Una de las creaciones más fascinantes halladas en la península ibérica es apenas visible: tan solo un día al año, cuando la Real Academia de la Historia de Madrid abre sus puertas al público. Únicamente los estudiosos tienen autorizado el acceso para contemplarla un día a la semana. Tampoco puede ser fotografiada. Las deficientes imágenes incluidas en este breve texto proceden de una muestra temporal de 2010 en la que se incluyó esta obra casi secreta -aunque muy conocida, sobre la que se han escrito numerosos estudios, que también proporcionan algunas imágenes. Se ha expuesto dos veces en el siglo XX, una en la Exposición Internacional de Barcelona en 1929.
Se trata de una pieza de bronce, de unos veinte por veinte centímetros. Debe de ser del siglo cuarto antes de Cristo.
Fue desenterrada en el Cerro Matiz en la provincia de Jaén en la segunda mitad del siglo diecinueve. Se hallaron cuatro bronce similares. El conjunto fue dividido entre el Museo Arqueológico Nacional y la Real Academia de la Historia.
Debían de formar parte de un carro de combate, enterrado junto a los restos de un guerrero de alto rango.
La obra se compone de un fragmento tubular sobre el que destaca una figura bifronte: el rostro de un joven por un lado, junto con la testa de un lobo en el lado contrario. La disposición de ambas figuras permite que las puntiagudas y amenazantes orejas del lobo asomen sobre el rostro del joven guerrero, concediéndole un inquietante, misterioso e irreal aspecto. Y, sobre todo, fascinante.
Ambos rostros, humano y animal, encajan perfectamente. Coinciden a lo largo del perímetro de unión. Están a la misma escala. Pero contrastan, al mismo tiempo que se corresponden. El joven es un lobo o, mejor dicho, el lobo es la cara oculta del joven; muestra en lo que el joven puede convertirse, simboliza los poderes del joven.
Al igual que en la cultura latina, el lobo es el animal emblemático de las culturas íberas. Debía de expresar poder e inteligencia. Las virtudes que debieren poseer o adquirir todo joven.
El lobo, como bien se ha escrito, es un animal de los límites -como el oso en Grecia y en centroeuropa. Controla los límites.
Éstos son imprescindibles para la salvaguarda, pero también para la composición armónica de una comunidad. Los límites protegen. Establecen una frontera mágica que impide que los peligros que acechan se inmiscuyan en los asuntos humanos. El límite, a su vez, evita que el ser humano se extralimite, y devenga una fiera, un fuera de la ley. Permite la contención. Traza un círculo en el que la vida comunitaria puede desarrollarse sin violencia. Marca la separación entre la humanidad y la animalidad, la civilización y la barbarie, entre el autóctono y el extranjero, entre quienes tienen derechos y los excluidos. En el círculo comunal se da la espalda a todo aquel, a todo lo que no tiene cabida, porque se teme que perturbe y desagregue el orden. En el círculo impera la ley. Fuera, la desmesura.
Controlar la frontera otorga un singular poder. Se puede controlar a la comunidad y se tienen relaciones con el exterior. Desde y a partir del límite lo desconocido se pone al alcance y aquél pierde su poder basado en la ignorancia en la que uno se encuentra acerca de lo que ocurre fuera del límite. De lo que no se sabe solo se espera lo peor. Por eso las dictaduras favorecen la ignorancia.
El guerrero tiene que ser un lobo, un hombre-lobo, para poder defender a su comunidad. Circula en el filo entre lo civilizado y lo indómito, entre la humanidad y la animalidad (en la que se incluye a la extranjería). Siendo un lobo podrá entender al lobo -que siempre actúa en manada, siguiendo la estela del jefe-, y preverá sus intenciones. Desactivará sus previsiones. Se anticipará a sus reacciones, y mantendrá a salvo a la comunidad, una comunidad a salvo de los lobos gracias a la presencia, siempre temible, del hombre-lobo, como bien exhibe esta maravillosa escultura, sin duda mágica, de probada eficacia, que debía de dotar de velocidad al carro sobre el que el hombre-lobo circulaba imaginariamente para otear los peligros y enfrentarse velozmente a éstos. El ser humano es un lobo -para sus semejantes, que miran más allá de la frontera.
Bien lo seguimos viendo a día de hoy.
Agradecimientos a la RAH por la detallada visita de su espléndida y sorprendente colección -que incluye incluso dos relieves neo-asirios, los únicos en una colección española, creemos.