jueves, 30 de abril de 2020

La luna de Atenas y la luna de Corinto


"Las ilusiones del patriotismo no tienen término. En el primer siglo de nuestra era, Plutarco se burló de quienes declaran que la luna de Atenas es mejor que la luna de Corinto ; Milton, en el XVII notó que Dios tenía la costumbre de revelarse primero a Sus ingleses ; Fichte, a principio del XIX, declaró que tener carácter y ser alemán es, evidentemente, lo mismo. Aquí, los nacionalistas pululan (...) "

(Jorge-Luis Borges: "Nuestro pobre individualismo", Otras Inquisiciones , 1952)

miércoles, 29 de abril de 2020

El olvido (Somos nuestros recuerdos)

Según el poeta romano Lucrecio -que intentaba disipar la superstición en que en verdad consiste la creencia en la intervención divina-, aunque se produjera la reencarnación, la vuelta a la vida del cuerpo y del alma,  no volveríamos a ser nosotros mismos (como postula el cristianismo) ya que  habríamos perdido los recuerdos.  El corte de la guadaña no tiene vuelta de hoja.

"Ni aunque el tiempo reuniese nuestra materia después de la muerte y de nuevo la dispusiese en el orden en que ahora se halla combinada, y de nuevo nos fuese otorgada la luz de la vida, en nada nos afectaría a nosotros este cambio, una vez que se nos ha interrumpido el recuerdo"

(Lucrecio: La naturaleza, III, 847-851)

Seremos otros (Lucrecio creía que unos mismos átomos, tras la disolución de los cuerpos, se reagrupaban para dar nacimiento a nuevos seres).
Lo que nos constituye son los recuerdos. Somos lo que recordamos haber sido. 

martes, 28 de abril de 2020

RUDYARD KIPLING (1865-1936): IF (1895)

Si puedes mantener en su lugar tu cabeza cuando todos a tu alrededor,
han perdido la suya y te culpan de ello.
Si crees en ti mismo cuando todo el mundo duda de ti,
pero también dejas lugar a sus dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no te domina el odio
Y aún así no pareces demasiado bueno o demasiado sabio.  
Si puedes soñar y no hacer de los sueños tu amo;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes conocer al triunfo y la derrota,
y tratar de la misma manera a esos dos impostores.
Si puedes soportar oír toda la verdad que has dicho,
tergiversada por malhechores para engañar a los necios.
O ver cómo se rompe todo lo que has creado en tu vida,
y agacharte para reconstruirlo con herramientas maltrechas.  
Si puedes amontonar todo lo que has ganado
y arriesgarlo todo a un sólo lanzamiento;
y perderlo, y empezar de nuevo desde el principio
y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón y tus nervios y tus tendones,
para seguir adelante mucho después de haberlos perdido,
y resistir cuando no haya nada en ti
salvo la voluntad que te dice: "Resiste!"
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud
o caminar junto a reyes, y no distanciarte de los demás.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar el inexorable minuto,
con sesenta segundos que valieron la pena recorrer (...)  






  


If you can keep your head when all about you  

Are losing theirs and blaming it on you,   
If you can trust yourself when all men doubt you,
    But make allowance for their doubting too;   
If you can wait and not be tired by waiting,
    Or being lied about, don’t deal in lies,
Or being hated, don’t give way to hating,
    And yet don’t look too good, nor talk too wise:

If you can dream—and not make dreams your master;   
    If you can think—and not make thoughts your aim;   
If you can meet with Triumph and Disaster
    And treat those two impostors just the same;   
If you can bear to hear the truth you’ve spoken
    Twisted by knaves to make a trap for fools,
Or watch the things you gave your life to, broken,
    And stoop and build ’em up with worn-out tools:

If you can make one heap of all your winnings
    And risk it on one turn of pitch-and-toss,
And lose, and start again at your beginnings
    And never breathe a word about your loss;
If you can force your heart and nerve and sinew
    To serve your turn long after they are gone,   
And so hold on when there is nothing in you
    Except the Will which says to them: ‘Hold on!’

