domingo, 22 de septiembre de 2019

CHRISTIAN RIZZO (1965): UNE MAISON (UNA CASA, 2019. FRAGMENTO)

Teaser — une maison de Christian Rizzo (création 2019) / 39e Festival Montpellier Danse from montpellier danse on Vimeo.

El coreógrafo francés Christian Rizzo presenta en Barcelona un espectáculo de danza sobre los espacios interiores y exteriores de (o en) una casa y sobre las relaciones humanas en ella, más allá de las divisiones o compartimentaciones espaciales:


Fragmento de una entrevista:

"P: El título de la obra, Une maison [Una casa], ¿hace referencia a la arquitectura o a la intimidad de un hogar?
R: A la conexión entre ambas cosas, la arquitectura y lo que pasa dentro. Y también incluye la posibilidad de abrir este espacio al exterior.

P: Una casa muy habitada: ¡14 bailarines entre 22 y 60 años!
R: Quería crear la sensación de un espacio lleno y así poder mostrar el contraste con el vacío. La idea era pasar de tener una casa a ser casa."

viernes, 20 de septiembre de 2019

El diluvio (o cómo se pudo construir el Arca, en la que los humanos no tendrían cabida, sin levantar sospechas)

El padre de los dioses, An, el dios del Cielo, estaba cansado del constante tumulto que ascendía de la tierra, impidiéndole descansar en su palacio. Los seres humanos se habían multiplicado y no cesaban de agitarse, día y noche.
El dios de los Cielos reunió a los dioses en en conciliábulo y, tras deliberar, decidieron limitar severamente, el número de humanos. Para eso, lanzaron una plaga mortífera sobre la tierra.
Mas el hijo menor de An, el dios de las aguas, el mañoso Enki, conocedor de toda clase de trucos con los que solucionar, por las buenas o las malas, toda clase de problemas, decidió advertir a los hombres del peligro que corrían, y explicarles cómo sobrevivir a la amenaza. Los humanos eran sus criaturas: los había modelado con barro. No podía echarlos a perder. Así, cuando una inmisericorde sequía se abatió sobre la tierra, los humanos, aconsejados por el dios Enki, empezaron a dirigir todas sus oraciones hacia el dios de las tormentas quien, halagado, y apiadado, abrió finalmente las compuertas del cielo. Los humanos se salvaron. Y volvieron a crecer.
El dios del Cielo, entonces, volvió a reunir a los dioses en un cónclave, y decidió castigar a los hombres con una nueva y más grave plaga. De nuevo Enki intervino y halló la manera de que los hombres se sobrepusieran a este nuevo cataclismo. 
La situación se repitió tres veces.
Cuando la cuarta, el dios del Cielo, no solo planificó la más mortífera destrucción -que acabaría con todos los humanos- sino que exigió que ningún dios se dirigiera a aquéllos. Las órdenes del Cielo debían cumplirse. El dios Enki, esta vez, no podía traicionar al Cielo.
Pero el dios del cielo había exigido que nadie hablara con los humanos, pero no que no se hablara con otros seres o entes.
He aquí, entonces, que Enki se dirigió a los cañaverales, "soplándoles" lo que iba a ocurrir, justo en el momento en que Utnapishtim, un humano, navegaba por las marismas, rozando los juncos que, agitados por el viento, amplificaban los soplos. 
Es así como Utnapishtim supo qué iba a ocurrir y cómo debía actuar. Utnapishtim era un hombre sabio y prudente. Era un sacerdote al cuidado del templo de Enki, precisamente. Oyó que debía apartarse de la ciudad y construir un arca de madera calafeteada, tan grande como el mundo, en la que encerraría ejemplares de todos los animales, y representantes de todos los gremios, en cuanto cayeran las primeras gotas.
Pues el definitivo castigo divino iba a ser un diluvio que anegaría la tierra y ahogaría a todos los pobladores.
Mas, preguntó Utnapishtim, cómo podría ausentarse de la ciudad y desatender el templo, sin levantar sospechas.
Los juncos le contestaron que decía contar que había sido apartado de la vida comunitaria por una señal divina, a fin que no disfrutara de unos bienes que iban a caer del cielo. Explicaría que Enki lo odiaba: No mentiría; el término que se traduce por odiar también indica una señal mágica; que es lo que había ocurrido.
Los bienes iban a ser un verdadero maná: un tipo de galletas; alimentos dulces en abundancia.
La palabra que Enki utilizó era kukkum: un tipo de pastel. 
Pero kukkum, sin duda, sonaría como kukkûm: tinieblas.
Utnapishtim tampoco mentiría a sus conciudadanos. 
Pues en cuando las tinieblas se abatieron sobre la tierra, Adad, el dios de las tormentas avanzó, los dioses de la peste y de los infiernos, Erra y Nergal, abrieron las compuertas del cielo, y el dios de la guerra Ninurta hizo que los pantanos desbordaran. El diluvio, que duraría seis noches y siete días, se desató.


