viernes, 23 de octubre de 2009

El palacio del gobernador que quería vivir como un rey y malvivió




Estela del emperador asirio Adad-Nirari III, s. VIII aC (Israel Museum, Jerusalén). En la parte inferior, se ha borrado un texto que glorificaba a su gobernador condenado Nergal-Eresh
































Fotos (salvo la imagen de la estela): David Capellas (octubre-noviembre de 2008), Tocho (octubre-noviembre de 2007 y 2008)

Dibujos: Albert Imperial, David Capellas

3-D: David Capellas

Documentación e interpretación: Maria-Grazia Masetti-Rouault, Oliver Rouault, Jordi Abadal y la misión arqueológica de Tell Masaïkh (École Practique des Hautes Études, París; Universidad de Pisa).

Con las primeras lluvias de otoño, Nergal-Eresh, el poderoso gobernador de la remota provincia de Rasappa en el imperio neo-asirio (s. VIII aC), ya sabía que, cuando la próxima primavera, el emperador Adad-Nirari III enviaría a su ejército, desde la lejana capital de Nínive, para tomar la ciudad fortificada de Kar-Assurbanipal y destruir el imponente palacio, construido sobre un altozano, en el que se atrincheraba.
Le quedaban los meses de invierno para asegurar la defensa.

Mandó que se construyera a toda prisa una torre en la esquina del palacio que miraba al Eúfrates y, más lejos, hacia la estepa, por donde llegarían las tropas imperiales, inutilizando toda un ala de los apartamentos privados, y que se regruesara la muralla exterior. Es posible incluso que levantara unas pocas estancias en lo alto de la torre, un palacio en miniatura que sería su última morada si las tropas lograban cruzar los muros e invadir en el patio central.
Restos de puntas de flecha y manchas de hollín que lamen las paredes demuestran que el asedio fue largo y angustioso, y que el palacio cayó. Fue destruido hasta casi los cimientos. La memoria de Nergal-Eresh fue borrada. Su nombre eliminado de las crónicas. El nuevo gobernador, nombrado por el emperador, se hizo construir un palacio más pequeño, alejado de las ruinas de la morada del político maldito.
El nombre de Nergal-Eresh quizá ya lo predestinara a un fin trágico: Nergal era el nombre del dios de los infiernos y Eresh, que significa reina, la abreviación de Ereshkigal (Reina de la Gran Morada, que es el inframundo), su consorte infernal.

Kar-Assurbanipal (hoy abandonada en la frontera siro-iraquí) fue fundada por el emperador asirio Asurbanipal II (s. IXaC) para controlar unas tierras fértiles, irrigadas por el Eúfrates, recorridas por nómadas venidos del desierto sirio, y el paso de mercancías entre el norte y el sur de Mesopotamia.

Un siglo más tarde, Nergal-Eresh reordenó y amplió la ciudad siguiendo una trama ortogonal de calles entre murallas de planta rectangular. En un extremo, sobre un montículo formado por los sedimentos de pequeños asentamientos (levantados desde el IV milenio aC), se hizo edificar una morada que se asemejaba demasiado a los palacios imperiales. Quizá pensara que las grandes capitales, como Nínive y Nimrud, estaban tan lejos que la provincia que gobernaba podía ser casi autónoma y que podía comportarse y vivir como un emperador.
El palacio (cuyos límites aún no se han hallado, pese a que se excava desde hace trece años), de planta rectangular, quizá cuadrada, debía tener unos cien metros de lado. El espesor de los muros era descomunal: superaban los tres metros (aún hoy se conservan en gran parte, con una altura que supera ocasionalmente los cuatro o cinco metros). Algunas estancias eran tan anchas que solo habrían podido ser techadas con los troncos de los cedros más altos y rectos del Líbano. Se organizaba alrededor de dos gran patios, al menos, cubiertos de frescos con motivos vegetales (frutos y plantas similares a los que estaban dedicados a la diosa de la fecundidad Ishtar). Bien orientado, perfectamente ventilado, disponía incluso de una sala del trono, de apartamentos privados, de varias salas de agua ("cuartos de baño"), e incluso de lo que parece una capilla privada.
Semejante ostentación, construida, sin duda, con impuestos no enviados a la corte, no podía quedar impune. El sueño de Nergal-Eresh duró menos de una generación. No bien el palacio fue concluido, Adad-Nirari III lo derribó.
El imperio neo-asirio no perduró mucho más. Cien años más tarde, los persas conquistarían toda Mesopotamia (antes de caer, a su vez, bajo el empuje de Alejandro).
Tell Masaïkh (como se conoce hoy a Kar-Assurbanipal) es un gigantesco campo de excavación, sobre un montículo desolado, en la que trabaja una misión arqueológica franco-italo-polaca, dirigida por Maria-Grazia Massetti-Rouault, desde hace casi qince años. Las ruinas del palacio, por las que, de noche, rondan famélicos perros asilvestrados, vehículos sin luces y, se rumorea, almas en pena -cuando silba el viento frío-, yacen bajo tumbas islámicas, que no se pueden excavar, y modestas casas romanas. El paraje, en efecto, volvió a adquirir cierta importancia en el siglo III dC, ya que constituía uno de los puestos fronterizos y de defensa del límite oriental del Imperio Romano.
Cuentan las crónicas que el emperador Gordiano fue enterrado en un túmulo construido cerca de un vado del Eúfrates, cerca de un montículo cubierto de ruinas.
La casa de la misión se halla en el vecino pueblo de Ashara, a lo largo de la carretera que bordea el Eúfrates entre talleres mecánicos grasientos. Es célebre -y es celebrado por una parte de la población- porque muchos de los suicidas-bomba chiítas en Irak proceden de este pueblo. Son también fanáticos del Barça.
De noche es mejor estar a cubierto. El viento se alza de súbito, golpea las puertas y azota nubes de polvo tras las que todo desaparece.