If you can talk with crowds and keep your virtue,   
    Or walk with Kings—nor lose the common touch,
If neither foes nor loving friends can hurt you,
    If all men count with you, but none too much;
If you can fill the unforgiving minute
    With sixty seconds’ worth of distance run (...)   




lunes, 27 de abril de 2020

ZARINA HASHMI (1937-2020): REFUGEE CAMPS, TEMPORARY HOMES (2017)






Campamentos de refugiados, Casas Temporales, 2017


A los diez años, tuvo que huir de su casa de Aligarh cuando la guerra entre la India y Pakistán, y vivió en un campo de refugiados. Desde entonces, no tuvo un hogar fijo, entre Beirut, París, Londres y Nueva York. Pero cada casa, por temporal y frágil que fuera, fue su casa.
Toda la obra de la artista hindú Zarina Hashmi está basada en esta primera experiencia infantil de la huida y el refugio.
Todas las tiendas son iguales. Todas pueden ser un hogar personal -pues no se diferencian-, y ninguna lo es. Una raja vertical da acceso al interior. Tiendas, casas de tela sobre una urdimbre de varillas, cuyos cortes pueden ser remendados -como las heridas cicatrizan, dejando una marca indeleble.
Casi toda la obra de Zarina Hashmi utiliza un soporte aparentemente frágil -se puede rasgar sin dificultad- y sin embargo más duradero que la madera carcomida: el papel. Obras de pequeñas dimensiones que desmenuzan lo que puede constituir una casa: una planta, una fachada, una descripción en una carta, una misma carta o un mapa que llevan a una casa o guardan lo poco que queda de ella: unos recuerdos transcritos en un papel de carta.
Sus obras fueron sus casas. En ellas se refugiaba. La absorbían. A través de su hacer, unía el pasado -técnicas y modos de representación propios de las miniaturas- y el presente -el esquematismo, el trazo reducido a una simple línea, del arte moderno o contemporáneo.
Zarina Hashmi acaba de partir hacia su última casa.



Mi casa negra (en la oscuridad) en Aligarh, 2017



Entrada pasada de este blog dedicada a Zarina Hashmi:

https://tochoocho.blogspot.com/2011/05/la-tela-de-arana-y-la-concha-louise.html

Una visita virtual al Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA), parte 1



Diseño de las dos primeras escenas: David Mesa
Carátula, montaje y edición: Lucas Dutra
Agradecimientos por toda la labor creativa realizada


Primera de las dos últimas sesiones de clases prácticas de la asignatura de Teoría II de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (ETSAB), dedicadas a una visita "virtual" comentada de algunas obras de la colección permanente del Museu d´Art Contemporani de Barcelona (MACBA), actualmente expuestas.

Estas dos últimas visitas -la segunda: 8 de mayo- completas las realizadas al Museu de les Cultures del Mòn y al Museu Nacional d´Art de Catalunya, ambos de Barcelona.

domingo, 26 de abril de 2020

GENE DEITCH (1924-2020): MUNRO (1960)



Este cortometraje de animación checo del dibujante y animador norteamericano instalado en Praga Gene Deitch, recientemente fallecido ganó un Oscar en 1961.

M. WARD (MATTHEW STEPHEN WARD, 1973): UNREAL CITY (2020)



Sobre este compositor y cantante norteamericano, véase su página web

¿Qué es la estética o teoría del arte?

La estética, propiamente, es un estudio de cómo nos relacionamos con el arte, y con la naturaleza percibida como una obra de arte:  cómo lo percibimos y cómo actúa en nosotros, qué nos aporta -el encuentro con un concepto plasmado sensiblemente-, asumiendo que dicho encuentro solo se puede producir razonablemente con los sentidos, guiados o unidos al entendimiento (una facultad anímica superior, aunque no es la razón). Esto implica que, antes del encuentro y para que éste se produzca y nos podamos enriquecer de la manera o de la forma cómo se comunica dicho concepto, es necesario que se defina qué es una obra de arte. Exigencia que conduce a un razonamiento circular, pues la estética es el estudio de las condiciones para la percepción, el entendimiento de la obra de arte, definida ésta como lo que activa la labor conjunta del entendimiento y los sentidos. 
Arte es lo que place sin que busquemos intencionadamente algo que nos satisfaga, y dicha satisfacción desinteresada, por el “ placer” que proporciona, por la apertura de miras que brinda -sin que lo hubiéramos perseguido-, solo lo produce el arte (la obra de arte) o todo aquello que juzgamos como una obra de arte. 