Agradezco al arquitecto Marc Marín, doctorando en arquitectura y arqueología del Próximo Oriente antiguo, estudioso de asiriología, en la Universidad de Filadelfia, el comentario sobre este punto esencial del Mito del Diluvio.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Fantasmagoría (Una imagen del hombre en la Grecia antigua)



Fotos: Tochoocho, Septiembre de 2019

Miguel Ángel sostenía que no esculpía sino que ayudaba a las estatuas a librarse de la materia que las aprisionaba.
Esta estatuilla griega, del siglo VI aC, no ha sido modelada por el tiempo, pero tampoco ha sido librada enteramente de la ganga material que la envuelve como un sudario.
Evoca a un joven -un kouros- que parece luchar contra un velo de mármol, un joven petrificado que intenta volver a la vida.
Efímeros: tal era la palabra que designaba a los mortales, en la Grecia antigua: seres evanescentes, que pasan y desaparecen. Títeres, en manos del destino, para Platón.
Este joven, sin embargo, parece luchar contra lo que lo ahoga. No se intuye, empero, si saldrá victorioso de su empeño, pero se diría que no se ha rendido -aún.
Una maravillosa y enigmática estatuilla marmórea, inconclusa, en la primera planta de las salas greco-romanas del Museo Británico de Londres.

Démeter




Foto: Tocho, septiembre de 2019

La novelista canadiense, que escribía en francés, Marguerite Yourcenar, señaló que el tiempo es el gran escultor.
Esta afirmación es particularmente cierta referida a la gran estatua de mármol que representa a la diosa griega de las cosechas, Démeter. Esta obra, del siglo IV aC, procedente del santuario de la diosa en Cnido (hoy Turquía), hallada a mitad del siglo XIX, fue compuesta en dos partes separadas: el cuerpo togado (cubierto por un peplo o una túnica), sentado en un trono, y la testa velada.
El tiempo fracturó miembros -antebrazos, pies-, rebajó el volumen del cuerpo y arrugó el peplo, pero no alteró la fina, casi traslúcida traducción del quieto rostro. Hoy, la estatua (o la diosa) aparece aún más serena -y distante, ensimismada, tras haber perdido a su hija Perséfone, raptada por Hades, el dios del inframundo-.
La efigie de Démeter, de Cnido, es sin duda, la obra maestra del arte helenístico y la mejor obra del Museo Británico de Londres.

miércoles, 18 de septiembre de 2019

FÉLIX VALLOTTON (1865-1925): INTERIORES (o EL DESASOSIEGO -DISQUIET)






















La Royal Academy of Arts, de Londres, presenta una exposición antológica del pintor francés "nabis", Félix Vallotton; exposición única -apenas se han organizado muestras dedicadas a este extraordinario pintor- y excelentemente organizada, una de las mejores que han tenido lugar en Europa esos últimos años.
Vallotton parece resultar de un imposible cruce entre Poe y Proust. Sus cuadros, de pequeño tamaño, minuciosa, aplicadamente pintados (cuya finura es un escalpelo), saturados de colores fuertes -rojo sangre, violeta, azul noche-, casi siempre, muestran a menudo interiores urbanos burgueses, cerrados, opresivos, donde se susurra y los ruidos se amortiguan entre pesadas telas y colores que ahogan, y en los que los habitantes parecen paralizados, casi siempre relegados en un último plano, descubiertos a través de puertas abiertas, cuando la vista cruza estancias desiertas.
La luz es tenue, las figuras femeninas están concentradas -aburridas, adormecidas- en labores de costura, o esperan temerosas y anhelantes, a sus amantes, ricos señores casados de mediana edad que las visitan a las cinco de la tarde, al salir del trabajo (Cinco de la tarde es el sarcástico título de un cuadro, que documenta un encuentro fugaz, en el que el señor tan solo se saca el sombrero de copa). Adjetivos franceses como feutré (literalmente, afelpado, en verdad, tenso y silencioso), ouaté (acolchado, con un leve deje ridículo) califican bien estos interiores vueltos sobre sí mismos, carentes a menudo de ventanas, en los que las tapicerías, los cortinajes, las telas existen solo para amortiguar los ruidos, como si quisieran encuadrar, ahogar y disimular -que es lo que hacen, en verdad- gestos y palabras que no se pueden llevar a cabo y pronunciar en casas bienpensantes. Siempre parece que un sordo mal o maleficio sobrevuela las escenas: los personajes están oscurecidas, son oscuros o sombríos: nunca se les ve las intenciones. Se ocultan, se camuflan, y se revisten de pompa y seriedad, disimulando ardores y turbaciones.
Félix Vallotton fue, posiblemente, el mejor y más agudo retratista (junto con el novelista Proust) de las "vicios y virtudes (escasas)" de la burguesía finisecular.
Una exposición admirable.