De nuevo, del 27 de octubre al 7 de noviembre, Albert Imperial, Miguel Orellana y yo regresaremos a las ruinas del gobernador de los infiernos.

El blog se interrumpirá. No sé si para siempre.





jueves, 22 de octubre de 2009

Tras el cristal (Agustín Villalonga) -parte 1-



o los espacios interiores. Lo siniestro doméstico hecho imagen

Si el video no se carga, se puede localizar en:

http://v.youku.com/v_show/id_XMzU4NjM2ODQ=.html

Teoría del arte

Noticias en los diarios de hoy, jueves 22 de octubre de 2009:

"Llongueras y Dyango exponen sus sentimientos pictóricos" -no sus cuadros;

"El Macba radiografía la obra de Cage y su contemporaneidad" -exponerla hubiera sido vulgar, sobre todo porque se muestran "objetos conceptuales" (es decir, partituras), según la comisaria;

"Ruscalleda aporta sensibilidad al vino" -hasta ahora lo que se aportaba eran azúcar o azufre, o porquerías.

Exactamente, ¿qué significan? ¿en qué idioma se han dicho o escrito?

Molière escribió "Le bourgeois gentilhomme" y "les précieuses ridicules" hace tres siglos.

martes, 20 de octubre de 2009

André Malraux: los dioses de la noche y del sol, parte 1 (El museo imaginario)

retrouver ce média sur www.ina.fr

Georges Bataille: La littérature et le mal

Thomek Baginski: La Catedral (2002)

The Cathedral (2002) - Tomek Baginski from Ludik on Vimeo.



Película candidata al Oscar para cortometrajes de animación, 2002

Apolo como Moisés


La aceptación de los dioses paganos en el Cristianismo se hizo de dos maneras: convirtiéndolos en metáforas de fenómenos físicos (naturales, sociales, humanos) y psíquicos -una manera de considerarlos que, de todos modos, no fue desconocida en el mundo antiguo, ya que algún sofista, en el s. V aC, consideraba que los dioses eran seres imaginarios ideados por los humanos y, en el siglo IV aC, el griego Evemero y, posteriormente, los estóicos, sostendrían que los dioses eran seres humanos remarcables divinizados o creaciones poéticas humanas que daban razón de hechos incomprensibles, a los que visualizaban-, o equiparándolos con personajes bíblicos o del Nuevo Testamento.

Apolo, quizá uno de los dioses más venerados por los antiguos -junto con su hijo Asclepio o Esculapio, el dios de la medicina, sobre todo en Roma-, fue una de las divinidades que pasó, ya en época tardo-romana, por un proceso de cristianización. La imagen paleo-cristiana de Cristo como pastor (un Cristo joven e imberbe, seguro y en absoluto doliente -el cuerpo crucificado no se impuso como imagen crística hasta la Baja Edad Media-) fue modelada a partir de la de un juvenil Apolo portando una oveja sobre los hombres como todo buen conductor de rebaños. El que, en época helenística, Apolo fuera visto como una divinidad solar también contribuyó a su identificación con Cristo, el "Sol Invicto".
De este modo, Apolo aparecía como un precursor de Cristo -al que anunciaba-, dotado de sus mismos valores (la crueldad de Apolo era olvidada en favor de la luz o la música que aportaba, de su preocupación para con el género humano) pero carente aún de la sabiduría del dios cristiano.

