La palabra expolio, en latín, no significa robo, sino despojo. La noción de hurto, sin embargo, está latente, ya que un ente despojado queda a merced de la inclemencias, desvalido o desprotegido -el despojar es lesivo para lo que queda al descubierto- y, en tanto que dicha acción constituye un daño, el despojo se puede considerar como un botín obtenido sin el consentimiento de lo que ha sido privado de lo que lo recubre y, por tanto , puede equipararse a un robo.
En arquitectura, el expolio es una palabra culta y rara utilizada desde el siglo XVIII para designar a elementos arquitectónicos trasladados de un edificio a otro: hoy diríamos que reutilizados, con una salvedad; el elemento reutilizado había perdido la razón para la que había sido trabajado y empleado -era un elemento descatalogado, podríamos decir, a merced de cualquiera-, que adquiere un nuevo sentido y recupera una función, a menudo distinta de la que poseía o atendía, al entrar a formar parte descatalogado un nuevo edificio.
La Edad Media es la época histórica europea más rica en expolios: restos greco-latinos (un expolio es siempre un resto, forma parte de una ruina o de un edificio arruinado o, al menos abandonado, inútil, condenado o repudiado), reutilizados, en una época en que materiales, recursos, técnicas y saberes artesanos se habían perdido o estaban en recesión. Un expolio era un recurso en épocas falto de recursos.
Cualquiera que haya visitado la catedral gótica de Barcelona y la haya rodeado quizá haya observado que el muro perimetral exterior del ábside incluye unos sillares con inscripciones latinas. Formaban parte de sarcófagos romanos reutilizados como material de construcción.
El uso de fragmentos ya elaborados, pertenecientes a construcciones en ruinas o canceladas, en obras de planta nueva, no es exclusivo -aunque sí común- de la edad media. Ya se practicaba en Mesopotamia. De hecho la inclusión de elementos de un edificio arruinado en una nueva construcción era necesario si se quería que la obra nueva se animara. El expolio era capaz de dar vida al edificio recién levantado.
Los expolios podían, solían o requerían presentar relieves, grabados o inscripciones. Se ha discutido si la elección del despojo era casual, y atendía solo a su estado de conservación, transformado en mero material de construcción, o si las inscripciones o relieves, dejados en evidencia, jugaban también un papel, y actuaban como amuletos o elementos que dotaban de significado a la obra nueva. El Mesopotamia, el simbolismo del expolio era tenido en cuenta: era lo que justificaba la elección de un despojo. Éste no solo establecía el linaje de una obra nueva, entroncándola con edificios del pasado prestigiosos y bendecidos por las divinidades, sino que permitían que la obra no fuera percibida como una muestra de orgullo humano, sino como un acto de piedad, cuidando y preservando los restos de una construcción anterior, insuflándoles una nueva vida al insertarlos en una obra nueva.
Mas, el recurso al expolio romano en construcciones románicas, góticas -o islámicas- ¿no atiende, obvia o no tiene en consideración el simbolismo del que es portador el expolio, amén de su posible influjo mágico, o, por el contrario, es una muestra de respeto hacia el arte del pasado, y tiene en cuenta lo que el expolio aporta simbólicamente, lo que permite dotar de nuevos significados a la obra nueva, significados que la obra nueva no hubiera podido adquirir por sí sola? El maestro de obras o el arquitecto cristiano o musulmán del medioevo ¿sabía lo que significan las inscripciones latinas -sin duda, sí sabía leer-, y apreciaba lo que contaban, y lo que su incorporación en la obra nueva implicaba y aportaba, o el recurso al expolio era un mero gesto que facilitaba la obra, puesto que echaba mano de piedras ya talladas halladas cerca del solar en construcción?
La posible respuesta a esta pregunta en la exhaustiva y documentada tesis doctoral de Andrea Palomino, de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, dirigida por la profesora de historia de la arquitectura, la doctora Carolina García Estévez, en proceso de elaboración, cuyo plan de investigación se juzga hoy.
A Carolina García Estévez, de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, que nos ha permitido leer este complejo trabajo de investigación.
Y al arquitecto y profesor de proyectos arquitectónicos en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, Gustavo Gili, que estudia para una próxima exposición el uso moderno del expolio en un caso concreto muy significativo.












































































