domingo, 8 de septiembre de 2024

Imagen de lo invisible (Andrea Mantegna: Cristo con el alma de su madre, 1460)

 



Andrea Mantegna (1430-1506): Cristo con el alma de la Virgen, 1560-1564

Ferrara: Pinacoteca Nacional  


Foto: Tocho, septiembre de 2024



La muerte de la virgen María no solo es la obra maestra de Mantegna sino también, seguramente, una de las obras maestras del museo del Prado en Madrid.


El cuadro parece completo. Una composición unitaria, perfectamente organizada. Representa a unos apóstoles inclinándose sobre el lecho mortuoria de la virgen. Otros, de pie, apesadumbrados, sostienen velas encendidas. Son éstas casi lo único verdaderamente viviente en la escena, salvo por la vista del fondo, encuadrada por una amplia ventana, paralela al plano del cuadro, contra la que se dispone el lecho. 

Se distingue nítidamente una luminosa ciudad portuaria amurallada, sin duda de la región del Veneto. 

Toda y la escena funeraria, el cuadro exuda luz y silencio. Los testigos compungidos se lamentan interiormente, cada uno encerrado en su mutismo.


No pensaba que el cuadro estuviera incompleto.

Sin embargo, se trata de una obra devocionaria: un retablo de una capilla.

Sobre el célebre cuadro se disponía una obra de pequeñas dimensiones. Ésta no viajó a Madrid.


El cuadrito que corona la composición representa a Cristo, ya resucitado acogiendo el alma de su madre, aureolado por un collar de ángeles pintados de rojo.


La figuración del alma, por definición invisible, es un tema iconográfico complejo. La imagen debe ser visible; necesariamente material, todo y que debe evocar la inmaterialidad de la figura. 


Por otra parte, ¿qué forma posee el alma, o con qué forma visualizarla? 

El problema plástico no es propio del arte cristiano. Diversas culturas se han enfrentado a la visualización de lo invisible, evocando, a través de una forma plástica, la ausencia de forma y de materia.


Las almas cristianas han sólido ser representadas como niños recién nacidos, envueltos en telas que difuminan las formas.


Mantegna, en cambio, recurrió a una formalización clásica, greco-latina, que también se dio en el arte egipcio. El alma es un doble en miniatura del difunto. Dicha figura se representa erguida. La imagen no se distingue de la representación de una estatua.


Las estatuas son imágenes. En este y otros casos, se recurre a una imagen para representar a la antítesis de una imagen: a una esencia, un alma, ya liberada del cuerpo. 


Las imágenes son y no son dobles. Representan a un ser, pero también lo sustituyen. Por eso, el trato que las imágenes merecen es complejo. No deben ser adoradas, porque no son seres (sobrenaturales, en este caso). No son lo que parecen. 

Pero tampoco deben ser ninguneadas o despreciadas, porque gracias a éstas nos hacemos una “idea” de quién es la persona cuyo retrato contemplamos. La imagen es y no es lo que muestra.


En el caso presente, el alma se asemeja -o es- una estatua. Una talla. Es decir la imagen pintada es una imagen de una imagen: una representación de una imagen de un ser (la virgen María). Dicho ser es incorporeo. Pero requiere ser corporeizado para ser reconocible. Y dicho cuerpo no puede ser percibido como un disfraz, sino que debe trasmitir lo que constituye el fundamento de este ser: su alma. Es un alma figurada a través de la imagen de una imagen.


Una imagen de una imagen: tal es la definición del arte representativo, según Platón. Una modalidad sensible que debe ser condenada, porque no puede ser capaz de reflejar el ser -la idea, la forma ideal, inmaterial- que constituye y da sentido a la figura retratada. 


Por el contrario, para Mantegna, una imagen de una imagen traduce bien lo que es invisible. Mientras que para Platón, la imagen de la imagen solo evoca la nada, el vacío, la sustancia, para Mantegna, en cambio, la imagen de la imagen simboliza la plenitud. 

Solo lo que puede ser representado posee entidad. Lo invisible sin una proyección tangible no es concebible y, por tanto, no existe. 

La imagen redime la realidad. Dota a ésta de alma. Un alma que la imagen, es decir la representación plástica, concede. 

Sin imágenes, la realidad sería desalmada. La inhumanidad, que la guerra causa, requiere la existencia de la imagen para escapar a la insustancialidad. La imagen es el fundamento del ser.


viernes, 6 de septiembre de 2024

El imaginario urbano medieval













Tomaso de Modena: ciclo de frescos dedicados a la leyenda de Santa Úrsula, siglo XIV. 
Capilla de Úrsula, iglesia de Santa Margarita. 
Hoy en Treviso, Museo de Santa Catalina.
 
Descubiertos en el siglo XX, bajo capas de yeso, y restaurados y expuestos desde 2020.
Carlo Scarpa propuso un primer montaje en los años setenta que no prosperó 




Anónimo (inspirado por Tomaso de Modena): ciudad. Fresco de una propiedad privada, c. 1370. Udine, Museo Provincial 

Fotos: Tocho, septiembre de 2024

 Además de la belleza de los rostros y de la variedad de las expresiones, los frescos que el pintor italiano medieval Tomaso de Modena dedicó a la leyenda de Santa Úrsula, tienen interés, no por la historia narrada -la leyenda de una joven princesa cristiana  de Bretaña, prometida a un príncipe pagano inglés, que logra la conversión de éste, y juntos emprenden un largo viaje a Roma, acompañados por once jóvenes (que la leyenda convirtió en once mil vírgenes), para santificar la unión, un viaje que concluyó con una matanza espantosa tras la desesperada oposición de las jóvenes a ser violadas por Atila y los hunos que habían tomado la ciudad de Roma-, sino por las imágenes de ciudades, Roma, sin duda, que coronan los frescos o se despliegan como telones de fondo.

