jueves, 17 de septiembre de 2009

Verbo divino (Apolo es grande)


La muralla de la pequeña ciudad licia de Oenoanda (hoy, en la costa turca) -bajo dominio del Imperio Romano-, cerca de una torre de defensa, mirando hacia el sol del amanecer, poseía una piedra cuidadosamente tallada inscrita, perfectamente insertada entre los bloques, a mediados del siglo II dC.


La inscripción contiene uno de los textos más hermosos de la tardo-antigüedad sobre la naturaleza de la divinidad.


Acerca de este texto, de díficil lectura, se sabe, gracias al autor cristiano primitivo Lactancio, que recoge la respuesta de Apolo a una pregunta de unos ciudadanos angustiados sobre las fuerzas del más allá.

Justo debajo de la inscripción, una pía ciudadanoa depositó una lámpara de aceite, permanentemente encendida, en una hornacina. Texto y luz protegían la ciudad en una época incierta. Sobre todo, porque evocaban la figura del dios protector de puertas y murallas: Apolo el Arquero.


La respuesta oracular había sido emitida por Apolo de Colofón en su santuario de Claros que, en época romano-imperial, había reemplazado al decaído santuario de Delfos, otrora centro del mundo: Oriente, y ya no Grecia, era el motor religioso y cultural del Imperio.


Y Apolo dijo a través de sus mensajeros:


"Nacido de sí-mismo, no enseñado por nadie, sin madre, indesplazable,

No dejando lugar a ningún nombre, susceptible de nombres múltiples, morando en el fuego,

Tal es dios: nosotros, los mensajeros (angeloi), somos una parte de Dios".


Esta definición de la divinidad, planteada en términos negativos (Dios no es eso o aquello) y paradójicos (no tiene nombre y los posee todos), una práctica habitual tanto en el mundo pagano (platónico) como cristiano, revela una concepción monoteista de la divinidad, que impresionó a autores cristianos primitivos e incluso les llevó a engaño: para algunos, era una sentencia de Cristo. Para otros, revelaba una sabiduría que entroncaba con Egipto.


Desde luego, el texto manifiesta la concepción de la omnipotencia de Apolo, su función de protector de ciudades, las inciertas fronteras entre creencias politeístas y monoteístas al final del Imperio (la lámpara, que alude a la luz de dios, remite a la concepción zoroastriana de dios, y reaparecerá en el islam), y la grandeza de la concepción griega (helenística) de la divinidad.


Ante Apolo, Cristo -considerado un nuevo Apolo, y retratado a menudo como Apolo -como, por ejemplo, en el Juicio Final de Miguel Ángel-, ¿era necesario? ¿No era, acaso, Apolo revivido?
Bibliografía recomendada:

martes, 15 de septiembre de 2009

Bel canto

Ocurrió un mediodía de la segunda mitad de los años ochenta: el telediario abrió con el rostro lloroso de Mariscal, en primer plano, confesando su falta y pidiendo perdón: días antes, dijo a un "amigo" periodista valenciano, durante una conversación privada, de madrugada en un bar, que el presidente de la Generalitat catalana era insoportable, o algo así. La conversación se divulgó. El cielo se rajó.
Mariscal era el diseñador de la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Ciertos partidos políticos exigieron que se le retirara el encargo millonario. No podía representar a Cataluña. Se le debía echar, se tronaba, como a un perro. Y a Cobi, de paso. Hasta que, por fin, como ha acontecido y aún acontece en determinados regímenes, teocráticos o dictatoriales, confesó, en llantos, sus pecados, ante todo el mundo, la cámara enfocándole el rostro mojado, como a un reo, en hora de máxima audiencia. Fue absuelto.
La imagen, inaúdita, aún no se me ha borrado.

Veinte años más tarde, las autoridades invitan a una cantante israelí a dar un breve concierto con motivo de una fiesta patriota. Se trata de una artista conocida y popular, que vende. El lustre está asegurado. El día de la actuación, sin embargo, la cantante tiene dificultades en mantenerse en el escenario. Una pitada, una lluvia de silbidos acompaña el concierto.

Pitar durante una actuación no es novedoso. Es signo de desagrado. Puede ocurrir que el intérprete tarde en llegar, como si de un divo se tratara; o que no se sepa la letra, esté borracho, desafine, o se comporte como un exhibicionista; el sistema de amplificación quizá no funcione; o el concierto, cuyas entradas valen el sueldo de un mes, dura lo que un pitillo.