Sin embargo, Cristo no fue la única figura cristiana con la que Apolo fue identificado. El arzobispo y académico francés barroco Pierre-Daniel Huet (s. XVII) equiparó a Apolo con Moisés en su libro Demonstratio Evangelica, dedicado al Delfín de Francia (los príncipes herederos franceses eran señores del condado francés de Dauphiné, cercano al Mediterráneo, cuyo nombre derivaba del delfín, el animal apolíneo por excelencia, en el que Apolo se metamorfoseaba):

http://books.google.com/books?id=Y68WAAAAQAAJ&ots=7hymkeAwfu&dq=Pierre-Daniel%20Huet%20Demonstratio%20Evangelica&hl=es&pg=PT4#v=onepage&q=&f=false
Huet compara a Apolo con varias divinidades, como Dionisio (Baco) -ya que el Dioniso órfico nacía y moría ritualmente cada año en favor de la humanidad-, y, sobre todo, con el profeta Moisés.
Dicha equiparación no tiene ninguna base histórica ni teológica -los redactores del Pentateuco posiblemente no conocieran al dios Apolo-, pero no deja por ello de ser interesante, ya que revela la imagen que se tenía del dios oracular y de la arquitectura. (Por el contrario, es muy posible que los sacerdotes hebreos tras el retorno de Babilonia, en el siglo VI aC, hubieran forjado la figura mítica de Moisés a partir de las leyendas mesopotámicas del emperador acadio Sargón I, de finales del III milenio aC).
Moisés era un humano; Apolo una divinidad. Poco podían tener en común. Sin embargo, al igual que Moisés -que literalmente significa el engendrado-, abandonado en un "moisés" entregado al río Nilo, Apolo tuvo un nacimiento conflictivo, en una isla marginal, a la merced de las aguas -ya que no estaba anclada en el mar-. Ambos, perseguidos, tuvieron que esconderse. Un mismo defecto físico destacaba la singularidad de ambos: Moisés era tartamudo; A Apolo, que pronunciaba sentencias enigmáticas en su santuario délfico, de muy difícil interpretación, tampoco se le entendía. Cometieron crímenes: Moisés asesinó a un egipcio y, más tarde, dudó de la palabra de Yavhé; mientras, el mismo nombre de Apolo (algunos eruditos antiguos sostenía que el nombre derivaba del verbo griego apollunai, que significa destruir), y uno de sus atributos más habituales, el arco y las flechas, lo señalaban como una figura peligrosa.
La relación entre Apolo y Moisés es más significativa de lo que parece: ambos eran "pastores", tanto en sentido literal (guardaban rebaños) cuanto metafórico: guiaban, físicamente y a través del verbo, a los hombres. Eran portavoces que mediaban entre el dios supremo (Yavhé, Zeus) y la humanidad descarriada. Y lo hacían a través de espacios de los que era imposible salir con vida: el desierto (Moisés) y el ponto (Apolo). Tenían el poder de hallar el (buen) camino en territorios en los que las huellas desaparecían al momento y en los que, por tanto, era inevitable perderse y perder la vida. Moisés irradiaba; Apolo señalaba la senda por la que el ser humano debía transitar gracias a las flechas que disparaba y que apuntaban en la dirección correcta.
Tanto Moisés como Apolo eran perfectos organizadores del espacio. Encabezaban expediciones que llevaban a los hombres a buen puerto. No se perdían. Tenían el don de ver donde no se podía ver, de vislumbrar caminos en espacio indiferenciados, carentes de cualquier ordenación espacial, orden que solo era establecido tras su paso. Por eso, los pueblos que los seguían sobrevivían. La suerte de la comunidad, abandonada hasta entonces a la intemperie, sin saber hacia donde ir ni donde instalarse, dependía de ellos. Los hebreos dejaron de ser unor errantes en cuanto siguieron a Moisés; los humanos, desorientados, equiparados a las bestias, se "humanizaron" y hallaron al fin su lugar en la tierra gracias a Apolo que los condujo hacia la tierra prometida: Delfos, semejante a Israel.

La equiparación que Huet estableció entre Apolo y Moisés era incorrecta o aberrante desde el punto de vista histórico; pero acertada desde el imaginario. Moisés y Apolo fueron unos "buenos pastores"; y la "buena conducta" que ejercieron, que permitió a la humanidad sobrevivir, se visualizó a través de la ordenación del espacio.
De algún modo, Apolo y Moisés fueron unos perfector urbanistas o arquitectos. Crearon unos "pueblos", comunidades, hasta entonces desbandadas, dejadas "de la mano de dios". Fueron unas figuras ideales a través de las cuales los seres humanos se sintieron protegidos, expresando su confianza en un futuro heróico.