La estética se centra en el aprecio de una forma y no en la función a la que ésta atiende.  
Una obra de arte es cualquier ente o ser cuya forma se valora a través de los sentidos, en detrimento de su posible función que no entra en el juicio que el ente o el ser merece. La mirada estética se fija en cualidades sensibles -forma, color, proporción- y no en cualidades morales -el objetivo al que el ente atiende-, si bien las cualidades sensibles tienen o tienden a sugerir cualidades morales. Aunque la belleza no lleve necesariamente al bien, tendemos a suponer, erróneamente o no -no existe norma alguna que regule esta apreciación- que algo bello es algo bueno, y que el contacto con la belleza nos hace o nos hará mejor persona (lo que ocurre a veces).


Libros aconsejables:

Carlos Granés: El puño invisible: Arte, revolución y un siglo de cambios culturales, Taurus, Madrid, 2011

José Luis Pardo: Esto no es música. Introducción al malestar en la cultura de masas, Galaxia Gutemberg, Madrid, 2007

José Luis Pardo: Estudios del malestar. políticas de la autenticidad en las sociedades contemporáneas, Anagrama, Barcelona, 2016

sábado, 25 de abril de 2020

En la incertidumbre....

“En la incertidumbre de los peligros y en las situaciones adversas es donde conviene experimentar quién es el hombre, pues sólo entonces las palabras fluyen sinceras de lo más profundo del corazón, se arranca la máscara, y subsiste la realidad. “

(Lucrecio: La naturaleza, III, 55-59)

Rap en Mesopotamia: Kanye West (1977) en Babilonia (2019)



El imaginario mesopotámico -bíblico, en este caso- sigue fascinando, o causando estragos. Reyes distantes y sanguinarios, dedicados a la caza y matanza de leones, monstruos descomunales, imperios extensísimos sometidos a los vaivenes de la fortuna, ciudades sin ninguna planificación, dominadas por palacios y santuarios, masas sometidas y ejércitos devastadores de arqueros, guerras permanentes, y una crueldad refinada, amén de imágenes decadentes de lujo y lujuria, siguen configurando la imagen de Mesopotamia.

El cantante Kanye West, esposo de Kim Kardashian, estrenó una "ópera" -que algunos críticos calificaron de oratorio- sobre el rey neo-babilónico Nabucodonosor II, conquistador de Jerusalén, y reconstructor de Babilonia a la que dotó de centelleantes puertas y murallas vitrificadas, conocido también a través del Antiguo Testamento que lo retrata como un monarca cruel, impío y loco, antes de caer ante la grandeza de Yahvé con quien rivalizaba -"ópera" que nada tenía que ver con la célebre Nabucco, de Verdi-, en Los Ángeles, el pasado noviembre, seguido de tibios comentarios.


La universidad del futuro ¿próximo?

Una escuela o facultad que, entre profesores, administrativos y estudiantes, acoge a unas cuatro mil personas no puede asegurar distancias mínimas de seguridad entre las personas. Grupos de entre setenta y cien estudiantes en aulas de sesenta a cien plazas son inviables si se quieren seguir las posibles recomendaciones sanitarias para el próximo curso. Los grupos deberían ser mucho más pequeños, el número de aulas, multiplicarse, así como el de profesores contratados, cuando, en cambio, puede ocurrir que no se renueven contratos de profesores asociados, como ocurrió en 2008: centenares de docentes y de administrativos quedaron en calle, debido a la crisis económica que, al parecer, se anuncia.

El primer cuatrimestre del curso que viene podría seguir impartiéndose a distancia, mediante vídeo conferencias, vídeos, grabaciones de voz, "plataformas" digitales, etc.. El contacto directo entre estudiantes y profesores -salvo dos veces en un curso, en una fecha y a una hora dada, en una sala habilitada, manteniendo una distancia de dos metros, para una corrección de trabajos individualizada- seguirá siendo imposible.
Los edificios universitarios abrirían , así como los despachos de administración y de los departamentos, pero las aulas, bibliotecas y salas de estudio seguirían cerradas.

