jueves, 9 de mayo de 2024

Oratoria

 “ suponiendo, como supongo, que es arte de bien hablar, se ha de confesar que ella contribuye para que el orador sea hombre bueno. Y cierto que aquel Dios, primera causa de todas las cosas, y autor de todo el mundo, por ninguna otra cosa distinguió más al hombre de los irracionales y mortales brutos que por la facultad de decir: pues vemos que nos exceden en la grandeza de sus cuerpos, en las fuerzas, en la robustez, en el sufrimiento y en la velocidad, y que ellos menos que nosotros necesitan de ayuda ajena. Porque la velocidad en andar, el alimentarse y el nadar lo aprendieron de la naturaleza sin otro maestro. La mayor parte de ellos se defienden del frío con su misma piel, tienen sus armas naturales y el alimento a la mano: cuando al hombre todo esto le cuesta mucho trabajo. Pero a nosotros ella nos dotó de razón, como cosa la más principal, por la que quiso que nos pareciésemos a los dioses inmortales.”

(Quintiliano: Instituciones oratorias, II, xviii)


Seguramente no debería ser yo quién redactara este comentario. Iba poco a clase en la facultad por miedo a que el profesor me hiciera salir a la pizarra y me interrogara en público, no porque no me supiera la lección, sino porque tenía que exponerla en público. Hablar en público sigue siendo una montaña, ya no en el aula, pero sí en reuniones y asambleas. El tartamudeo y la confusa elocución se imponen y lastran la comprensión, provocándome vergüenza cuando recuerdo el momento de la intervención fallida, aún más fallida cuando se me pide mi opinión en voz alta ante la mirada de los asistentes

Tratando de olvidar u obviar  la impertinente intervención, se observa en reuniones la cada vez más deficiente oratoria de docentes y de estudiantes. Representantes escogidos hablan de manera confusa y breve, o sin fin, impidiendo que se sepa cuál es el argumento o el punto de vista que se pretende enunciar. La dispersión , la confusión y la falta de síntesis lastran las intervenciones públicas de representantes de colectivos. 

No sabemos hablar en público.

La oratoria no es solo una manera excelente de comunicarte, sobre todo, de persuadir, sino que es el medio más acertado o efectivo de pensar. Hablar en público no es solo hablar, sino que es pensar en público, un pensamiento que se construye a medida que se enuncia. Lo que queremos expresar solo se descubre, tanto para el orador como para el oyente, cuando se enuncia y a medida que se enuncia. Las palabras pronunciadas tienen vida propia. Aparecen y se organizan de un manera que, en la callada meditación, en un diálogo con uno mismo, no se configuran. Pensamos cuando hablamos. Pensamos bien, es decir con acierto, perspicacia, lucidez, cuando nos expresamos ante los demás; una expresión que requiere poder y saber hablar con soltura, sin escucharse hablar, con el apoyo de la gestualidad. Un orador no solo ocupa un espacio sino que lo crea.

 El buen orador, además, no solo habla, sino que sabe cuando quedarse en silencio, un alto que refuerza lo que acaba de enunciar y anima lo que contará tras esta pausa. Hablar bien es saber estar y saber callar: callado y sin embargo no mudo, paradójicamente, porque el silencio puede ser elocuente y reforzar lo enunciado. El habla sin silencios, en cambio, es una habla ininteligible, como si no se dijera nada, como si contásemos naderías.

La oratoria -el hablar en público- exige memoria. El recurso a la lectura, con la mirada fija en un documento escrito, sin poder levantar la vista y mirar a los ojos de los oyentes, hunde una exposición pública. El orador parece hablar para sí. 

Mas, la memoria se adiestra. El ejercicio del recitado público de poesías que se debían aprender de memoria, cuando el alumno era invitado u obligado a alzarse para recitar en voz alta lo aprendido, era un ejercicio que se practicaba en las escuelas. Ejercicio temible y fastidioso , cuya necesidad no se percibía, y que ha caído en el olvido. Hoy se descubre sus beneficios. Ya no sabemos cómo alzarnos, prepararnos para hablar en público, es decir, pensando que nos dirigimos a unos oyentes a los que tenemos que seducir y convencer. Oyentes predispuestos a la escucha, atentos, pero que pronto pueden ser víctimas del desafecto si el orador es incapaz de atraparlo.