Sin embargo, en aquel caso, no se produjo ningún incidente similar. La cantante, sobria, atinaba. La pitada monumental era causada porque la artista no había condenado los bombardeos de Palestina por parte del ejército de Israel, y porque había criticado a Hamas.
SI noa es una artista y lo que canta es arte, se trataba de la puesta en escena de una obra. Las críticas, sin embargo, no iban dirigidas a la interpretación. No eran de orden estético. Tampoco moral. Eran exclusivamente políticas. Expresaban la voz de quien manda (a un subordinado).

Bien. Las opiniones políticas de la cantante son lo que son. No nos incumben (nos incumbiría más lo que canta y cómo canta, pero las críticas no se dirigían a su saber hacer). También podemos pasar por alto que resulta extraño (¿grosero, quizá?) que se invite a una artista para luego ponerla a bajar del burro por sus ideas (que no parece que hubieran cambiado), o que si se impidieran a ciertos artistas cantar por lo que han dicho o no han dicho, las fiestas populares y patrióticas serían mucho más silenciosas.

Lo interesante es lo que la actitud de algunos políticos -o de los partidos- revela acerca de la concepción del artista. Éste puede ejercer su trabajo si comparte los valores de quienes le contratan; es decir, si piensa y hace lo que se le dice que tiene que pensar y hacer. Este tipo de artista es conocido: se le llama un artista del régimen. A menudo, no le cabe más que bajar la cabeza, si no quiere perderla.
El intérprete es considerado un títere; un elemento decorativo, que no molesta porque dice lo que le dicen que tiene que decir.

Esta figura (y esta concepción del papel del artista) existían en las sociedades esclavistas: Fidias escapó por los pelos a la condena a muerte. Sócrates no (no se convirtió en la voz de su amo, sino de su conciencia). También en las dictaduras, teocráticas o no. Y en las bandas de matones.

lunes, 14 de septiembre de 2009

La paz de los cementerios

Una breve noticia publicada hoy en algunos periódicos ofrece un ejemplo curioso de lo que se entiende por el concepto griego de "polis" (el conjunto de ciudadanos y de las reglas que los rigen): un bloque de viviendas de Sant Esteve de Palautordera está decorado con frases como "Muerte a los charnegos" o "Un charnego una bala", y "vivas" a ETA.
Lo interesante del caso no son las pintadas sino la tranquila reacción del concejal de Gobernación (de CiU): "se trata de una vivienda particular y borrarlas corresponde a su propietario".

Supongo que es inútil cavilar sobre cómo habría reaccionado dicho concejal si las pintadas hubieran mentado a su madre o a la Moreneta. E ilusorio plantearse si la respuesta revela simpatías por quienes han escrito la pintada, cobardía o si una severa concepción del orden público.

Las pintadas están en la fachada principal. Ésta da a la calle. Pero borrarla incumbe al propietario. Por tanto no afecta, no invade el espacio público. ¿Dónde acaba éste, entonces? La acera (que toca a la fachada), ¿es considerada un bien público, cuya preservación depende del Ayuntamiento?

Ciertamente, borrar las pintadas en puertas y fachadas corre a cargo de los propietarios, si bien los ayuntamientos suelen ocuparse de las que manchan las fachadas (sobre todo de piedra), dejando que sean los dueños los que acaben con las que "decoran" puertas y persianas.

El concejal ha seguido, por tanto, las ordenanzas más habituales. Lo que significa que, para él (y, se supone, para el Ayuntamiento), una pintada que diga "Manoli", "Pipi", "Poki" o "Biba Bisbal" tiene el mismo trato, es lo mismo que una que proclame "Un charnego una bala". Todas son pintadas. Solo se valora la forma. El contenido no importante. Apsionante conclusión: se podrá escribir lo que sea en las fachadas principales ("Biba Belén Estebán, la verdadera mártir", por ejemplo, en las fachadas que miran al Fossar de les Moreras, sin que el consistorio pestañee. Si los propietarios les parece mal, o se sienten amenazados, que repintan la fachada).

El dictamen del concejal tiene una importancia estética también. Hasta entonces, los grafitis eran considerados mensajes de protesta, y lo que se valoraba era lo que decían, no tanto su forma; el arte de la calle, ya se sabe, no cuida las formas. Pero ahora sí deberá hacerlo ya que solo su apariencia, y no su contenido, será juzgado. Es una simple mancha, no significa nada (según esta lectura formalista), y al que le moleste, que frote.

Pero, consideremos, por un momento, el contenido. Solo un momento. Como si fuéramos antiguos. La pintada en cuestión es una amenaza de muerte. Es una señal que advierte que quien vive allí puede (o debe) morir. Como las marcas que los egipcios faraónicos en los dinteles de las puertas de las casas de los hebreos, o los nazis en las casas de judíos durante la II Guerra Mundial, la pintada es un signo (que indica dónde quien debe morir) y una señal (que advierte que quien vive detrás de la puerta morirá). Una marca polisémica. Ah, la educación.

