viernes, 10 de mayo de 2024

Salud

 Saludamos a los amigos y conocidos, a quienes queremos y admiramos, y el saludo es un deseo de buena suerte. Les deseamos salud.

El encuentro suele acontecer en el espacio público. Encuentro imprevisto, inesperado, cuyo saludo mutuo sella el reconocimiento.

Por el contrario, negamos el saludo a quienes no queremos. No los deseamos; y deseamos que no tengan salud; que la mala suerte les afecte.

Andar por la calle, encontrarse con amigos y conocidos, y con la retirada del saludo, es una de las peores experiencias en público. La falta de saludo implica la falta de reconocimiento. De pronto, se diría que las personas del entorno desvíen la mirada. No quieren vernos. Actúen como si no nos conocieran. La falta de reconocimiento, que el saludo expresa, nos convierte en personas invisibles. Es decir, dejamos de ser personas; de ser. Ya no contamos. Somos porque alguien nos ve, nos reconoce y nos saluda. Existimos en los ojos y la palabra ajena. La falta de una señal de connivencia abre un vacío alrededor nuestro. Nos suma, nos hunde en el vacío. 

Solo podremos salir del pozo, ascender a la luz, dejar atrás este periodo de oscuridad si nos vuelven a saludar. El saludo en nuestra salvación. Nos sana. Nos cura. Expresa el cuidado con el que se nos trata. Un saludo es una deferencia, la manifestación que no somos nadie, don nadie, sino que contamos. 

Salus, en latín, es un adverbio que significa entero. Su falta nos parte, nos rompe, quiebra nuestra entereza. Nos sentimos desprotegidos, como si fuéramos almas en pena, espectros de quienes han desaparecido (de la vista de los demás). 

Una comunidad es un círculo familiar y de amistades. Un círculo rodea, protege, integra. La carencia del saludo nos expulsa del grupo. Éste nos da la espalda. Se niega a mirarnos. 

No es casualidad, sin duda, que el templo dedicado a la diosa Concordia, en Roma, acogiera una estatua de culto de una de las diosas latinas más antiguas, la diosa Salus, sin cuya presencia, la ciudad no podía “ser”. Una diosa, una figura femenina. Alejada de tods  contienda.

En un círculo estamos a salvo. Nos proporciona seguridad (otro de los significados de salus). El saludo salva, en efecto. Nos integra o reintegra. Un saludo de reconocimiento (tú eres Pedro y sobre esta piedra…. así se funda la ecclesia, es decir, literalmente, la comunidad -de comulgantes, que comulgan con unos mismos valores y pueden, por tanto, mirarse a la cara, sin bajar la vista) es el desencadenante del trazado a apertura de un espacio común, donde los miembros -los ciudadanos- se miran y se hablan. Se desean (salud). 

jueves, 9 de mayo de 2024

Oratoria

 “ suponiendo, como supongo, que es arte de bien hablar, se ha de confesar que ella contribuye para que el orador sea hombre bueno. Y cierto que aquel Dios, primera causa de todas las cosas, y autor de todo el mundo, por ninguna otra cosa distinguió más al hombre de los irracionales y mortales brutos que por la facultad de decir: pues vemos que nos exceden en la grandeza de sus cuerpos, en las fuerzas, en la robustez, en el sufrimiento y en la velocidad, y que ellos menos que nosotros necesitan de ayuda ajena. Porque la velocidad en andar, el alimentarse y el nadar lo aprendieron de la naturaleza sin otro maestro. La mayor parte de ellos se defienden del frío con su misma piel, tienen sus armas naturales y el alimento a la mano: cuando al hombre todo esto le cuesta mucho trabajo. Pero a nosotros ella nos dotó de razón, como cosa la más principal, por la que quiso que nos pareciésemos a los dioses inmortales.”

(Quintiliano: Instituciones oratorias, II, xviii)


Seguramente no debería ser yo quién redactara este comentario. Iba poco a clase en la facultad por miedo a que el profesor me hiciera salir a la pizarra y me interrogara en público, no porque no me supiera la lección, sino porque tenía que exponerla en público. Hablar en público sigue siendo una montaña, ya no en el aula, pero sí en reuniones y asambleas. El tartamudeo y la confusa elocución se imponen y lastran la comprensión, provocándome vergüenza cuando recuerdo el momento de la intervención fallida, aún más fallida cuando se me pide mi opinión en voz alta ante la mirada de los asistentes

Tratando de olvidar u obviar  la impertinente intervención, se observa en reuniones la cada vez más deficiente oratoria de docentes y de estudiantes. Representantes escogidos hablan de manera confusa y breve, o sin fin, impidiendo que se sepa cuál es el argumento o el punto de vista que se pretende enunciar. La dispersión , la confusión y la falta de síntesis lastran las intervenciones públicas de representantes de colectivos. 