Si pensar es saber hablar, nuestra actual incapacidad por hablar en público lastra nuestra capacidad reflexiva. Y sin reflejos no sabremos cómo encarar el mundo no reaccionar ante él. Solo cabrá el silencio embarazoso de quien ya nada tiene que decir, vencido, sin convencimiento ni ideas propias, la mente en blanco , como si ya no fuera de este mundo.




martes, 7 de mayo de 2024

DEREK JARMAN (1942-1994): GARDEN OF LUXOR (BURNING THE PYRAMIDS) (JARDÍN DE LUXOR (INCENDIANDO LAS PIRÁMIDES, 1972)

 

 Cortometraje experimental del cineasta británico Derek Jarman, en Súper 8 pasado a 16 mm, compuesto por imágenes de postales y descartes de películas comerciales

Sobre este cortometraje, véanse, por ejemplo, estos enlaces: https://www.centrepompidou.fr/es/ressources/oeuvre/cL9aE69 - https://mubi.com/es/es/films/garden-of-luxor

lunes, 6 de mayo de 2024

Neufert









 El criterio que este blog utiliza para los nombres propios consiste en que los nombres y apellidos se escriben con mayúsculas en el título del texto, y en minúsculas cuando se trata del título de una obra.Entonces: ¿NEUFERT o Neufert?

Pocos arquitectos han visto que su apellido (sin necesidad de mencionar siquiera el nombre) haya dado lugar al nombre de una obra, independientemente del título de ésta. Arte de proyectar en la arquitectura: ¿qué evoca este título, más allá del nombre de un posible tratado arquitectónico indefinido o genérico? Mas, para arquitectos y profesores de cierta edad, la simple palabra de Neufert posiblemente evoque, no a un autor, sino el título del manual de diseño arquitectónico más célebre y utilizado aún hoy -en España, se comercializa hoy la dieciseisava edición; en ciertos países, la cuarentava. Tras el tratado helenístico de Vitrubio, “el” Neufert debe de ser la publicación arquitectónica más divulgada y reeditada, tras casi cien años desde la primera edición.

Libro normativo, de consulta sobre medidas estándar, fue escrito por el jefe del taller de Walter Gropius, el arquitecto, educado en la Bauhaus, tras su paso por Barcelona y su encuentro con el arquitecto Antoni Gaudí, Ernst Neufert (1900-1986). 

Con la llegada al poder del partido nazi en Alemania y la orden de clausura de la Bauhaus, Neufert viajó a los Estados Unidos. Regresó, sin embargo, a Berlín para enrolarse en el estudio del llamado arquitecto del tercer Reich y amigo de Adolf Hitler, Albert Speer, prologuista de la primera edición alemana.. 

Neufert no sufrió penalidad alguna tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Recientemente se ha sospechado que pudo participar en el proyecto del campo de exterminio de Auschwitz -cuyos planos están firmados por un despacho de arquitectura de las SS.

Lo que sí se acaba de descubrir y de comprobar es que Neufert pidió a Martin Bormann, (siniestro) secretario personal de Hitler, en 1944, que mediara y entregara un ejemplar de su obra al Führer.

Ni la imagen canónica de la portada, un varón desnudo con el brazo erecto, ni la de soldados de las SS como ejemplos de medidas canónicas, non parece habernos hecho arquear de cejas o rasgar los ojos en los últimos cincuenta y cinco años. 

Nuestra fe (es una cuestión religiosa) en la arquitectura moderna nos salva de cualquier sospecha. 

Varias exposiciones en Alemania, este año, levantan el velo sobre las “medidas de Neufert”, en el sentido amplio de la expresión.


