocasión la documentación mutaba en plagio. La descripción de la ubicación de la maqueta del palacio está literalmente transcrita del libro de Antonio Ponz, Viaje a España, en cuyo sexto volumen describe la susodicha obra“se exponía en el taller que se halla debajo del arco que comunica el jardín de la Botica real”. 

En cuanto “al modelo del puerto y ciudad de Cádiz, (…)" Azorín precisa -desconozco la fuente a la que el escritor recurrió- que " estaba en el Buen Retiro” (Doña Inés, XIII).

La maqueta del Palacio Real ha sido abundantemente estudiada. Su destino final era la de ser mostrada públicamente, exhibida a la vista de todos, como un objeto aislado, con vida propia, libre de la servidumbre de la obra construida. Una maqueta que se debía apreciar por sí misma, sin tener en mente que se trataba de un proyecto que culminaba con la obra construida, y cuya razón de ser dejaba de tener sentido o validez una vez el palacio edificado.

La maqueta desapareció. Su rastro se perdió. Sin embargo, Elías Tormo escribió en Las iglesias de Madrid que "el modelo corpóreo del Palacio Real, que costó un capital en tiempos de Felipe V, que se guardó singularmente en los reinados sucesivos, que estuvo expuesto, bajo Isabel II, en Galería pública (...) se vendió poco después en un Museo público como madera vieja para el Rastro (...), el más lamentable e inexplicable caso de pérdida". Acertara o no en su afirmación no lo podemos saber. 

Pero lo que sí se desprende del texto de Azorín, en consonancia con los deseos de Juvara, es que las maquetas trascendían su meta función proyectual. Existían para ser admiradas y su visión podía dar sentido a un día de una una vida sin sentido como la vida de doña Inés.


Véanse:

BLANCO MOZO, J.L. (2022): “Filippo Juvara y la maqueta del Palacio Real Nuevo de Madrid: el proceso creativo de un proyecto arquitectónico frustrado”, Academia, 124, p. 24, n. 44

CATENA, E. (1983): edición crítica de Azorín: Doña Inés, p. 106, n. 24

PONZ, A. (1723): Viage de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables, y dignas de saberse, que hay en ella. Tomo VI, Madrid y sitios reales inmediatos, pp. 100-102

TORMO, E. (1927): "Adiciones y rectificaciones. Núm. 20; Capilla Real", Las iglesias del viejo Madrid. A. Marzo, fascículo 2, p. 209-210 


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