lunes, 26 de octubre de 2009

Adiós al palacio del Rey-Apolo


Luis XIV como Apolo -en un ballet protagonizado por el rey-.



"Hijo mío, pronto seréis rey; no me imitéis en el gusto que he tenido por los edificios, ni en el que tenido por la guerra (...); intentad aliviar a vuestro pueblo".

Éstas fueron, según Saint-Simon, las hermosas y patéticas últimas palabras de Luis XIV a su hijo, el delfín (el príncipe heredero).

Luis XIV reconocía lo que otorgaba y manifestaba la grandeza a los dioses: la imposición de la voluntad soberana a través de la guerra, la construcción del mundo (la arquitectura) y el cuidado y la guía de los súbditos o los fieles. Reconocía que la arquitectura era una prerrogativa divina, de la que, en el lecho e muerte, asumiendo su condición mortal, adjuraba.

Se le conocía como el Rey-Sol. Este nombre o este sobrenombre, a través del cual el rey se igualaba con el astro-rey, venía de su absoluta identificación con el dios Apolo. Ya vimos en un texto anterior que la fusión entre Apolo y el Sol no se produjo hasta la cultura helenística, si bien para Homero, pese a que Apolo y Helios eran divinidades distintas, la luz era una emanación apolínea.

Como Apolo (al menos como el Apolo romano), Luis XIV era el protector de las artes (función que, en la grecia arcáica y clásica asumía más bien Atenea, tejedora y carpintera -la Minerva romana). Dispensaba la justicia. Iluminaba al pueblo. Y lo edificaba.

La asunción de las virtudes de Apolo por parte del Rey-Sol se inscribía y se desarrollaba en el espacio. Toda su obra (arquitectónica) manifestaba su equiparación con las funciones de Apolo, el dios ordenador del mundo. El palacio y los jardines de Versalles estaban bajo la entera advocación de Apolo (y de su hermana gemela, Diana -Ártemis, en Grecia): la efigie irradiante de Apolo coronoba puertas y ventanas. Distintas estancias palaciegas (el Salón de Apolo, por ejemplo) y distintos jardines (el estanque de Apolo, presidido por la estatua del dios que domina todos les elementos, incluso los acuáticos, confundido con Poseidón; la gruta de Apolo) estaban dedicados a Apolo y Diana. Al igual que el santuario apolíneo de Delfos (que, literalmente, significa vagina: engendrador o dispensador de vida), que constituía el centro (el ombligo, el onfalo) el mundo, el dormitorio de Luis XIV era considerado el centro de Francia, es decir de todo el mundo ilustrado. Los despertares al rey, al que solo los iniciados eran invitados a asistir temblorosos, eran signos celestiales que anunciaban los tiempos venideros. El humor y los primeros gestos matutinos del monarca, como los de la divinidad, debían ser interpretados, pues señalaban lo que iba a acontecer.

El palacio, con una geometría perfecta, instauraba el orden en el mundo desde un centro (vital, luminoso), mundo que se iba civilizando a medida que se acercaba al palacio -o que el palacio se adentreaba en la naturaleza, inicialmente selvática, como los bosques en la lejanía-. Del palacio, las estatuas y los jardines ordenados emanaba la gracia apolínea que debía metamorfosear la naturaleza selvática y las mentes y los cuerpos incivilizados. El orden reinaba gracias a la presencia y la irradiación de Versailles, que no era sino la extensión, la geometrización (perfecta) del cuerpo divino del rey.

Esta capacidad transformadora del universo se realizaba a través de la edificación. Luis XIV, como Apolo, era el supremo arquitecto. Ideaba y mandaba construir. Su gusto, infallible y universal -es decir, personal pero (o entonces) aplicable a todo el orbe- garantizaba la bondad de sus acciones.
Pero, al final de su vida, renunció a su voluntad de conformar el mundo.

¿Cuántos arquitectos, poco antes de bajar la mano ycerrar los ojos visionarios, han condenado la implacable tiranía de su obra, la inquebrantable voluntad de conformar, de organizar el mundo a su imagen?

George Rousse: arte y arquitectura







Web del fotógrafo, pintor y arquitecto francés George Rousse (1947), creador de "espacios virtuales" -pintados y construidos a partes iguales en interiores ya existentes.

domingo, 25 de octubre de 2009

Noman McLaren: Neighbours (1952)



El célebre corto de animación Vecinos. De obligada visión por urbanistas, arquitectos -y políticos.