Agradecimientos por los datos de primera mano del arquitecto y doctorando, con una beca para la formación del personal investigador (Fellowship), en Barcelona y en Karlruhe, David Mesa.

Dos imágenes han sido remitidas por David Mesa.

Los errores solo son imputables al redactor de este breve texto


Agradecimiento también al arquitecto y docente Arcadio de Bobes quien ha comunicado que el hierático hombre modélico utilizado por Neufert se basa en una figura, más “humana”, dibujada por el matemático y filósofo hegeliano decimonónico Adolf Zeising, quien buscaba y habría hallado la “divina” o áurea proporción en la naturaleza. La figura antropomórfica inspiró también  el Modulor de Le Corbusier.


domingo, 5 de mayo de 2024

Facha

 





Fotos: Tocho, mayo de 2024: la colonia obrera Castells, en Barcelona, reducida a su fachada, que simula delimitar un pasaje, en medio de un nuevo jardín, con el que poco tiene que ver.

La fachada es la faz (fácies, en latín, faciès, en francés) de un edificio. Aunque existen rostros sin cuerpo en la literatura -y máscaras, que son rostros, en la realidad, pero que solo cobran vida cuando una persona se arriesga a cubrirse el rostro con aquélla-, y cuerpos desfigurados -en la realidad-, una fachada o una cara implican la existencia de un cuerpo detrás, que se muestra gracias a su facha.

La fachada es lo que se descubre. Es un edificio visto. La fachada es la imagen que un edificio transmite. Es la cara amable, visible de un cuerpo. Dicha cara guarda y debe guardar relación con el cuerpo.

La fachada cumple una doble función: completa y  cierra un volumen, y encierra un interior. Una fachada, por tanto, se interpone ante nuestro avance. Nos corta el paso, nos obliga a dar un rodeo. La fachada protege el cuerpo.

 Pero también lo abre. Salvo en casos de guerra, cuando la toma de un edificio, el acceso se realiza a través de la fachada principal. Ésta se distingue del resto de los lados, que envuelven un cuerpo, pero no lo muestran. La fachada no es un muro ciego. No es una muralla. Más que bloquear el paso, como hemos escrito, lo encauza, lo orienta. Nos señala por donde podemos y tenemos que acceder. La fachada presenta aperturas, umbrales, puertas, zaguanes, ventanas. Suponemos que detrás de estos ocultos se encuentran espacios que comunican con el exterior. Las ventanas ciegas o cegadas no existen: devienen muros. 

Todas estas obvias consideraciones se desmoronan cuando lo único que se conserva de un edificio es la fachada. Deja de tener sentido. Se convierte en un decorado. Precisamente, en el mundo del espectáculo, de la ficción, los edificios son sugeridos mediante fachadas, detrás de las cuales no hay nada. Si se cruzan, el visitante se encuentra en el mismo lugar,  tras un telón, descubriendo tan solo la trastienda de un decorado: un desplazamiento inútil que nada aporta o desvela.

¿Qué razón existe pues para conservar una fachada que simule un edificio? Un edificio convertido en un decorado, degradado a un simple panel con la esperanza que mantenga la ilusión que un edificio sigue en pie. Una calle, un barrio, una ciudad reducidos a una escenografía. Un espejismo. Una nada. Un triste destino.

Aunque se diga que al mal tiempo….


Examen

 El mes de mayo, el mes de los exámenes académicos.

Encontramos exámenes que tienen contenido, con peso, y otros ligeros, livianos, insustanciales. Argumentos de peso contrapuestos a los que apenas dejan huella, como si no pesaran suficientemente y son barridos ante cualquier objeción. Pero un texto pesado tampoco es relevante; no se le puede acarear; no aporta nada, no enriquece. Se tiene que abandonar. 

Pesar, medir son consustanciales con las pruebas o los exámenes. Literalmente, un examen, en latín, es la aguja de una balanza. Un examen mide o pesa conocimientos y capacidades de utilizarlos. Las ideas o los argumentos fundamentados tienen poso. Pensar y pesar son verbos sinónimos. Un pensamiento que marca, merecedor de atención, sopesa argumentos como si los depositara en una balanza y acaba con un balance gracias al cual decide cuáles tienen mayor entidad, obviando los que son evanescentes.