No sabemos hablar en público.

La oratoria no es solo una manera excelente de comunicarte, sobre todo, de persuadir, sino que es el medio más acertado o efectivo de pensar. Hablar en público no es solo hablar, sino que es pensar en público, un pensamiento que se construye a medida que se enuncia. Lo que queremos expresar solo se descubre, tanto para el orador como para el oyente, cuando se enuncia y a medida que se enuncia. Las palabras pronunciadas tienen vida propia. Aparecen y se organizan de un manera que, en la callada meditación, en un diálogo con uno mismo, no se configuran. Pensamos cuando hablamos. Pensamos bien, es decir con acierto, perspicacia, lucidez, cuando nos expresamos ante los demás; una expresión que requiere poder y saber hablar con soltura, sin escucharse hablar, con el apoyo de la gestualidad. Un orador no solo ocupa un espacio sino que lo crea.

 El buen orador, además, no solo habla, sino que sabe cuando quedarse en silencio, un alto que refuerza lo que acaba de enunciar y anima lo que contará tras esta pausa. Hablar bien es saber estar y saber callar: callado y sin embargo no mudo, paradójicamente, porque el silencio puede ser elocuente y reforzar lo enunciado. El habla sin silencios, en cambio, es una habla ininteligible, como si no se dijera nada, como si contásemos naderías.

La oratoria -el hablar en público- exige memoria. El recurso a la lectura, con la mirada fija en un documento escrito, sin poder levantar la vista y mirar a los ojos de los oyentes, hunde una exposición pública. El orador parece hablar para sí. 

Mas, la memoria se adiestra. El ejercicio del recitado público de poesías que se debían aprender de memoria, cuando el alumno era invitado u obligado a alzarse para recitar en voz alta lo aprendido, era un ejercicio que se practicaba en las escuelas. Ejercicio temible y fastidioso , cuya necesidad no se percibía, y que ha caído en el olvido. Hoy se descubre sus beneficios. Ya no sabemos cómo alzarnos, prepararnos para hablar en público, es decir, pensando que nos dirigimos a unos oyentes a los que tenemos que seducir y convencer. Oyentes predispuestos a la escucha, atentos, pero que pronto pueden ser víctimas del desafecto si el orador es incapaz de atraparlo.

Si pensar es saber hablar, nuestra actual incapacidad por hablar en público lastra nuestra capacidad reflexiva. Y sin reflejos no sabremos cómo encarar el mundo no reaccionar ante él. Solo cabrá el silencio embarazoso de quien ya nada tiene que decir, vencido, sin convencimiento ni ideas propias, la mente en blanco , como si ya no fuera de este mundo.




martes, 7 de mayo de 2024

DEREK JARMAN (1942-1994): GARDEN OF LUXOR (BURNING THE PYRAMIDS) (JARDÍN DE LUXOR (INCENDIANDO LAS PIRÁMIDES, 1972)

 

 Cortometraje experimental del cineasta británico Derek Jarman, en Súper 8 pasado a 16 mm, compuesto por imágenes de postales y descartes de películas comerciales

Sobre este cortometraje, véanse, por ejemplo, estos enlaces: https://www.centrepompidou.fr/es/ressources/oeuvre/cL9aE69 - https://mubi.com/es/es/films/garden-of-luxor

lunes, 6 de mayo de 2024

Neufert









 El criterio que este blog utiliza para los nombres propios consiste en que los nombres y apellidos se escriben con mayúsculas en el título del texto, y en minúsculas cuando se trata del título de una obra.Entonces: ¿NEUFERT o Neufert?

Pocos arquitectos han visto que su apellido (sin necesidad de mencionar siquiera el nombre) haya dado lugar al nombre de una obra, independientemente del título de ésta. Arte de proyectar en la arquitectura: ¿qué evoca este título, más allá del nombre de un posible tratado arquitectónico indefinido o genérico? Mas, para arquitectos y profesores de cierta edad, la simple palabra de Neufert posiblemente evoque, no a un autor, sino el título del manual de diseño arquitectónico más célebre y utilizado aún hoy -en España, se comercializa hoy la dieciseisava edición; en ciertos países, la cuarentava. Tras el tratado helenístico de Vitrubio, “el” Neufert debe de ser la publicación arquitectónica más divulgada y reeditada, tras casi cien años desde la primera edición.

Libro normativo, de consulta sobre medidas estándar, fue escrito por el jefe del taller de Walter Gropius, el arquitecto, educado en la Bauhaus, tras su paso por Barcelona y su encuentro con el arquitecto Antoni Gaudí, Ernst Neufert (1900-1986). 