Ya no se aceptarían estudiantes extranjeros con becas Erasmus, y los cursos de Másters y de Doctorado, que suelen acoger más a extranjeros que estudiantes del país, solo podrán impartirse a
distancia. 

Durante un tiempo, no se sabe hasta cuando, el fundamento de la universidad, desde la Edad Media, que consiste en la transmisión directa de conocimientos, y el trabajo y la investigación en pequeños grupos, desaparecerá. Todo, estudios, investigación y administración, se llevara a cabo desde la distancia. El diálogo -término que significa palabra que cuenta la verdad, enunciada entre...., que colmata la separación- ya no será posible sin la mediación de la pantalla. Los congresos, las conferencias, los seminarios no tendrán lugar, salvo en pantallas.

Cabe preguntarse sobre las agudas observaciones de Platón sobre los efectos de las imágenes, y sus advertencias sobre la imposibilidad o la negación de la comunicación verbal (sin mediación alguna).

Hoy y quizá mañana no cabe otra solución. Lo que conlleva la disolución o la suspensión de la educación tal como se ha entendido tradicionalmente, durante un tiempo. La universidad a distancia era un modelo. Ahora es y será el único que existirá, no se sabe hasta cuándo.
Una cierta luz se apaga -o se transforma, sin que se sepa bien si alumbrará suficiente o correctamente.
No cabe el desánimo; sí la inquietud, entre la esperanza, la incredulidad y la desconfianza.

viernes, 24 de abril de 2020

Melancolía (I)



Edición, montaje y escenas introductorias: Lucas Dutra


Nueva grabación para la asignatura de Teoría II de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona (UPC-ETSAB).

Este séptima sesión continúa la que se "colgó" la semana pasada y seguirá en la de la semana que viene.

Casi ninguna grabación coincide con la duración de una clase de dos horas, sino que se conciben como un único texto fraccionado, lo que implica -esperando que no sea un problema- la visión de sesiones anteriores y posteriores, si bien, en cada grabación se realiza un resumen de lo explicado hasta entonces y se enuncia el contenido de la sesión siguiente.

MARCEL DUCHAMP (1887-1968): READYMADE MALHEUREUX (READYMADE DESGRACIADO, 1919)



Marcel Duchamp: Readymade Malheureux, 1919, Col. Suzanne Duchamp


Tenemos el congelador lleno de pasteles que no hemos podido entregar, jarrones, en un círculo de pétalos caídos, cargados de rosas que no podemos regalar, la mesa cubierta de libros envueltos en papel de regalo, que se cubre de polvo, que no llegan a su destino.

Marcel Duchamp se enfrentó a una situación parecida. La Primera Guerra Mundial le sorprendió en Buenos Aires, cuando su hermana Suzanne le anunció su boda en París. Las líneas transatlánticas, de pasajeros y de mercancías, se habían interrumpido -y faltaban años para los primeros vuelos transoceánicos. No cabía posibilidad alguna de que Marcel Duchampo le remitiera su regalo de boda.

Entonces le dictó un breve texto: tenía que encontrar o comprar un libro de geometría, colgarlo con pinzas de ropa por el loma a una cuerda de tender, bajo su ventana, y dejar que el viento y la lluvia lo agitaran. Sería el azar el que decidiría, tras zarandear el libro y remover las hojas, por qué página se abriría. Las estrictas normas geométricas que encuadran el mundo en formas perfectas y lo miden, se mezclarían con dos de los elementos constituyentes del mundo: el agua y la lluvia, bajo el cielo gris.
Una foto tan solo recuerda esta obra efímera en la que lo ideal y lo terrenal, el azar y la norma se entremezclaban. 

THE ROLLING STONES : LIVING IN A GHOST TOWN (VIVIENDO EN UNA CIUDAD FANTASMA, 2020)



Primera nueva canción en doce años....