martes, 17 de septiembre de 2019

ERKAN OZGEN (1971): WONDERLAND (2016)



Un niño de ocho años, sordo y con grandes dificultades para hablar, sirio y exiliado en Turquía. Ha visto los crímenes del ISIL en Siria, y padecido el terror.
El artista turco Ozgen (que expuso en Barcelona) pidió a su familia que le dejara documentar cómo el niño, mediante gestos y movimientos del cuerpo, traducía sus impresiones ante la barbarie (o describía ésta).
Pocas veces se ha filmado una escena tan estremecedora.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Ilustración

Una ilustración es una imagen -gráfica, escrita o musical. Completa y aclara lo que se escribe o se enuncia. No es un ejemplo, sino una extensión o ampliación de lo narrado o contado. permiten ver o entender lo que, sino, quedaría confuso o de imposible comprensión. Una ilustración hace más amena la explicación. En algunos casos, la ilustración hace explicita lo que el texto deja entender. No repite ni dobla lo narrado sino que desvela capas de sobreentendidos a los que no se llega o que han pasado desapercibidos. La ilustración completa, por tanto, el mensaje que se quiere transmitir. Tiene que ver con el saber. Un ilustrado es un sabio que puede echar luz, mediante una explicación clara y didáctica, sobre algún tema o punto oscuro. Se trata de un figura importante, ilustre. La ilustración se relaciona con el saber y la claridad expositiva, con la enseñanza, no con los bienes.
Esta función de la ilustración es lógica. La palabra ilustración, de origen latino, deriva del sustantivo luz. Una iluminación es, literalmente, una ilustración: una miniatura pintada sobre un códice que acompaña o completa el texto. Una iluminación es también una revelación. De súbito, se percibe lo que hasta entonces estaba oculto, era invisible. Los iluminados son seres superiores, son o parecen sabios.

La palabra ilustración está emparentada con lustración. La relación, a primera vista, no es evidente ni lógica, aunque una ilustración puede dar lustre a un texto.
Lustrare, en latín, significa purificar mediante un sacrificio. Entramos, de nuevo, en el mundo sagrado. Dicha purificación consistía en rodear con el ser o el ente que se iba a sacrificar lo que se tenía que lustrar o purificar. Así, se daban vueltas alrededor de lo mancillado, a fin que las manchas o los males, definitivamente lavados con la sangre de la víctima, empezaran a disolverse. De este modo, lo que estaba oscurecido por una mancha volvía a la luz.
El rito de lustración se practicaba sobre todo con edificios, tanto templos cuanto casas. El sacerdote circulaba alrededor del edificio para expurgarlo o liberarlo de faltas con ofrendas o víctimas. De este modo, se disolvían las tinieblas. El movimiento circulatorio, comenta Émile Benveniste en su decisivo tratado El vocabulario de las instituciones indo-europeas,  evocaba el tránsito de los astros, en particular del sol, que iba iluminando el mundo a su paso, y devolviéndolo a su estado inicial de pureza, incontaminado.
Una ilustración, así, nos "aclara" las ideas.
Es una lástima que los textos de arte contemporáneo y de teoría política suelan considerar que las ilustraciones banalizan el texto, no fuera que expusieran las incoherencias o sinsentidos de lo que se cuenta de manera enrevesada.