domingo, 31 de julio de 2016

ROMAIN GAVRAS (1981): JAMIE XX: GOSH (2016)



Si un lector ha apreciado el anterior vídeo musical urbano (aunque no la canción), quizá mire este vídeo (del hijo del director de cine Costa-Gavras) rodado en la nueva ciudad china de Tianducheng -una copia (un ¿fraude?) de París que incluye una versión del palacio y los jardines de Versalles, alrededor de una réplica de la Torre Eiffel, bajo una bóveda plomiza, y la atenta vigilancia de un cercado de torres anónimas deshabitadas.

EL ARQUITECTO, SEGÚN KARL MARX (1818-1883)

"(Existe) un trabajo propiamente humano. Una araña opera de modo similar a un tejedor, y la abeja es más hábil que muchos arquitectos gracias a la estructura de sus celdas. Mas, lo que distingue al peor de los arquitectos de la abeja más experta, es que aquél construye su celda en su mente antes de construirla en la colmena. El resultado de dicho trabajo preexiste idealmente en la imaginación del trabajador. No logra solo un cambio en la forma de materiales naturales; alcanza al mismo tiempo la meta de la que tiene plena conciencia, objetivo que determina su modo de acción como si fuera una norma, y al que debe subordinar su voluntad."

(Karl Marx, El Capital, 1867)

¿Leyó Le Corbusier esta página?

sábado, 30 de julio de 2016

Fraude (o ¿fraude?)

El descubrimiento de los restos de un barco vikingo en el lecho del río Mississipi en los Estados Unidos trastocó completamente la historia mundial en 2014: los vikingos habían llegado no solo hasta la costa canadiense sino que habían recorrido toda América del Norte hasta el Golfo de México.
La noticia ha resurgido hace pocos días.
Se trata, en efecto, de un descubrimiento que cambia la perspectiva de la historia, que debe ser reescrita.
Debería, si el barco fuera vikingo, o el hallazgo, fuera cierto.
Pero no lo es. No se ha desenterrado ningún barco, vikingo o no. La noticia es falsa, pero su impacto ha sido mundial. Se preparada incluso una muestra sobre este sensacional descubrimiento.

¿Qué es un fraude en arte? ¿Qué es una obra de arte o un artefacto fraudulento?
Se trata de un objeto indistinguible de uno genuino, es decir, de un objeto reconocido y aceptado como una obra de arte, artesanía o industrial: una pieza formada, manufacturada que puede exhibir destreza, dotada de todas las cualidades  sensibles imaginables, y que provoca el mismo efecto de deslumbramiento, curiosidad, deseo o repulsa que puede suscitar una obra de arte maestra. Un fraude no se distingue a simple vista.
Una obra fraudulenta pretende engañar: quiere pasar por ser lo que no es; el autor quiere confundir. La obra parece ser de una época que no le corresponde. Realizada en una fecha dada, quiere que se crea que es de una muy distinta.
Este hecho suscita una serie de dudas y de preguntas.

Fraudes artísticos han existido siempre. Casos recientes célebres como el osario de Cristo hallado hace algún año en Jerusalen, no son extraños. Muchas obras expuestas, a sabiendas o no, en museos, son falsos. En otros casos existen sospechas, fundadas o no. El kouros (estatua de un joven griega) del Museo Getty en los Ángeles sigue suscitando debates no resueltos. En ocasiones son partes de una obra que suscitan dudas. También existen obras compuestas en una época dada a partir de fragmentos de obras genuinas. Ninguna prueba científica puede, en este caso, detectar el engaño.

El creador de un fraude busca, por tanto, el engaño, por causas diversas: políticas, para emular artistas de otras épocas, para dañar la reputación de especialistas, para poner en evidencia criterios considerados erróneos, para divertirse o burlarse, etc.
Es, por tanto, la intención del artista la que determina si una obra es fraudulenta, independientemente de cuando ha sido realizada y de a qué época pretende ser adscrita. Los falsos cuadros de Barceló conviven con los verdaderos en el tiempo.
Mas, el discernir la intención del artista es difícil. Praxíteles esculpió una de las obras maestras de todo los tiempos: la llamada Venus de Cnide, una efigie de la diosas desnuda, la primera imagen de una diosa desnuda del arte griego. Y, sin embargo, es muy posible que Praxíteles no creyera en Venus. Dicha estatua era, en verdad, un retrato de su amante.
Por otra parte, todo el arte religioso pretende que creamos en la existencia de dioses y héroes. ¿Existen? ¿Creen los responsables de estas obras en su existencia? ¿Quieren que los espectadores -o los fieles- comulguen con ruedas de molino?