Aunque no se puede comparar con sus mejores canciones, ofrece una mirada -un ojo de pez que hurga por las calles-, entre el lamento y la rabia, sobre la ciudad, en este momento. 

miércoles, 22 de abril de 2020

Virtual, viral

¿Por qué a las “clases” virtuales, a través de filmaciones en directo o grabaciones divulgadas por internet en ordenadores y móviles, las seguimos considerando como sistemas o métodos educativos en vez de calificarlos de lo que, en verdad, son, recreativos -casi siempre aburridos, es cierto?
Distraen, no centran.

La enseñanza exige comunicación verbal y visual en un mismo espacio, la posibilidad mutua de verse las caras (a los ojos), a una cierta distancia que evite la pérdida de atención a la vez que la molesta sensación de estar bajo el ojo avizor de una cámara. La enseñanza se da a cara limpia, sin máquinas intermedias, lo que permite centrar la atención en un rostro, un cuerpo de quien explica o de quien escucha, insertos en un espacio acotado y acogedor, rodeados por un espacio por el que resuenan, se expenden las palabras, que resuenan en nosotros, en íntima comunión con nosotros. En un diálogo, en un intercambio de ideas, los silencios valen al igual que las palabras. En un aula, los alumnos se dan cuenta de lo que el profesor sabe y de lo que duda, de lo que busca, encuentra y cavila cómo transmitir; mientras el profesor percibe cómo sus palabras rebotan, caen o son aceptadas.
Todo lo demás es distracción.
¿Inevitable en esos meses? La lectura y la escritura, la reflexión en silencio, suplen mucho mejor el desfile luminoso y vagamente cegador de imágenes parpadeantes en pantalla. Ésta disocia la imagen y la palabra; la primera se desdibuja casi patéticamente, la segunda  adquiere un sonido de lata vacía.
Pero aquéllas, la lectura y la escritura, las líneas y las notas, angustian.
No somos capaces de concentrarnos en un texto para aprender de él. Necesitamos las pantallas para no tener que pensar, porque no podemos pensar.


La ciudad vacía (o vaciada)

La aspiración del escultor Jorge Oteiza (1908-2003) se ha hecho por fin realidad sesenta años tras su enunciación:

"desocupación de la ciudad
en arquitectura en urbanismo vaciar la ciudad
para ver el cielo"


Solo que quizá los ángeles sean los únicos en ver el cielo....



Desocupación no cúbica del espacio - Oteiza, Jorge | MACBA Museu d ...

martes, 21 de abril de 2020

El alma de la ciudad (Pericles ante la epidemia)

Dircurso de Pericles a los atenienses ante la pandemia que asola la ciudad-estado de Atenas:

"En cuanto a lo que al bien público toca, pienso que es mucho mejor para los ciudadanos que toda la república esté en buen estado, que no que a cada cual en particular le vaya bien y que toda la ciudad se pierda. Porque si la patria es destruida, el que tiene bienes en particular también queda destruido con ella como los otros. Por el contrario, si a alguno le va mal privadamente, se salva cuando la patria en común está próspera y bien afortunada. Por tanto, si la república puede sufrir y tolerar las adversidades propias de los particulares, y cada cual en particular no es bastante para sufrir las de la república, más razón es que por todos juntos sea ayudada que desamparada por falta de ánimo y poco sufrimiento de las adversidades particulares, como hacéis vosotros ahora, culpándome porque os di consejo para emprender esta guerra, y a vosotros porque lo tomasteis (...)

Las cosas que vienen de súbito y no pensadas quebrantan los corazones, como ha ocurrido en nuestras adversidades, mayormente en la de la pasada epidemia. Pero, teniendo tan grande y tan noble ciudad como tenemos, y siendo criados y enseñados en tan buenas doctrinas y costumbres, no nos debe faltar el ánimo por adversidades que nos sucedan y grandes que sean, ni perder punto de nuestra autoridad y reputación. »Que así como los hombres aborrecen y odian a quien por ambición procura adquirir la honra y gloria que no le pertenece, así también vituperan y culpan al que por falta de ánimo pierde la gloria y honra que tenía. Por tanto, varones atenienses, olvidando los dolores y pasiones particulares, debemos amparar y defender la libertad común."