No sabemos cómo eran las ciudades del medioevo, tras las destrucciones y restauraciones imaginativas del siglo XIX.
Pero sí podemos saber qué imagen suscitaban. Imágenes ideales, posiblemente, que no debían coincidir con la realidad sino con el sueño. 
Ciudades asaetadas de torres -torres de vigía, y campanarios-, que se alzan sobre un fondo de tejados anónimos, como los pistones de una máquina o las techas de un instrumento de viento, y que componen extensas partituras ante las cuales actúan las figuras. 
Las ciudades eran receptáculos amurallados salpicados de flechas gracias a las cuales los poderes civiles y religiosos competían tanto para alzarse sobre el común de los habitantes como apuntar al cielo. 
La ciudad como cruce de ambiciones sagradas y profanas. Desde luego, la ciudad considerada como una creación humana digna que organiza la vida y los milagros de los humanos. 



jueves, 5 de septiembre de 2024

Santa María Magdalena, que estás en los cielos….





 Anónimo: Ascensión de María Magdalena, 1506-1507. Ferrara, Pinacoteca Nacional

Foto: Tocho, septiembre de 2024


María Magdalena, la sensual pecadora, de quien Jesús se prendió pero a la que también rechazó (“Noli me tangere” ó “No me toques”),   ¿ascendió a los cielos, como Cristo o como su madre?

Cuenta una leyenda que María Magdalena se retiró al desierto para expiar sus pecados. 
Mas Cristo no lo permitió.
 Así cuando se cumplía la hora séptima de cada día, ángeles descendían para elevar a María Magdalena a los cielos a fin que se alimentara espiritualmente.

Este hermoso y extraño cuadro renacentista ferrarese muestra a seis ángeles transportando a María Magdalena hasta las puertas del cielo guardadas por dos ángeles, ante la mirada sorprendida de un solitario sabio oriental, entre manifestaciones de mansedumbre y de paz encarnadas en pequeños y quietos animales (una paloma y un conejo), en medio de un paisaje desolado, lacustre o marítimo.
El cuadro, de gran tamaño, colgado de frente a los visitantes, impone una silenciosa sensación de extrañeza y de insólita tranquilidad 

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Entre Oriente y Occidente en Aquilea: obras en el Museo Arqueológico Nacional de Aquilea (Italia)




















































Testa de Apolo (Dios de la arquitectura en Grecia) - máscara de teatro - estela funeraria romanos, s. I dC

Retratos romanos, ss. I aC - II dC

Gemas (4-5 mm) y camafeos (2-4 cm) tallados romanos, s. I dC 

 Fotos: Tocho, Museo Arqueológico Nacional, Aquilea (Italia), septiembre de 2024


Aquilea tenía cien mil habitantes en el siglo tercero. Hoy apenas llegan a tres mil.

Fue capital del imperio. La destrucción por Atila fue tan sistemática que la planimetria de Aquilea se ha perdido para siempre. Solo se conocen y se reconocen fragmentos urbanos inconexos.

Aquilea fue fundada a principios del siglo II aC, como un puesto de defensa de la República romana, débil en este lugar debido a la confluencia de ríos que facilitaba la llegada rápida de tribus enfrentadas a los romanos.

Esta misma facilidad de acceso contribuyó a la prosperidad de Aquilea tras la consolidación de la República y su posterior conversión en imperio. 

Aquileia jugó el papel que posteriormente tendría Venecia -fundada por habitantes de Aquiles huidos tras la destrucción de Atila: una centro de comercio internacional conectada con el norte de Europa y con el este del Mediterráneo y el próximo oriente. Artesanos y comerciantes norteños, sirios, judíos y egipcios se instalaron en Aquilea, comerciaban con esta ciudad y desde esta ciudad, y controlaban las redes comerciales sobre todo con el este del Mediterráneo.

La mayor prosperidad de Aquiles vino del debilitamiento de Roma en favor de Constantinopla. Aquilea actuaba de ciudad bisagra. Constantino residió en la ciudad, dispuso de un palacio imperial, y Aquilea llegó a ser capital del imperio romano occidental tras las destrucciones sufridas por Roma, hasta la llegada de Atila.

Los mejores tallistas de gemas de metales preciosos (Aquilea  poseía una mina de oro cercana) y de ámbar (llegado de los países bálticos), venidos de Siria y de Judea trabajaban en la ciudad.

Los bustos revelan la confluencia del realismo etrusco y latino con la estilización más propia del imperio oriental: un insólito encuentro de realismo e idealismo, de naturalismo y de simplificación.

El hermoso y nuevo museo arqueológico nacional de Aquilea, el mejor museo arqueológico italiano desde el punto de vista de la museología y la museografía y la cualidad de los materiales de los soportes, da cuenta de la peculiar ubicación de Aquilea y del papel que jugó en el encuentro entre Oriente y Occidente. 

No es casual que el arte paleocristiano más brillante, anterior al siglo V, se encuentre en ciudades de Judea (hoy Jordania) y de Siria, y en Aquilea, donde el arte del mosaico cristiano ha dejado extensas muestras, halladas a principios del siglo XX, debajo de intervenciones medievales y de ruinas, que no desmerecen de los mosaicos jordanos. Los motivos de los mosaicos imperiales paganos tardíos pudieron ponerse al servicio de la iconografía cristiana sin dificultades ni alteraciones.

Hoy, Aquilea queda fuera de los circuitos turísticos y culturales.