¿Examinar o examinarse? Todo examen nos pone a prueba. La resolución del problema exige un careo. Tenemos que hacer preguntas, hacernos preguntas. Un examen nos permite y nos obliga a estudiarnos. Tenemos que poner el acento y mirar a lo que estudiemos, pero también debemos que volver la mirada hacia nosotros y ser plenamente conscientes, lúcidos, de lo que vamos a emprender. Pues un examen es una aventura que mide nuestras fuerzas. Se trata de un reto que debemos superar, sin abandonarnos, superados por el envite. Un examen exige conocimientos y fuerza moral. De algún pone, un examen mide nuestra capacidad, nuestro ánimo, nuestra entereza para afrontar la vida. El resultado de la resolución del examen es una sensación de alegría y paz. No nos hemos derrumbado. Acabamos fortalecidos.


La palabra examen está emparentada con el término actuación. Examinar es un hacer (agere, en latín, que ha dado el verbo francés agir). Este acto se comunicaba al exterior (ex-amen), para que sea sopesado. Agere es uno de los verbos latinos con más matices, con un campo semántico más amplio. Designa todo tipo de actuaciones, elaboraciones, construcciones; entre aquéllas, las que recurren a la palabra: las interpretaciones del actor. Sus palabras y sus gestos son vitales porque permiten que un personaje cobre vida. 

Un examen modélico no es letra muerta: aporta un punto de vista personal, echa luz sobre un problema, lo resuelve. El enigma se desvela. Su contenido inalcanzable se pone a nuestra disposición. El examen es una ventana al mundo. Valora la capacidad de apreciarlo, de abrirlo. Gracias al examen se manifiesta nuestra comprensión del mundo y nuestra habilidad para comunicarla a través de unos recursos al alcance de todos. 

Un examen no es un castigo. Es un juego de precisión que exige que sepamos calibrar bien lo que tenemos que analizar, distribuyendo el peso de cada argumento a fin de lograr un resultado, un punto de vista equilibrado, en el que propuestas contrapuestas se conjuguen y den cuenta de la complejidad del mundo. Pesar o pensar requiere atender a visiones distintas, poniendo en evidencia las múltiples caras de la realidad.

Un examen es un juego de construcción que requiere hallar el lugar correcto de cada punto de vista, a fin que la demostración no se derrumbe. Agilidad, destreza, vista, previsión son dones o capacidades (que se cultivan, se adiestran)  que entran en juego para edificar un texto sólido, bien trabado, en el que las partes se relacionan y se suceden sin desequilibrar el conjunto. 

De algún modo, un examen es una precisa obra de arquitectura, una construcción que se eleva paso a paso apuntando a la resolución de un problema. Un hermoso ejercicio que se vive siempre con el miedo al derrumbe. Como en toda construcción que trata de aclarar el mundo. Construir conlleva la asunción del fracaso, cuya superación pone de manifiesto la capacidad creativa de quien está sometido a examen.

Dicho eso, todos tememos suspender: quedar colgados, como si tuviéramos unas soga al cuello, sin poder avanzar….


sábado, 4 de mayo de 2024

GEORGES FRANJU (1912-1987) & HENRI LANGROIS (1914-1977): LE MÉTRO (1934)


 

Franju y Langlois fueron los fundadores de la Cinemateca Francesa, el archivo de cine más importante del mundo 

GEORGES FRANJU (1912-1987): LES YEUX SABS VISAGE (LOS OJOS DIN ROSTRO, 1960)


 

La obra maestra del cine de terror, del director de cine francés Georges Franju, conocido por sus documentales sobre arquitectura (véanse entradas sucesivas en los próximos días) -la casa del cirujano es un elemento protagonista de esta historia-, reveladora de la relación entre rostro y máscara, que los griegos ya postularon. El rostro -o la máscara-, como imagen prototípica, reveladora a la vez que capaz de ocultar lo que recubre (y exhibe o, mejor dicho, distorsiona).
La película es dura. Pero es el mejor tratado sobre el retrato, origen del arte como medio para interpretar , recrear (y suplantar) la creación de vida. 