(Tucídides: Historia de la Guerra del Peloponeso, II, 9)

lunes, 20 de abril de 2020

LUCRECIO (99-55 AC): SOBRE EPIDEMIAS Y SOBRE LA PESTE DE ATENAS (DE RERUM NATURA, LA NATURALEZA, S. I AC)



Este texto sobre epidemias y, en particular, sobre la peste que asoló Atenas, 
durante la Segunda Guerra del Peloponeso, tres siglos antes que el autor 
romano Lucrecio escribiera sobre éstas, se basa en la descripción que el 
historiador griego Tucídides redactó Durante o poco tiempo después de 
los hechos. 

El texto de Lucrecio es quizá menos conocido que el de Tucídides, 
más citado.
Lucrecio era un epicúreo (Epicuro fue un filósofo griego del s. III aC)
que no creía en la creación y la intervención divinas. Según él, los dioses 
existían pero nada tenían que ver con la creación del mundo ni con los 
asuntos de la tierra ni de los humanos. 
En tanto que seres perfectos, no necesitaban ocuparse. 

"De las enfermedades contagiosas

De estas plagas terribles, que derraman
Sobre hombres y ganados de repente
La mortandad. Primero enseñé arriba
Que en la atmósfera había una gran copia
De corpúsculos, que unos dan la vida,
Enfermedad y muerte engendran otros:
Cuando da ser Acaso a los postreros
El aire se corrompe y se inficiona:
La enfermedad activa y pestilente
O de clima extranjero es transmitida
Por la vía del airé, como nubes
Y tempestades, o del mismo seno
De la tierra se engendra, cuando han sido
Corrompidos sus húmedos terrones
Con el calor y lluvias desregladas.
   ¿No observas tú que la mudanza de aire
Y la del agua la salud atacan»
Del hombre que está lejos de su patria?
Porque allí encuentra un aire diferente
Del que ha solido respirar en casa.
¿Por ventura, no encuentras diferencia
Entre la inglesa atmósfera y Egipto,
Por do el eje del mundo se ladea?
¿Y no difieren entre sí los climas
Del Ponto, y el que llega desde Cádiz
Hasta los pueblos negros y tostados?
Como estas cuatro plagas se hallen puestas
A cuatro vientos, como estén situadas
Bajo de cuatro climas diferentes,
En situación tan sólo no difieren,
Sino también en el color y forma
De sus habitadores, y parece
Que están sujetos a distintos morbos.
   Es una enfermedad la elefancía
Que nace hacia las márgenes del Nilo,
No en otra parte, en medio del Egipto:
En Ática, las piernas adolecen,
Y los ojos enferman en Acaya,
Y otras tierras atacan otros miembros;
Del aire nacen estas diferencias:
Porque si el aire de extranjero clima
De peligrosa cualidad dotado
Se muda y va viniendo hacia nosotros,
Se arrastra lentamente como nube
Altera y muda todas las regiones
De la atmósfera por donde camina:
Cuando llegó a la nuestra últimamente
La corrompe, y así se la asimila
Y nos la hace contraria: se derrama
Este nuevo contagio y pestilencia
Al punto por las aguas, y se pega
A las mieses y humanos alimentos
Y a la comida pastos de ganados;
O se queda colgado algunas veces
Su contagio en el aire, y no podemos
Respirar este fluido mezclado
Sin sorber su infección al mismo tiempo.
Coge la pestilencia de ordinario
Lo mismo al buey que a la balante oveja:
¿Pué importa que nosotros nos vayamos
A otro clima mal sano y enfermizo
A una atmósfera nueva; que nos traiga
Naturaleza un aire pestilente
Y extranjeros corpúsculos que puedan
Con su pronta irrupción darnos la muerte?
   Unas enfermedades de esta especie,
Causadas por mortíferos vapores,
En los pasados tiempos devastaron
Los campos de los términos Cecropios,
E hicieron los caminos soledades,
Dejaron la ciudad sin pobladores;
Porque naciendo en lo interior de Egipto,
Después de atravesar vastos espacios
De aire y de mar, por último se echaron
