jueves, 29 de abril de 2021

Elecciones

 “ Otra vez (¿qué es esto, cielos?) 

queréis que sueñe grandezas

que ha de deshacer el tiempo?

¿Otra vez queréis que vea

entre sombras y bosquejos

la majestad y la pompa 

desvanecida del viento?

¿Otra vez queréis que toque

el desengaño, o el riesgo

a que el humano poder

nace humilde y vive atento?”


(Pedro Calderon de la Barça: La vida es sueño)

miércoles, 28 de abril de 2021

La destrucción

¿Qué persigue, qué consecuencias tiene la destrucción, por ejemplo de una obra de arte, un edificio, una comunidad?

Destruir viene del verbo en latín destruere, el cual, a su vez, se compone del prefijo de que señala un movimiento descendente, de caída o derrumbe, de abandono, y del verbo struere.

Struere significa disponer por capas, por ejemplo, ladrillos, con el fin del alzamiento -en un movimiento ascendente, de crecimiento- de un muro. Cuando se construye una estructura (una palabra relacionada con el verbo anterior), se dispone, de manera sólida, cada elemento en su sitio; se ordenan los componentes de un todo, de manera que se ubiquen en el lugar que les corresponde. Esta disposición no siempre responde a unas "buenas intenciones": Struere también significa maquinar, tender una trampa, que tiene como finalidad la caída de una presa. Pero la trampa es efectiva si está correctamente organizada, si se planifica "bien". El orden es esencial para lograr una estructura eficaz.

Destruir, por tanto, significa desubicar: cada elemento o componente, previamente ubicado, tiene que perder su sitio. Se le desplaza a un lugar que no le corresponde; se le obliga a dejar su plaza. Cuando se destruye, se descompone, se desordena el orden existente. Las relaciones entre elementos, entre pares, se disuelven. Un todo, una comunidad, por ejemplo, un conjunto articulado y bien tramado, se deshace. Los ligámenes que permitían que cada cosa ocupara el lugar que le pertenece y en el que se encuentra "bien¨", se rompen. 

Cada cosa campa por su cuenta, entonces, sin atender a las demás. Todos los elementos se desinteresan de las necesidades de los que hasta entonces formaban parte de una misma familia. La destrucción más eficaz no conlleva necesariamente la destrucción sistemática de cada parte, sino la ruptura de la red de relaciones entre elementos, que pierden así su razón de ser. Su sentido. Fuera de la trama que justificaba su presencia, se convierten en elementos errantes, fuera de lugar, sin nada qué hacer. La aniquilación es aún mayor, pues implica la pérdida de rumbo, la súbita pérdida de sentido. los elementos ya no saben cual es su función y su destino, qué esperan, qué se espera de ellos, hacia donde tienen que tender. Los tendidos, los puentes se han roto. La vida ya no circula. El corto-circuito desactiva la vida de un conjunto.

La destrucción de una comunidad, una ciudad, una casa, se ceba en las relaciones de buena vecindad, y busca producir enfrentamientos, conflictos. La aceptación del otro, la mano tendidas, deja de ser de recibo. Las puertas se cierran; los muros, las fronteras, se alzan; los puentes, las pasarelas, se levantan. Ya no ha contacto, comunicación, comunión. De una armonía interna. que permite la libertad de cada elementos, bien instalado, se pasa a un mundo de bloques, a la parálisis. Nada ni nadie puede circular. El bloqueo, el agarrotamiento paraliza, la rigidez gana, la visión se vuelve obtusa, la mirada se acorta, aparecen orejeras, la apertura de miras se cierra y, al límite, se llega a la muerte. Una muerte que no requiere la liquidación de las cosas sino su desecamiento, su desvitalización: un mundo seco y hostil, la perdide de referentes y referencia, un mundo a la deriva, que no acepta contactos, dominado por el recelo, el miedo.  

martes, 27 de abril de 2021

JORDI DOU MAS DE XAXÀS: IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA JOAQUINA DE VEDRUNA (1967)

 

































Fotos: Tocho, abril de 2021

Como una arca varada en la densa trama de los barrios de Sant Gervasi, o acaso Gracia, en Barcelona, en medio de un pequeño jardín, una alta y contundente muralla de ladrillo visto, cerrada por un cuerpo semi-cilíndrico, un torreón o la base de un campanario, vuelta sobre sí misma, despojada de cualquier ornamento que no sea, dentro y fuera, un tendido inabarcable de obra vista que envuelve la nave,  zunchos de hormigón y gárgolas de hormigón que tallan la línea del remate de ladrillos, a la que se accede por un perfecto cubo de hormigón que parece levitar, la iglesia parroquial de Santa Joaquina de Vedruna es la obra de un arquitecto, Jordi Dou Más de Xaxàs, hermano del ingeniero de Puentes y Caminos, matemático, filósofo y teólogo jesuita catalán, profesor en la Universidad de Deusto y de la Autónoma de Barcelona, Albert Dou Mas de Xaxàs. 

Rodeada de olivos y cipreses, iluminada interiormente por angostos pozos de luz -las únicas salidas al exterior-, que también contienen lámparas, casi recuerda una imponente, austera ruina romana.  


Agradecimientos a Joan Roig, arquitecto, quien ha aclarado la autoría de esta iglesia gracias a los datos aportados por Narcis Coderch, a quien agradezco también la colaboración.


lunes, 26 de abril de 2021

Saber hablar, saber pensar

El origen de las universidades (llemadas Estudios Generales, entre la Edad Media y el siglo XVIII) en Europa descansa en las escuelas monásticas y catedralicias, fundadas ya en el Imperio Carolingio en el s. VIII, que mantuvieron a profesores y crearon aulas, una vez descompuesta o transformada la administración del Imperio Romano de Occidente, hacia el siglo VII.