Stan (James Stanley) Brakhage: The Dark Tower (1999)


the dark tower - stan brakhage

a-lex | Vídeo MySpace


Una de las mejores películas experimentales

Len Lye: The Rainbow Dance (1936)



Una de las mejores películas de animación de la historia

Arte y Política


1.- Vuelta a la normalidad:


Ha sorprendido o indignado (no mucho) que CiU exija subvenciones públicas para el Orfeó Catalá. ¿Por qué? ¿No es plenamente lógico? Si las subvenciones públicas del Orfeó terminaban en la Fundación Trías Fargas, la cual las utilizaba, no para promover actividades culturales, sino la más sana o rentable actividad de campaña electoral del candidato de CiU a las elecciones municipales o autonómicas, ante la proximidad de nuevas elecciones, ¿no es lógico que CiU necesite fondos y que, por tanto, quiera que la bolsa del Orfeó vuelva a estar llena? ¿No querríamos todos lo mismo?


2.- Arte y política:


El arte contemporáneo tiene que tener una vertiente política e incidir en la vida pública. No se puede contentar con distraer. Los "gestores" de Guantánamo bien lo sabían. Por eso torturaban poniendo a todo trapo canciones de Neil Daimond, John Taylor, Metállica, Marilyn Manson o el himno norteamericano, Born to run. No sé porqué se olvidaron de Barbra Streisand o Whitney Houston. No tenían gusto (es decir, formación política).


Dada la cada vez mayor importancia de la cultura "latina" en la vida norteamericana, es decir, mundial, ¿con qué canciones "hispanas" se podrían machacar a los presos? El tema se va a plantear pronto.

¡Alguna sugerencia?

Mi grano de arena: La Oreja de van Gogh; la Quinta Estación; el Sueño de Morfeo; Efecto Mariposa. O los himnos del Real Madrid y del Barça; o los nacional y autonómicos. Oé, oé, oé.


Seguro que no quedaría un terrorista vivo, o que entrarían directos en un convento con voto de silencio. Hasta se podría solucionar la falta de vocaciones.



HIMNO A MURCIA
¡Murcia!, la Patria bella
de la Huerta sultana;
novia rica y lozana
siempre llena de azahar.
De tu cielo esplendente
el dosel se despliega,
desde el mar a la vega,
desde la vega al mar.
Reina de la matronas,
demuestras la hidalguía
de tu blasón,
pues llevas en tu escudo
entre siete coronas
un corazón.
Desde tu torre cristiana
que baña su cruz de oro
en la luz de la mañana,
parece el sol un rey moro
que requiebra a su sultana.
Y entre una senda de flores
que va tejiendo el estío,
murmurando sus amores
perezoso cruza el río.
Cuna florida del sol
joya del suelo español.
SOLISTA
Vega, divino tesoro,
entre tus verdes maizales
vibra como arpa de oro
el manto de tus trigales.
En tus naranjos se llena
un incensario de azahar
para la Virgen morena
que hizo en la sierra su altar.
Parranda sonadora
siempre henchida de gozo;
copla madrugadora
que suena retadora
en los celos del mozo.
Oyendo la armonía
que tu guitarra guarda
toda la vida mía
a la sombra estaría
de tu torre gallarda.
De tu torre gigante
que a los cielos asoma
y en un tapiz fragante
duerme como paloma
Murcia joya del rico suelo español,
soñado paraíso, cuna del sol.
¡Murcia!, la patria bella,
de la Huerta sultana,
novia rica y lozana
siempre llena de azahar.
Rico tesoro, bella ciudad
Sagrario de la Santa fecundidad



viernes, 23 de octubre de 2009

El palacio del gobernador que quería vivir como un rey y malvivió




Estela del emperador asirio Adad-Nirari III, s. VIII aC (Israel Museum, Jerusalén). En la parte inferior, se ha borrado un texto que glorificaba a su gobernador condenado Nergal-Eresh
































Fotos (salvo la imagen de la estela): David Capellas (octubre-noviembre de 2008), Tocho (octubre-noviembre de 2007 y 2008)

Dibujos: Albert Imperial, David Capellas

3-D: David Capellas

Documentación e interpretación: Maria-Grazia Masetti-Rouault, Oliver Rouault, Jordi Abadal y la misión arqueológica de Tell Masaïkh (École Practique des Hautes Études, París; Universidad de Pisa).

Con las primeras lluvias de otoño, Nergal-Eresh, el poderoso gobernador de la remota provincia de Rasappa en el imperio neo-asirio (s. VIII aC), ya sabía que, cuando la próxima primavera, el emperador Adad-Nirari III enviaría a su ejército, desde la lejana capital de Nínive, para tomar la ciudad fortificada de Kar-Assurbanipal y destruir el imponente palacio, construido sobre un altozano, en el que se atrincheraba.
Le quedaban los meses de invierno para asegurar la defensa.