Y sobre el pueblo de Pandión cayeron:
Todos los habitantes a millares
Se rendían al morbo y a la muerte:
La enfermedad cogía la cabeza
Con fuego devoraz, y se ponían
Los ojos colorados y encendidos;
Estaba la garganta interiormente
Bañada de un sudor de negra sangre,
Y el canal de la voz se iba cerrando
En fuerza de las úlceras; la lengua,
Intérprete del alma, ensangrentada,
Débil con el dolor, pesada, inmóvil,
Áspera al tacto: cuando descendía
Después aquel humor dañoso al pecho
Desde las fauces, y se recogía
Alrededor del corazón enfermo,
Entonces los apoyos de la vida
A un tiempo vacilaban, y la boca
De adentro un olor fétido exhalaba
Como el de los cadáveres podridos;
Y las fuerzas del alma se perdían,
Y con su languidez tocaba el cuerpo
En los mismos umbrales de la muerte.
Se juntaba a estos males insufribles
Una congoja de inquietud perpetua
Y una queja revuelta con gemidos,
Y sollozar perenne noche y día,
Que sin cesar los nervios irritando,
Envarando los miembros, desatando
Las articulaciones, consumían
A los que sucumbían ya cansados
A la fatiga. Las extremidades
De sus cuerpos no obstante parecían
Estar no muy ardientes, ofreciendo
Tibia impresión al tacto: al mismo tiempo
Estaba colorado todo el cuerpo,
Con úlceras así como inflamadas,
Como si hubiera sido derramado
Fuego de San Antón sobre sus miembros.
   Un ardor interior los devoraba
Hasta los mismos huesos, y la llama
En su estómago ardía como hornaza:
La más ligera ropa los ahogaba;
Al aire y frío expuesto de continuo,
Unos a helados ríos se tiraban
A causa de aquel fuego en que se ardían,
En las aguas más frías zabullendo;
Desnudo el cuerpo se arrojaban otros
En hondos pozos; con la boca abierta,
Ansiosos de beber, a ellos venían,
Y su insaciable sed no distinguía
Las aguas abundantes de una gota
Cuando sus cuerpos áridos metían:
Ningún descanso el mal les otorgaba;
Tendido estaba el cuerpo fatigado;
La medicina al lado barbotaba
Con temor silencioso: revolvían
Noches enteras sus ardientes ojos
A un lado y otro sin probar el sueño.
Y muchos otros síntomas mortales
Se notaban también además de éstos:
Alma agitada de temor y pena
Sobrecejo furioso y hosco rostro,
Los oídos inquietos con zumbidos,
Viva respiración, o fuerte y lenta,
Cuello bañado de un sudor brillante,
Poca saliva como azafranada
Y cargada de sal de sus gargantas
Con fuerte tos apenas arrojada.
Se aticiaban los nervios de las manos,
Los miembros tiritaban, y subía
El frío de la muerte poco a poco
Desde los pies al tronco: últimamente,
Al acercarse el tiempo postrimero
Tenían las narices encogidas
Y su punta afilada, ojos hundidos,
Huecas las sienes, la piel fría y ruda,
Los labios abultados, resaltaba
Tirante frente; a poco fallecían:
El sol octavo o nono los veía
Las más veces lanzar su último aliento.
Mas si alguno escapaba de la muerte,
Como a las veces sucedía, en fuerza
De secreciones de úlceras malignas
Y de negros despeños, sin embargo,
La misma podre y muerte le aguardaban,
Aunque más tarde: sangre corrompida
De su nariz corría en abundancia,
Con dolores muy fuertes de cabeza;
Todas las fuerzas, toda la substancia
Del hombre así llegaban a perderse.
Si no salía el mal por las narices,
Y si no ocasionaba esta hemorragia,
Atacaba los nervios, se extendía
El morbo por los miembros, y cogía
Hasta las mismas partes genitales:
Y unos, temiendo la cercana muerte,
Vivían por el hierro mutilados
De su virilidad; privados otros
De manos y de pies, quedaban vivos;
Y perdían, en fin, otros la vista:
Tan poderoso miedo de la muerte
Cogió a estos infelices, y hubo algunos
Que perdieron del todo la memoria