jueves, 2 de mayo de 2024

Salvador Dalí sobre Le Corbusier




https://www.ina.fr/ina-eclaire-actu/video/i12250878/salvador-dali-propos-sur-le-corbusier-et-picasso 

Visión legal de la filmación de la entrevista

Cuando Dalí es lúcido y certero -si es que alguna vez no lo fue

Intérprete


 

Quién es el autor de un texto: ¿el redactor, o el lector?

La pregunta, en este caso, tiene una respuesta rápida y contundente: el lector o intérprete.

El texto adquiere pleno sentido, gana matices en los que el redactor no pensó, y se enriquece, se construye o reconstruye, se estructura y sobre todo apunta hacia un objetivo claro, evitando la dispersión, gracias a los comentarios de quien va a presentar el libro. 

El redactor escribe una partitura; el lector (la lectora) la interpreta. Le da vida. Pone el acento en lo relevante, si lo hubiera, obviando lo superfluo y lo innecesario.

 Un trabajo de composición que el corrector de estilo ya ha realizado previamente, analizando cada palabra, reestructurando frases, eliminando líneas o párrafos innecesarios o redundantes, e interrogando el texto. 

Mas, aún falta un componente innecesario: la voz que aporta el intérprete (el lector, el presentador), leyendo calladamente o en voz alta. 

Del mismo modo que una composición solo puede ser juzgada a través de su interpretación, la valoración, positiva o negativa, de un texto, se alcanza gracias a la lectura (pública, en este caso) de éste. 

Solo se puede dar las gracias a María Rubert, autora del libro -si no se avergüenza de él.

Mas adelante, una nueva presentación podría tener lugar en Madrid 

miércoles, 1 de mayo de 2024

Señal

 El curso llega a su fin. El fin del discurso está cerca. Ha discurrido siguiendo un cauce que se ha ido trazando a medida que se avanzaba. El objetivo podría cumplirse. Pero no está ganado de antemano. La aproximación ha requerido un viaje, emprendido conjuntamente.

Un objetivo: el verbo latino objicio significa lanzar hacia adelante, colocar delante de nosotros, proyectar y animar. También, inspirar, a fin de facilitar el avance, la aproximación a lo que se hallaba lejos y era desconocido. Tras el curso seguido, el avance, se descubre poco a poco, se devela. El saber es una iluminación que requiere una aproximación a tientas en los inicios, acompañada por el guiar del enseñante/

Enseñar implica, literalmente, hacer señales. El enseñante apunte, muestra, revela, descubre. Invita al descubrimiento, y deja que éste acontezca, que la revelación sea una experiencia personal. El placer des descubrimiento. 

Una señal es una advertencia, un aviso. Indica la dirección que se sigue, si ésta se dirige hacia la meta que se persigue. El enseñante es un guía. Deja marcas que ayudan a no no errar. Marcas que son palabras, gestos que orientan. Facilita el avance; muestra los obstáculos; anima a proseguir pese a las posibles dificultades. No grita, ni expulsa a nadie. El grito encoge el ánimo. Impide el avance.

Todos tienen que poder seguirle, cuidando por  donde camina, si la senda es practicable. Abre la vía por la que los estudiantes transitan. Un enseñante tiene que estar a la escucha de los que siguen sus pasos. Vela para evitar que nadie se pierda. Se detiene si es necesario. El descanso y la recapitulación  son imprescindibles. Se revisa el camino ya cubierto. Se apuntan las últimas etapas. 