La primera escuela caedralicia de la Corona de Aragón data del siglo XIII. Se instaló en la catedral de Lérida, tras un Concilio provincial que allí tuvo lugar. Cincuenta años más tarde, dicha escuela adquirió rango universitario, convirtiéndose en el primer Estudio General de la Corona de Aragon, y uno de los primeros, no solo de Hispania, sino de Europa.

La razón que impulsó la creación de la escuela de Lérida no fue religiosa -aunque se propugnaba el cuidado del alma (anima, en latín), diríamos hoy que del espíritu-, sino educativa: combatir la ignorancia en temas como la gramática, uno de los pilares de los estudios de Arte, en concreto del trivium, junto con la Retórica y la Dialáctica, las artes para aprender a hablar, es decir a pensar, y a comunicarse, a dialogar, aprendiendo a asumir los puntos del vista del otro.

Ochocientos años más tarde, como escuchamos en los medios de comunicación y en las campañas políticas, la gramática, la retórica y la dialéctiva, las artes del buen hablar y escuchar, han desaparecido:


"Habiéndose piadosamente mandado en el concilio general que no solo en las catedrales, sino en otras iglesias que tengan rentas suficientes, se establezcan maestros con beneficio cóngruo, que allí se dediquen a la enseñanza; y considerando nosotros que en España por falta de estudios e instrucción resultan muchos e intolerables prejuicios a las almas, no solo mandamos se observe la indicada constitución en los lugares establecidos, sino que también ordenamos que para extirpar la ignorancia se multipliquen las escuelas, de modo que en cada arcedianato en lugares determinados, si se hallaren a propósito, se creen escuelas de gramática por provisión del obispo, dotando para ellas maestros. Si no pudiera pagarlos la iglesia del lugar donde se hubieren establecido, realicese por las que se hallen en las inmediaciones; no sea que por falta de maestros los iletrados puedan hallar excusa a su ignorancia"

(Canon del Concilio tarraconense de Lérida, 1229. Original en latín)

domingo, 25 de abril de 2021

FRANCESC BASSÓ (1921-2017) & JORDI VIDAL DE LLOBATERA: IGLESIA PARROQUIAL DE SANTA CECILIA (BARCELONA, 1957)

 
























Foto: Tocho, abril de 2021


Sorprendente iglesia parroquial, de principios de los sños 50, insertada en un pequeño solar entre medianeras, pero que gracias a su planta en L, que también se repite en un pronunciado -y delgado- voladizo, girado con respecto a la planta, y al largo acceso lateral, posee un empaque que solo distingue a templos mucho más grandes. 

El interior, de obra vista y hormigón (al igual que el exterior), está marcado por franjas de luz de formas diversas, que resbalan por una bóveda inclinada y curva central que descansa como un lienzo tendido sobre una delgada estructura de hormigón, y que convierten los muros perimetrales en gigantescas vidrieras blancas.

Pese a la sorpresa que causó su construcción, hoy es una obra un tanto olvidada.

Sin embargo, uno de los arquitectos, Francesc Bassó, fue miembro del grupo R -Jordi Vidal de Llobatera, co-autor, quizá perteneciera al Opus Dei-, y es también, el autor, junto con Joaquím Gili, de la antigua sede de la editorial Gustavo Gili, patrimonio de Barcelona y uno de los mejores edificios de Barcelona de los años 50, y del desaparecido cine Atenas, una cumbre de la arquitectura de cines en España

sábado, 24 de abril de 2021

CÉSAR MARTINELL (1888-1973): IGLESIA PARROQUIAL DE SAN AMBROSIO, BARRIO DE LA PAZ, LA VERNEDA (BARCELONA, 1968-1971)

 























Fotos: Tocho, abril 2021


A los artistas y arquitectos, de larga o cora vida profesional, los conocemos por un periodo dado, quizá por unas pocas obras. Ni siquiera Picasso escapa enteramente a este sino. Todo lo que no pertenece al momento de encubración parece menor, reiterado o prescindible; en todo caso poco representativo. Incluso molesta, pues parece poner en jaque las razones por las que un creador y su obra han sido exaltados.

César Martinell será siempre el arquitecto de las bodegas abovedadas catalanas, construidas con obra vista (ladrillos) a principios del siglo XX. Sin embargo, sus últimas obras son incluso posteriores a los de reconocidos arquitectos de los años cincuenta y sesenta. Martinell vivió más tiempo que el Grupo R, aún vivía y trabajaba cuando ya la suerte de Ricardo Bofill declinaba.

Una de sus últimas, brillantes -y quizá más desconocidas- obras es la iglesia parroquial de San Ambrosio (Sant Ambrós) en Barcelona. Construida en hormigón -con jácenas concebidas como los afilados huesos de un relicario, y obra vista, marcada por un alto campanario que se asemeja a una escalera de mano, y una prodigiosa vidriera que recorre toda la dura y hermosa fachada, en buen estado -aunque algo afeada interiormente por un cielo raso nuevo que esconde la techumbre de hormigón-, se ubica en el centro del polígono de la Paz, en el barrio de la Verneda, obra de los arquitectos Julio Chinchilla (también arquitecto de la mítica Sala de Fiestas Bikini, aún activa, y del polígono de La Guineueta, en Barcelona, en la segunda mitad de los años 50, inspirado en Alvar Aalto), José María Bassals, Francisco Mensus, Damián Solanes (1926-2009) y Joaquín Vilaplana, para la Obra Sindical del Hogal, con motivo de los "25 años de paz" franquistas.