Y aun a sí mismos no se conocían.
   Aunque en tierra yacían insepultos
Montones de cadáveres, las aves
Y voraces cuadrúpedos huían
Su hedor intolerable, y no tardaban,
Si los probaban, en perder la vida:
Las aves, sin embargo, no salían
Impunemente por aquellos días,
Ni dejaban las fieras alimañas
Las selvas por la noche; casi todas
Sucumbían al morbo y fenecían:
Principalmente los leales perros
En medio de las calles extendidos
Enfermos daban el postrer aliento,
Que arrancaba el contagio de sus miembros.
Precipitadamente arrebataban
Sin pompa los cadáveres: no había
Allí un seguro y general remedio:
La pócima que había prolongado
La vida a unos, a otros daba muerte.
   Pero allí lo más triste y deplorable
Era que algunos de estos infelices
Que se veían presa del contagio
Se despechaban como criminales
Condenados a muerte, se abatían,
Veían siempre a par de sí la muerte,
Y en medio de terrores perecían.
Multiplicaba empero las exequias
Principalmente el ávido contagio,
Que no cesaba ni un instante solo
De irse comunicando de uno en otro;
Porque aquéllos que huían las visitas
De dolientes amigos por codicia
De la vida o por miedo de la muerte,
Víctimas insensibles perecían
Dentro de poco tiempo, abandonados,
Necesitados y menesterosos,
Como lanar ganado y como bueyes:
Mas los que no temían presentarse
Al contagio y fatiga se rendían,
Viendo que el pundonor y tiernas quejas
De amigos moribundos precisaban
Entonces a llenar estos deberes.
Porque el más virtuoso ciudadano
Acababa la vida con tal muerte:
Y después de enterrar la muchedumbre
De sus prendas más caras, se volvían,
Fatigados de llantos y gemidos,
A encamarse, muriendo de tristeza:
Por fin, en estos tiempos de desastre
Muertos o moribundos, o infelices
Que los lloraban, sólo se veían.
Además, ya pastores y vaqueros
Y el fuerte conductor del corvo arado
Enfermaban también, y los buscaba
La contagión dentro de sus cabañas,
Y allí los daban muerte inevitable
La pobreza y el morbo: se velan
A veces los cadáveres tendidos
De los padres encima de los hijos,
Y los hijuelos el postrer aliento
Sobre padres y madres exhalaban.
El contagio en gran parte provenía
De la gente del campo, que a millares
A la ciudad enfermos acudían:
Todos los sitios públicos y casas
Estaban llenos; por lo mismo entonces
Con más facilidad amontonaba
Apiñados cadáveres la muerte.
Muchos de sed morían en las calles;
Y después de haber otros arrastrado
Hacia las fuentes públicas sus cuerpos,
Sin vida allí quedaban extendidos,
Ahogados al sentir la gran dulzura
Que les causaba el agua que bebían:
Y las calles estaban ocupadas
De unos lánguidos cuerpos medio muertos
Hediondos y sucios y andrajosos,
Cuyos miembros podridos se caían:
La piel sola tenían sobre el hueso,
En la que ya las úlceras y podre
Habían producido el mismo efecto
Que hace la sepultura en el cadáver.
   La muerte, en fin, llenó de cuerpos muertos
Todos los templos santos de los dioses,
Y estaban de cadáveres sembrados
Todos los edificios de deidades;
Los hicieron posadas de finados
Los sacristanes: importaba poco
La religión ya entonces y los dioses,
Porque el dolor presente era excesivo.
Y se olvidó este pueblo en sus entierros
De aquellas ceremonias tan antiguas
Que en sacros funerales se observaban:
Andaba todo él sobresaltado,
Y en este general abatimiento
Cada cual enterraba a quien podía:
Y la necesidad y la indigencia
Horrorosas violencias inspiraron;
Porque algunos gritando colocaban
A sus parientes en la pira ajena,
Y poniéndola fuego por debajo,
Con mucha sangre a veces pendenciaban
Antes que los cadáveres soltasen."

(Lucrecio: La naturaleza, VI, 1610-1890)