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jueves, 4 de diciembre de 2025

BILAL HAMDAD (1987): PARIS, UNA CIUDAD MODERNA
















 
Recuerdo que, unas amigas, cuando eran adolescentes, recorrían saltando  los vagones de metro, a voz de grito, así como en los autobuses: “SON TRISTES”, al mismo tiempo que reían a carcajadas, sin pudor, antes de bajar en la siguiente parada. Sus ojos brillaban. Alrededor, pasajeros encorvados, vestidos de gris, con gruesos abrigos, y caras sin expresión. Apenas se inmutaban.
Hablaban en francés: ILS SONT TRISTES: tristes están, o tristes son. Sin duda la tristeza no era casual. Los constituía
Hoy, años más tarde, en los transportes públicos…

La tristeza está incrustada en las ciudades grises. Forma parte de las mismas. Como el musgo, la humedad y las manchas oscuras de incierto origen, máculas vergonzosas sobre los muros sucios de las construcciones. Los habitantes son sombras que pasan apresuradas, mirando al suelo -hoy, al móvil.  Siempre parecen apresurados. O quietos, perdidos, perdidos en sí mismos.  Raras son las caras sonrientes, y los gritos solo emanan de patios de escuela lejanos, siempre a la misma hora.

Esta es la ciudad que el pintor argelino Bilal Hambad, formado y afincado en París, retrata. No son necesariamente personas sin techo, sino, en el sentido fuerte de la palabra, figuras desanimadas, y rendidas, en entornos de aparcamientos, rampas grasientas, y estaciones de metro en las que el aire no corre, o solo un aire glacial.
Tras haber expuesto en Madrid y en la Comunidad Madrid, una exposición en el Petit Palais de París sobrecoge casi más que a menudo, la vida, si vida así de califica, borrosa y mortecina  en las calles de la gran ciudad. 


martes, 4 de noviembre de 2025

Las puertas de Gaza

 


Sansón llevándose las puertas de la ciudad de Gaza (Jueces, XVI, 1-3)

Placa de altar portátil

Esmalte sobre cobre, s. XII

Museo Británico, Londres,  1888.1110.2

domingo, 17 de noviembre de 2024

PAUL RUDOLPH (1918-1997) O ZIGURATS EN EEUU











































 Fotos: Tocho, noviembre de 2024


Los  norteamericanos tuvieron la suerte que el arquitecto norteamericano Paul Rudolph fuera un gran dibujante y tuviera un estudio con excelentes dibujantes, y que apenas lograra construir -lo poco que construyó, se ha derribado debido a la deficiente construcción prefabricada de hormigón, de muy difícil mantenimiento, y solo un par de obras que merezcan ser preservadas se mantienen en pie. 
Proyectos mastodónticos con volúmenes siempre inspirados por los zigurats mesopotámicos hubieran atravesado la trama urbana de manera inmisericorde,  abriendo brechas colmadas por cadenas montañosas artificiales donde bloques y vías rápidos hubieran zigzagueado por las ciudades hasta el horizonte.
Mas, estas pesadillas urbanísticas y arquitectónicas constituyen, en cambio, dibujos fascinantes, en los que destacan las representaciones de seres vivientes, humanos y animales, que contrastan con la grandiosidad y la dureza de los volúmenes. Son figuras convertidas en espectros, que nacen del súbito temblor de las delicadas líneas rectilíneas que componen la matizada iluminación, los claros oscuros de estancias y volúmenes. De pronto, unas pocas líneas se enroscan, se retuercen, se alzan y descienden como un animal serpenteante, antes de regresar a su forma recta y tersa. Estás circunvalaciones configuran figuras espectrales, particularmente adecuadas, pues en las fantasías futuristas de Paul Rudolph solo cabían seres descarnados, sin rostro ni presencia, sombras o vibraciones de figuras casi invisibles, como si los volúmenes alucinados fueran, en verdad, tumbas o cenotafios.

Una deslumbrante exposición en el museo metropolitano de arte de Nueva York (MET),  recuerda a esta arquitecto visionario que deja un reguero de imágenes de lo que podo ser y, por suerte, no fue, que solo se disfrutan en el papel.