Pero resulta que los representantes del pueblo no consideran que deban hacer nada para defender a un ciudadano amenazado. La pintada puede seguir, como advertencia y siniestra amenaza, todo el tiempo que se quiera. La suerte, la vida de los habitantes del pueblo no son de la incumbencia del poder político.
Esto significa que la ley no se aplica. No impide que un ciudadano muera asesinado. O ajusticiado. La amenaza de muerte sólo es un problema estético privado. Por tanto, lo mejor es desviar la mirada, si molesta. Y no hacer nada.
Ciudad sin ley, entonces. ¿Para qué sirve entonces el ayuntamiento, un gobierno democrático? ¿Para qué o por qué cobra el concejal, si el bien común, la vida de sus iguales no le importa? Es mejor volver a la apasionante ley de la selva. Y los guardias privados armados.

Es curioso ver cómo enviamos soldados para mantener el orden público en Afganistán. Como ellos sí son unos salvajes. No saben nada de la vida democrática.

Una persona que no hace nada para impedir un asesinato, ¿cómo se llama?

Congreso sobre Estética y Música

Remito esta información sobre un congreso sobre estética y música, remitida por el profesor de estética, músico y musicólogo Antonio Notario, de la Universidad de Salamanca (uno de los mejores enseñantes de estética musical de España -junto con Carmen Pardo):

http://esteticayfilosofiadelamusica.wordpress.com/

viernes, 11 de septiembre de 2009

Belleza interior


Las personas de "mediana edad" sostienen que lo que se debe valorar es "la belleza interior" (la suya). La piel tersa se considera algo fugaz y secundario.


Se atribuye la distinción entre belleza física y belleza anímica a Platón. Hasta entonces, se consideraba que un físico hermoso debía coincidir con unas "buenas" o bellas intenciones. La maldad, por el contrario, se reflejaba en un físico tuerto. Las cualidades del cuerpo, positivas o negativas, actuaban como símbolo de las intenciones, bondadosas o arteras, del alma de la persona.


Sócrates y Alcíbiades, dos de los protagonistas de El banquete de Platón, pusieron en jaque la simplista equiparación entre las bellezas física y anímica (que el Cristianismo, con el cuerpo torturado y macilento de Cristo como paradigma, también rechazó): Sócrates se asemejaba a un ogro o al sátiro Sileno. Carecía de cualquier atractivo físico. Alcíbiades, por el contrario, despertaba pasiones. Uno fue un educador que prefirió ser condenado a muerte antes que faltar a lo que consideraba su misión (la búsqueda implacable de la verdad -a costa de su vida física); el segundo un cobarde, traidor, ambicioso y dictador: un dechado de "virtudes" que nunca se reflejaron en su hermoso rostro.


Platón dictaminó la superioridad de lo invisible (las pureza del alma) sobre lo visible (un cuerpo o un porte agresivamente bello). Como cualquier griego culto, conocía los textos de Homero de corrillo.

Y ya Homero, en el siglo VIII aC, había escrito lúcidamente:


"Los dioses no han repartido de igual modo a todos sus amables dones de hermosura, inteligencia y elocuencia. Un hombre es inferior por su aspecto, pero la divinidad lo corona con la hermosura de la palabra y todos miran a él complacidos. Les habla con firmeza y con suavidad respetuosa y sobresale entre los congredados, y lo contemplan como a un dios cuando anda por la ciudad.

Otro, por el contrario, se parece a los inmortales en su porte, pero no lo corona la gracia cuando habla.

Así tu aspecto es distinguido (advirtió el prudente Euríalo al ávido y perverso Laodamante) y ni un dios te habría formado de otra guisa, mas de inteligencia eres necio." (Od., VIII, 170-178)


Los griegos ya sabían que no era necesario leer más textos que los de Homero.


Nota:

Platón oponía hermosura (física) y perversidad (moral). Homero, el físico (phue, en el sentido de físico imponente, como cuando decimos de una persona atractiva que tiene un cuerpazo) y el epos (la palabra) y el noos (la inteligencia).
Homero viene a decir que se puede ser un bellezón y un necio a un tiempo; Platón, una persona atractiva y un retorcido mental. En apariencia, Homero y Platón y Homero no comunican lo mismo. Pero la necedad de Laodamante le empuja a hacer daño (al desventurado Odiseo de quien se burla: un daño moral antes que físico): no es tanto un simple de espíritu cuanto un espíritu malvado.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Soluciones

""Creo sinceramente que estamos posicionados para liderar las políticas sociales de la globalización de los cascos antiguos", dijo la edil" -acerca de las soluciones del Ayuntamiento a la presencia del proxenetismo y la miseria en el Raval (bueno, de la prostitución).
¿Dijo eso?
Lo que se expone claramente....