Mandó que se construyera a toda prisa una torre en la esquina del palacio que miraba al Eúfrates y, más lejos, hacia la estepa, por donde llegarían las tropas imperiales, inutilizando toda un ala de los apartamentos privados, y que se regruesara la muralla exterior. Es posible incluso que levantara unas pocas estancias en lo alto de la torre, un palacio en miniatura que sería su última morada si las tropas lograban cruzar los muros e invadir en el patio central.
Restos de puntas de flecha y manchas de hollín que lamen las paredes demuestran que el asedio fue largo y angustioso, y que el palacio cayó. Fue destruido hasta casi los cimientos. La memoria de Nergal-Eresh fue borrada. Su nombre eliminado de las crónicas. El nuevo gobernador, nombrado por el emperador, se hizo construir un palacio más pequeño, alejado de las ruinas de la morada del político maldito.
El nombre de Nergal-Eresh quizá ya lo predestinara a un fin trágico: Nergal era el nombre del dios de los infiernos y Eresh, que significa reina, la abreviación de Ereshkigal (Reina de la Gran Morada, que es el inframundo), su consorte infernal.

Kar-Assurbanipal (hoy abandonada en la frontera siro-iraquí) fue fundada por el emperador asirio Asurbanipal II (s. IXaC) para controlar unas tierras fértiles, irrigadas por el Eúfrates, recorridas por nómadas venidos del desierto sirio, y el paso de mercancías entre el norte y el sur de Mesopotamia.

Un siglo más tarde, Nergal-Eresh reordenó y amplió la ciudad siguiendo una trama ortogonal de calles entre murallas de planta rectangular. En un extremo, sobre un montículo formado por los sedimentos de pequeños asentamientos (levantados desde el IV milenio aC), se hizo edificar una morada que se asemejaba demasiado a los palacios imperiales. Quizá pensara que las grandes capitales, como Nínive y Nimrud, estaban tan lejos que la provincia que gobernaba podía ser casi autónoma y que podía comportarse y vivir como un emperador.
El palacio (cuyos límites aún no se han hallado, pese a que se excava desde hace trece años), de planta rectangular, quizá cuadrada, debía tener unos cien metros de lado. El espesor de los muros era descomunal: superaban los tres metros (aún hoy se conservan en gran parte, con una altura que supera ocasionalmente los cuatro o cinco metros). Algunas estancias eran tan anchas que solo habrían podido ser techadas con los troncos de los cedros más altos y rectos del Líbano. Se organizaba alrededor de dos gran patios, al menos, cubiertos de frescos con motivos vegetales (frutos y plantas similares a los que estaban dedicados a la diosa de la fecundidad Ishtar). Bien orientado, perfectamente ventilado, disponía incluso de una sala del trono, de apartamentos privados, de varias salas de agua ("cuartos de baño"), e incluso de lo que parece una capilla privada.
Semejante ostentación, construida, sin duda, con impuestos no enviados a la corte, no podía quedar impune. El sueño de Nergal-Eresh duró menos de una generación. No bien el palacio fue concluido, Adad-Nirari III lo derribó.
El imperio neo-asirio no perduró mucho más. Cien años más tarde, los persas conquistarían toda Mesopotamia (antes de caer, a su vez, bajo el empuje de Alejandro).
Tell Masaïkh (como se conoce hoy a Kar-Assurbanipal) es un gigantesco campo de excavación, sobre un montículo desolado, en la que trabaja una misión arqueológica franco-italo-polaca, dirigida por Maria-Grazia Massetti-Rouault, desde hace casi qince años. Las ruinas del palacio, por las que, de noche, rondan famélicos perros asilvestrados, vehículos sin luces y, se rumorea, almas en pena -cuando silba el viento frío-, yacen bajo tumbas islámicas, que no se pueden excavar, y modestas casas romanas. El paraje, en efecto, volvió a adquirir cierta importancia en el siglo III dC, ya que constituía uno de los puestos fronterizos y de defensa del límite oriental del Imperio Romano.
Cuentan las crónicas que el emperador Gordiano fue enterrado en un túmulo construido cerca de un vado del Eúfrates, cerca de un montículo cubierto de ruinas.
La casa de la misión se halla en el vecino pueblo de Ashara, a lo largo de la carretera que bordea el Eúfrates entre talleres mecánicos grasientos. Es célebre -y es celebrado por una parte de la población- porque muchos de los suicidas-bomba chiítas en Irak proceden de este pueblo. Son también fanáticos del Barça.
De noche es mejor estar a cubierto. El viento se alza de súbito, golpea las puertas y azota nubes de polvo tras las que todo desaparece.

De nuevo, del 27 de octubre al 7 de noviembre, Albert Imperial, Miguel Orellana y yo regresaremos a las ruinas del gobernador de los infiernos.

El blog se interrumpirá. No sé si para siempre.