Poupées de cire, Poupées de son
miércoles, 15 de octubre de 2025
El congreso se divierte
domingo, 12 de octubre de 2025
DIANE KEATON, ARQUITECTA (1946-2035): EL PODER DE LA IMAGEN
Pocos libros de arquitectura moderna, publicado el año que abrió el nuevo siglo, como La casa que Pinterest construyó, han reconocido la fascinación por la imagen en la creación arquitectónica, cómo las imágenes construyen nuestros sueños y cómo el arquitecto (la arquitecta) persiguen una imagen que es un sueño antes que la realidad, prosaica y decepcionante. Fragmentos de vidas -de sueños- ajenos expuestos componen un engarce -un “collage” - y las capas que construyen la casa en la que se sueña y en la que uno se proyecta. Nunca proyectamos, sino que nos proyectamos. Vivimos en el futuro, no en el presente. Por eso podemos vivir, y somos humanos. Eso es lo que nos ha enseñado lucidamente Diane Keaton.
Quizá porque Diane Keaton era también una actriz supo desvelar y analizar cómo su gran obra, su casa - y casas de Frank Lloyd Wright, de cuya obra era estudiosa, que rehabilitó-, es un compendio, una cristalización de imágenes e instantáneas recolectadas en el mundo virtual.
El título de su libro -cuya portada irónicamente rehuye cualquier imagen fotográfica y se presenta casi como una esquela que resume una vida-, que parodia el de un canción popular inglesa, del siglo XV -que cuenta cómo son las experiencias propias y ajenas que nos construyen nuestra casa-, La casa que Jack construyó, denota bien que las imágenes nos habitan y son ellas las que guían nuestras supuestas intuiciones. Sin imágenes no tendríamos entidad. Jack nunca construyó su casa. Su vida y vidas ajenas, familiares y distantes, la modelaron.
No es casual que el título de dos sus mejores obras cruzan el cine y la arquitectura: Manhattan, y Annie Hall.
Hall, por cierto, era el verdadero apellido de Diane Keaton….
In memoriam ….
miércoles, 24 de septiembre de 2025
HELEN LEWITT (1913-2009): IN THE STREET (EN LA CALLE, 1948)
sábado, 20 de septiembre de 2025
ALEX DA CORTE (1980): LA CASA FANTASMA
No, no es un error.
La casa fantasma no es una obra del artista venezolano-norteamericano Álex da Corte, sino de los arquitectos Denise Scott-Brown y Robert Venturi: una escultura y un espacio público que recrea, en su lugar de origen, la destruida morada de Benjamin Franklin, gracias a quien la colonia británica se independizó de la metrópoli, en Filadelfia.
Esta casa, sin embargo, inspiró la instalación de Álex da Corte: una casa construida -o delimitada- con neones de colores: una casa sin paredes ni puerta, donde todo está a la vista, presidida por un televisor gigante. Una casa sin secretos, donde nada se esconde, con todo a la vista de todos. Un aparente refugio en el que el único refugio para olvidar lo que acontece alrededor es la pantalla del televisor.
La casa abierta a los cuatro vientos es un horror y una pesadilla. Un refugio requiere soledad, y un corte con el entorno; paredes que componen un mundo distinto en el que abismarse. La casa en la que todo acontece como si de un espectáculo ante todo el mundo encoge y cohibe. Lo que ocurre está sometido al escrutinio general. Los colores infantiles que se asocien con la inocencia se vuelven horribles, y la casa abierta se transforma en una cárcel, siempre iluminada, donde la felicidad es de obligado cumplimiento. Cualquier otro sentimiento aparece como una muestra de ingratitud y egoísmo: ¿cómo no se puede ser feliz en semejante entorno, en el que cualquiera, a cualquier hora, puede acceder, sin preguntar?
Las casas son lugares donde apartarse para que cada persona se “reencuentre” consigo misma, sin cuyo objetivo cumplido no puede acoger a los demás. Es necesario que cada uno haga las paces consigo mismo para poder abrirse. La casa siempre abierta, teñida con luces y colores que obligan a la felicidad, es una trampa que evita la reflexión, la vuelta sobre uno mismo, la toma de distancia que permite tener una mirada razonada y objetiva sobre lo que acontece. La ausencia de límites conlleva la falta de ordenación. Las pautas, las leyes dejan de tener sentido. Todo es posible; es decir, nada lo es. La vida se paraliza.
La casa abierta de Álex da Corte es un sarcasmo sobre las periferias suburbiales coloristicas donde la felicidad es de obligado cumplimiento, un estado permanente y no un instante de regalo, un momento de bienestar, sin depender del escrutinio ajeno.
Véase, por ejemplo, la página web del artista:
https://art21.org/gallery/alex-da-corte-artist-at-work/



























