¿Pero qué significa eso? (A Clue to Clooney)


La prensa rosa ofrecía ayer una noticia que planteaba un problema artístico: ¿es George Clooney homosexual?

Según las crónicas está afirmación se basaba en dos declaraciones de amigos del artista, Brad Pitt y Matt Damon,, quienes habrían sostenido que: "no me casaré antes de que Georges se case con su novio" (Pitt), y "Georges se debería casar con su novio" (Damon).

Las declaraciones dieron la vuelta al mundo. Y sorprendieron a todo el mundo.

No vamos a estudiar los gustos y prácticas de Clooney (aunque no dejaremos de admirar la morena estupenda que lo acompaña), sino preguntarnos por el significado de dichas frases. Esas son muy claras: no parecen frases con doble sentido. Exponen sin ambajes lo que quieren decir: Clooney tiene un novio y debe casarse con él, hecho que afecta a la boda de Pitt ya que el novio de Angelina quiere esperar a que su amigo se case para subir al altar.

Visitamos un piso para jóvenes o un piso patera. Exclamaremos: "¡Qué piso más grande!". Este frase no tiene vuelta de hoja. Afirma que el piso visitado es digno de una mansión del ¡Hola! -o de Clooney-. En este caso, la información decisiva no la aportan las escuetas palabras, sino el tono con el que se pronuncian, que no es solo exclamativo (o no lo es nada, pese a los signos que abren y cierran la sentencia). La ironía o el sarcasmo pueden lograr que una frase signifique lo contrario de lo que dice en apariencia. En el piso de muestra no cabe ni un alfiler.

Los modos de expresión, que son los que trasmiten la información (que las palabras no siempre vehiculan -intencionadamente o no), y que son propios de la expresión oral, no se reflejan en la transcripción escrita, ni en una pintura. Sin duda, Pitt y Damon se expresaron con una profunda ironía (lo que el conocimiento de la vida de Clooney permite discernir). Pero la fijación por medio de la escritura no puede denotar el tono empleado, salvo que se indique exprofesamente: "Y dijo Pitt, o Damon, con ironía: Clooney tiene novio". Si no se indica claramente que se habla con un tono determinado, la transcrición de las palabras, o el dibujo de la situación, no puede mostrar el tono que da la clave, en sentido musical, de lo que se quiere verdaderamente decir: Clooney es un ligón empedernido que no se aceptará nunca unirse a una misma persona. La ironía, en este caso, combate la obviedad. Permite matices, solo comprensibles entre quienes comparten un mismo manera de ver la vida, un mismo bagaje cultural.

En las artes plásticas ocurre lo mismo. La pintura no permite saber cuando estamos ante una imagen irónica de un tema serio, y cuando contemplamos un retrato realista de un motivo caricaturesco. Es esa misma ambigüedad, o esa misma incapacidad del arte de la imagen por captar tonos, que dificulta la comprensión y la valoración de los retratos de Carlos II el Hechizado, de Carreño de Miranda, o de la familia de Fernando VII, de Goya. Solo el conocimiento del papel del artista en la sociedad dieciochesca, y del poder absolutista de la corte, impide pensar que los retratistas se tomaban licencias para con la realidad, que "ironizaban" sobre ella.

Es posible que el arte kitch o camp, sobre el que tanto se ha teorizado en los años 60, haya logrado ofrecer un punto de vista irónico sobre la realidad. Pero no es seguro. No es seguro que la ironía no estuviera en el tema (banal) y no en su manera de reflejarla.

El "collage", como el que preacticaba Max Ernst, sí habría podido ironizar sobre el mundo. Pero esa plasmación irónica se ha logrado a costa de alejarse de la realidad. Los "collages" surrealistas pueden ser irónicos, sin duda. Pero las situaciones que muestran son irreales, ya que, para poder ofrecer un punto de vista desviado sobre el mundo, el "collage" o el surrealismo ha tenido que combinar absurdamente, sin respetar las leyes de la lógica, elementos sueltos. La ironía en el arte plástico es un disparate (en el noble sentido goyesco).

¿Clooney es gay? Lo único que se sabe es que Pitt y Damon son muy inteligentes y que los periodistas que reflejaron sus supuestas declaraciones no supieron distinguir entre la expresión oral y la escrita. El verbo siempre es más creador, verdaderamente dotador, es decir, dotador de vida. La palabra enunciada, como sostenía Platón, presenta unos matices, que la escrita, la letra, mucho más esquemática, nunca podrá captar. Capta la letra, pero no el espíritu.