Con la llegada al poder del partido nazi en Alemania y la orden de clausura de la Bauhaus, Neufert viajó a los Estados Unidos. Regresó, sin embargo, a Berlín para enrolarse en el estudio del llamado arquitecto del tercer Reich y amigo de Adolf Hitler, Albert Speer, prologuista de la primera edición alemana.. 

Neufert no sufrió penalidad alguna tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Recientemente se ha sospechado que pudo participar en el proyecto del campo de exterminio de Auschwitz -cuyos planos están firmados por un despacho de arquitectura de las SS.

Lo que sí se acaba de descubrir y de comprobar es que Neufert pidió a Martin Bormann, (siniestro) secretario personal de Hitler, en 1944, que mediara y entregara un ejemplar de su obra al Führer.

Ni la imagen canónica de la portada, un varón desnudo con el brazo erecto, ni la de soldados de las SS como ejemplos de medidas canónicas, non parece habernos hecho arquear de cejas o rasgar los ojos en los últimos cincuenta y cinco años. 

Nuestra fe (es una cuestión religiosa) en la arquitectura moderna nos salva de cualquier sospecha. 

Varias exposiciones en Alemania, este año, levantan el velo sobre las “medidas de Neufert”, en el sentido amplio de la expresión.


Agradecimientos por los datos de primera mano del arquitecto y doctorando, con una beca para la formación del personal investigador (Fellowship), en Barcelona y en Karlruhe, David Mesa.

Dos imágenes han sido remitidas por David Mesa.

Los errores solo son imputables al redactor de este breve texto


Agradecimiento también al arquitecto y docente Arcadio de Bobes quien ha comunicado que el hierático hombre modélico utilizado por Neufert se basa en una figura, más “humana”, dibujada por el matemático y filósofo hegeliano decimonónico Adolf Zeising, quien buscaba y habría hallado la “divina” o áurea proporción en la naturaleza. La figura antropomórfica inspiró también  el Modulor de Le Corbusier.


domingo, 5 de mayo de 2024

Facha

 





Fotos: Tocho, mayo de 2024: la colonia obrera Castells, en Barcelona, reducida a su fachada, que simula delimitar un pasaje, en medio de un nuevo jardín, con el que poco tiene que ver.

La fachada es la faz (fácies, en latín, faciès, en francés) de un edificio. Aunque existen rostros sin cuerpo en la literatura -y máscaras, que son rostros, en la realidad, pero que solo cobran vida cuando una persona se arriesga a cubrirse el rostro con aquélla-, y cuerpos desfigurados -en la realidad-, una fachada o una cara implican la existencia de un cuerpo detrás, que se muestra gracias a su facha.

La fachada es lo que se descubre. Es un edificio visto. La fachada es la imagen que un edificio transmite. Es la cara amable, visible de un cuerpo. Dicha cara guarda y debe guardar relación con el cuerpo.

La fachada cumple una doble función: completa y  cierra un volumen, y encierra un interior. Una fachada, por tanto, se interpone ante nuestro avance. Nos corta el paso, nos obliga a dar un rodeo. La fachada protege el cuerpo.

 Pero también lo abre. Salvo en casos de guerra, cuando la toma de un edificio, el acceso se realiza a través de la fachada principal. Ésta se distingue del resto de los lados, que envuelven un cuerpo, pero no lo muestran. La fachada no es un muro ciego. No es una muralla. Más que bloquear el paso, como hemos escrito, lo encauza, lo orienta. Nos señala por donde podemos y tenemos que acceder. La fachada presenta aperturas, umbrales, puertas, zaguanes, ventanas. Suponemos que detrás de estos ocultos se encuentran espacios que comunican con el exterior. Las ventanas ciegas o cegadas no existen: devienen muros. 

Todas estas obvias consideraciones se desmoronan cuando lo único que se conserva de un edificio es la fachada. Deja de tener sentido. Se convierte en un decorado. Precisamente, en el mundo del espectáculo, de la ficción, los edificios son sugeridos mediante fachadas, detrás de las cuales no hay nada. Si se cruzan, el visitante se encuentra en el mismo lugar,  tras un telón, descubriendo tan solo la trastienda de un decorado: un desplazamiento inútil que nada aporta o desvela.

¿Qué razón existe pues para conservar una fachada que simule un edificio? Un edificio convertido en un decorado, degradado a un simple panel con la esperanza que mantenga la ilusión que un edificio sigue en pie. Una calle, un barrio, una ciudad reducidos a una escenografía. Un espejismo. Una nada. Un triste destino.

Aunque se diga que al mal tiempo….