La valoración ética de la intención del artista puede ser un criterio para poner en evidencia un fraude, pero no siempre es relevante.
Obras maestras existen que fueron creadas con las peores intenciones: Miguel Ángel empezó su carrera como falsario. Hoy, sus obras que pretendía fueran confundidas con estatuas clásicas son obras maestras que aportan luz sobre el ideario, el gusto y los criterios estéticos del artista.
En verdad, un fraude dice mucho sobre su creador y sobre la época: sus valores, sus sueños y sus prejuicios.
Que se pretenda hacer creer que los vikingos descubrieron los Estados Unidos puede ser una simple broma -y el arte tiene una componente humorística: en ocasiones, como en el caso de la obra de Marcel Duchamp, que a veces firmó con un nombre falso aunque siempre reconociera su autoría, solo el humor la justifica o salva-, pero también puede revelar una visión de la historia que se querría distinta.
Es cierto que se juega con la credulidad de la época. Que los vikingos recorrieran el Mississipi podría haber ocurrido: los vikingos llegaron hasta lo que hoy es Canadá y navegaban por una extensa red de ríos. Después de todo, es así como llegaron a Centro Asia y a Bagdad. Hubiera sido más difícilmente admisible el fraude si se hubiera pretendido que los sumerios hubieran navegado hasta el sur de los Estados Unidos -aunque la Biblia afirmase que uno de los hijos de Noé estuvo en el origen de la población norteamericana, y esa creencia perduró durante mucho tiempo.
Pero el fraude vikingo dice mucho, sobre todo, sobre el gusto por la historia, las fábulas, y un pasado que queremos siempre más reluciente, y distinto del pasado de los vecinos. Bien lo sabemos en algunas autonomías españolas.
El pasado es siempre una construcción. Damos importancia a los romanos en detrimento de los fenicios no solo por razones históricas, por el legado del pasado, sino también por la manera cómo queremos ser considerados. Nos buscamos siempre determinadas raíces. Los árboles genealógicos son construcciones, basadas en la realidad, a veces bienintencionadas, pero construcciones al fin que destacan ramas -que dibujan ramas- a costa de otras.
El barco vikingo es un fraude porque los vikingos no llegaron al Mississipi, pero es un objeto genuino porque revela nuestra peculiar manera de entender la historia, porque demuestra que la historia ha sido forjada por nosotros, que nos damos el pasado que deseamos. Dice mucho sobre nuestros deseos: los expone y satiriza sobre éstos.
Los fraudes, en verdad, son necesarios. E inevitables.

MICHEL GONDRY (1963): KYLIE MINOGUE, COME INTO MY WORLD (BOULOGNE-BILLANCOURT, PARIS, 2002)



...o la periferia de parís (Boulogne-Billancourt) vista por el cineasta Michel Gondry.
Un vídeo musical que no es de hoy, premiado, y que quizá merezca una revisión -por la imagen.
La imagen de la ciudad en los vídeos musicales es casi un tema propio.

miércoles, 27 de julio de 2016

LUCIA SHULZ (MOHOLY, 1894-1989): BAUHAUS (O A LA SOMBRA DE...)






































¿Ha vuelto a ocurrir?
Recientes estudios han sugerido o probado que no todas las obras maestras de arquitectos y artistas son de quienes loas firmas, sino de figuras a la sombra, casi siempre esposas o amantes ¿Se ha exagerado esta lectura a la luz de nuevos criterios? Mies van der Rohe, Alvar Aalto, Le Corbusier, Auguste Rodin, por citar algunos casos más conocidos, habrían minusvalorado o no citado la contribución -o la total autoría- de algunas de "sus" obras más relevantes o conocidas de estos. Un caso más reciente afectaría al arquitecto Enric Miralles quien intentó borrar el nombre de Carmén Pinós -cuya obra posterior no está lastrada del manierismo casi caricaturesco que lastró las últimas obras de Miralles por su cuenta-, tras la disolución del matrimonio y el estudio, en una publicación italiana que la justicia paró.

Lucía Schulz se casó con el fotógrafo Lázsló Moholy-Nagy del que se separó en 1929. Su importancia quedó eclipsada. Los historiadores piensan que su contribución al arte experimental de Moholy-Nagy fue mucho más importante de lo que la historia cuenta y que posiblemente fuera la autora de las fotografías más emblemáticas del artista checo. Sin embargo, quedó tan ensombrecida que no se sabe a fe cierta qué obras son suyas. Existen más atribuciones que certezas.

La arquitecta e historiadora Beatriz Colomina bien ha insistido en la importancia de la fotografía y la publicidad en el éxito planetario de la arquitectura racionalista, medios que arquitectos como Le Corbusier manejaron con maestría. Hoy, no cabe ningún arquitecto sin un fotógrafo. Las casas, antes de ocuparse, antes incluso de amueblarse, deben fotografiarse. Luego, la vida las reduce.
La fama, la fascinación de las prístinas formas racionalistas no provino de su existencia real, sino de las imágenes que se publicaron. Muchas fueron tomadas seguramente por Lucia Schulz. De algún modo, la Bauhaus y el racionalismo son ella, o suyos.
Una exposición, hoy, en Madrid, dentro del marco de PhotoEspaña, recuerda o pone el acento en su obra.



lunes, 25 de julio de 2016

EAMONN DOYLE (1969): DUBLIN(ESES) (2014-2016)



















Cuando parecía que la fotografía urbana ya no revelada nada más de la ciudad, un músico irlandés, Eamonn Doyle, ha reverdecido el género con dos libros, el segundo de reciente publicación.

Retrata figuras, no entornos urbanos. apenas fragmentos de fachada, cubiertas de torres anónimas, apenas señales que indiquen dónde se ubican. Mas estas figuras no podrían estar en otro lugar. Caminan siempre, de frente, de lado o de espaldas, casi siempre solas, encorvadas, con la cara triste, crispada contraída, dominados por los agudos volúmenes que los dominan y las marcas de las calles que les señalan el camino.
 El primer libro retrataba a ancianos; el segundo enfoca también a jóvenes. Son paseantes de la calle donde trabaja el fotógrafo en la ciudad irlandesa de Dublín; desfilan cada día a la misma hora; recorren el mismo camino. Doyle los retrata a menudo de espaldas, o con la cara vuelta hacia la calzada. Son figuras agresivas, y al mismo tiempo sombras encuadradas por las fachadas que los atenazan. La ciudad se descubre en sus gestos, su manera de caminar, de encogerse. A veces parecen figuras paradójicamente arquetípicas: son don nadie y, sin embargo, cargan con una historia que los marca, y les carga la espalda. No cesan de andar. A derecha y a izquierda. Rozan las paredes. No se sabe hacia dónde.