Las señales tienen sentido. Son significativas . Significare, en latín, se traduce por mostrar, por dar a entender. La enseñanza es un don, es decir es un bien que se ofrece. Un gesto en doble dirección: la donación y la recepción, que da sentido a la ofrenda. El receptor, el estudiante, al igual que el enseñante, son los beneficiarios de la entrega. Ambos ganan. El gesto del enseñante no acontece el vacío. Pero el don solo es aceptable -y se acepta-, es de recibo, si no se impone. El bloqueo de la imposición cierra la puerta a la transmisión del conocimiento. 

Enseñar es saber escuchar, estar receptivo a las necesidades de quienes quieren aprender, es decir aprehender, ser capaces de coger y acoger un conocimiento, haciéndoselo suyo.

Un conocimiento que tras la distribución se convierte en un bien compartido. La transmisión del saber es un ritual. Acontece en el aula, una palabra que, en griego antiguo, designaba el patio (aulé) de una morada y también de santuario en el que, poco a poco, se va ilustra, se va haciendo la luz. De hecho, aunque no existía una palabra específica para designar un templo, toda vez que un templo era una morada (oikos) de un dios, la aulé era el espacio donde la divinidad, encerrada en su celda, aceptaba mostrarse y dialogar con los mortales. El aulé era el lugar donde los inmortales se “humanizaban”. Una clase, en cierta medida, es una ceremonia; una ceremonia de entrega de algo inmaterial: el conocimiento que llena una hora o una vida. Un aula es un espacio de diálogo, de intercambio. No existe experiencia más plena que una clase donde el diálogo prende, donde se debate -para sortear, entender, aceptar los obstáculos que se nos interponen en la prosecución del saber.

El enseñante se pone a la cabeza. Los signos que emite invitan al tránsito. Toda una clase se pone en marcha. El movimiento es sostenido. Los paros provisionales. Los abandonos rescatados, aunque impliquen la revisión del camino proyectado. La senda tiene que adaptarse a las fuerzas de quienes transitan. 

Pero el avance del enseñante no es indefinido. Llega el día en que sabe que debe ceder el paso y entregar el testigo a quien le sucede.

El conocimiento forma parte de una cadena. Es un trabajo o un esfuerzo colectivo, un bien que no es de nadie sino común, comunitario, una puesta en común de lo descubierto y aprendido.




La tumba del héroe fundador











Fotos: Tocho, Paestum, abril de 2024

 
Lejos del acceso, apartado de los tres célebres grandes templos griegos, casi intactos, cercano a la muralla de la ciudad, tras cruzar un campo cubierto por un manto de hierbas crecidas por las recientes lluvias, y salpicado de sillares de construcciones griegas y romanas sepultadas, invisible desde los distintos caminos que cruzan el yacimiento, mal ubicado incluso en los mapas, y escapado de las visitas masivas de grupos de turistas y escolares, agazapado sobre la tierra como la concha de un animal prehistórico, apenas levanta la cabeza un modesto tejado a dos aguas, rehundido en una hondonada artificial. Medio enterrado, enteramente invisible hace dos mil setecientos años bajo un túmulo circula que señala la tumba del fundador de la colonia griega de Posidonia (Paestum, tras la conquista romana), se halla lo que se conoce como un herôon: un santuario dedicado al fundador de la ciudad.

Se trata de uno de los dos únicos herôa llegados hasta nosotros. La otra tumba descubierta se halla en Cirene, en la costa libia, si bien el herôon de Cirene estaba dedicado a la fundadora mítica de la colonia, mientras que el de Posidonia albergaba, entre ofrendas, los restos del fundador real, hoy desconocido, empero, de la colonia griega.

Los herôa eran unos santuarios muy especiales. Cubrían la tumba de un humano, enterrado, al contrario que el resto de los ciudadanos, cuyas tumbas se ubicaban fuera del recinto de la ciudad, en el centro de la urbe, en ocasiones en el corazón mismo del ágora. Por otra parte, se trataba del único recinto sagrado, y del único culto asociado a éste, consagrado a un mortal, y no a una divinidad o a un héroe mítico.

Los fundadores eran quienes habían encabezado los desplazamientos coloniales desde la Grecia continental hasta nuevas tierras donde los colonos se instalaban. Dichas colonias ocupaban espacios muy acotados, cabe la costa, desdeñados por poblaciones nativas siempre instaladas en altozanos. Estos inciertos desplazamientos por mar no pretendían explotar tierras ni poblaciones, sino que se trataba de movimientos migratorios provocados por el hambre, dado que las limitadas riquezas agrícolas y ganaderas griegas no permitían el cuidado de una creciente población urbana a partir del siglo VIII aC, un movimiento que cesó con la ocupación romana de Grecia.

Templos griegos en buen estado se encuentran en el Mediterráneo y en el Próximo Oriente, en Atenas misma. Ten solo quedan dos herôa, en cambio.

Protegido por tejas planas bien conservadas, la tumba del héroe fundador es un modesto santuario, testimonio del agradecimiento de los colonos hacia su guía. Desde la tumba, éste seguía velando sobre la ciudad que había fundado. Su presencia era necesaria. Por este motivo, la ubicación del herôon era secreta. Estaba oculto y solo los rituales llevados a cabo carca del túmulo indicaban que la tierra albergaba los restos de un ser que merecía ser tratado como un dios.

El herôon de Paestum es uno de los pequeños monumentos más significativos de la cultura de la Grecia antigua, continental y colonial. 

martes, 30 de abril de 2024

La atención de los dioses




 

Foto: Tocho, Máscara de la diosa Hera, s. VI aC, terracota, santuario de Hera, Posidonia, Museo de Paestum (Italia).


Los dioses, inmutables, sonríen, distantes y condescendientes, ante las plegarias humanas.Ni tan siquiera miran a los trémulos fieles. Los ojos entornados, la mirada velada, ensimismada, se diría que apuntan hacia la lejanía, por encima de las testas angustiadas. No son humanos y están muy lejos de los temores humanos.

Mas, en ocasiones, están a la escucha. Son todo oídos. No sabemos si atenderán a nuestros ruegos, pero confiamos que nuestras oraciones les lleguen, aunque no manifiesten emoción alguna. La sonrisa no desaparece ni se agranda. La mirada no desciende. Pero parecen prestarnos atención.



domingo, 28 de abril de 2024

La trastienda sangrienta (anfiteatro romano de Puzzuoli,, s. I dC)





























 

Fotos: Tocho, Pozzuoli, abril de 2024


Los subterráneos (que albergan los fragmentos de las columnas de un pórtico superior caído, desaparecido) del anfiteatro de Pozzuoli, cabe Nápoles y Cumae, ideado quizá por el mismo arquitecto que el del Coliseo Romano, a mitad del siglo I dC, constituyen uno de los más logrados y perversos juegos espaciales romanos: un juego de luces y sombras, de macizos y huecos, de arcos, bóvedas, pasadizos rectos y curvados, de nichos, estancias y pasillos, de columnas, pilares y arcos. Un juego que milenios más tarde Piranesi describiría.

Añadidos al anfiteatro en el siglo II dC, los subterráneos, de los que ascendían hasta el escenario, decorados, animales y gladiadores, que componían un ritual sangriento en pos de la vida eterna del emperador, son un laberinto cuyas vías se abren en todas direcciones y que parece no tener fin gracias al perímetro curvo del espacio que impide vislumbrar los límites espaciales. 

Es difícil orientarse; se pasa una y otra vez por el mismo lugar o acaso por uno similar que se se sepa bien dónde uno se encuentra. Las galerías constituyen un mundo oscuro, que hacer perder el sentido de la orientación, y que prepara a las víctimas al deslumbramiento de la arena, rendidas antes de luchar, tras las pérdida de referencias espaciales que los subterráneos provocan. Constituyen un hábil, calculado ingenio espacial para que las víctimas se sintieran desamparadas, cuando, tras la red de galerías que giran una y otra vez, se enfrentaban a las amplitud y el vacío de la arena. 

Aún hoy, la experiencia rebela el poder de la arquitectura para desestabilizar e infundir miedo en víctimas a punto de ser sacrificadas, para condicionar la vida y la muerte.