lunes, 14 de diciembre de 2009

La organización del espacio en Sumer








Cuatro vistas de Chicago (diciembre de 2009), la ciudad más hermosa del mundo después de París



Área de trabajo en las reservas del Oriental Institute de Chicago



Oriental Institute de Chicago



Espirales de plata sumerias, utilizadas como "moneda" (por su peso y calidad)



Cabeza de dignatario sumeria (posiblemente un retrato, uno de los primeros de la historia), mediados del III milenio aC, Oriental Institute, Chicago



Cabeza de orante sumerio, III milenio aC, Oriental Institute, Chicago



Brazaleta de carnelia y piedra blanca, Oriental Institute, Chicago (reservas)



Collar de piedras blancas y negras, Oriental Institute, Chicago (reservas)




Clavo de fundación: monarca en un rito fundacional, portando un cesto con el primer ladrillo, bronce, III milenio aC, Oriental Institute, Chicago (reservas)


Orante, III milenio aC, Oriental Institute, Chicago (reservas)


La organización y división del espacio, en Sumer, centraba todas las actividades manuales e intelectuales. Al mismo tiempo, constituía el paradigma para la valoración (ética) de cualquier acción. Ordenar el espacio era un bien que movilizaba esfuerzos y pensamientos.
Así, la nueva presentación de la colección del Oriental Institute de Chicago, bajo la dirección de Geoff Emberling, (uno de los seis centros mundiales para el estudio de la cultura mesopotámica, junto con el Museo del Louvre en París, el Museo Británico en Londres, el Vorderasiatisches Museum en Berlin y el UPennMuseum de Filadelfia -además del Museo Nacional de Irak en Bagdad-), cerrado durante años, destaca una poderosa idea: gran partes de las ciencias matemáticas, económicas y sociales estaban al servicio del urbanismo y de la arquitectura. La construcción del mundo era un deber moral.
La división o parcelación del espacio (para obtener terrenos claramente delimitados con el fin de ser cultivados, trazar canales de irigación, y vías de comunicación), y la necesidad de volver a señalar claramente los límites entre las propiedades tras las inundaciones anuales, fueron poderosos acicates para la invención y el desarrollo de las artes de la geometría y del cálculo (los arquitectos siempre se han presentado a sí mismos como sabios en geometría y en cálculo, contrariamente a los artesanos, y los emblemas de la Geometría y de la Arquitectura han sido, hasta finales del siglo XVIII, idénticos).
Los extremos de las parcelas se señalaban con unas piedras de basalto, semejantes a mojones, llamadas kudurrus, que servían también como documentos o títulos de propiedad. Éstos quedaban igualmente registrados en tablillas, a menudo de piedra (basalto), que se depositaban en los santuarios a fin que los dioses dieran fe de la compra-venta y de la titularidad de las posesiones. De ahí a pensar que los templos y los dioses fueron una creación dictada por la necesidad de obtener garantías para la protección del patrimonio hipotecario...
Las compras de terreno se efectuaban mediante la donación de bienes de valor equivalente al terreno. Estos bienes eran cantidades de plata (el dinero es un invento oriental muy posterior, aunque recordemos que el francés argent significa tanto plato cuanto dinero). La plata circulaba bajo la forma de perfiles metálicos dispuestos en círculos o en espirales muy largas (y que quizá eran portados como brazaletes, colgantes o anillos, sugiere Jordi Abadal) -véase fotografía-. Dichos perfiles eran cortados y pesados en función del valor fijado.
La medición del espacio terrenal, que la delimitación de las parcelas exigía, junto con las mediciones astrales (la posición de los astros mediantes el cálculo de los ángulos, de base sexagesimal, y del tiempo), para determinar la orientación de las propiedades, se complementaba con la medición del peso de los objetos -en este caso, de plata-, para lo cual se fijó toda una serie de unidades a partir de piedras calibradas. Cada ciudad sumeria tenía sus propias unidades de medida, hasta que Sargon I, el primer emperador acadio, las unificó en un único sistema.
La acotación y clasificación del mundo, que las mediciones, delimitaciones y definiciones (definir es, etimológicamente, trazar límites que aislan entidades congruentes) conllevan, su conocimiento y puesta al servicio del ser humano, nacieron, posiblemente, debido a la necesidad del hombre de asentarse en la tierra, y de organizarse un espacio vital.
Los sumerios fueron los primeros que midieron -y legislaron- el mundo. Aún nos movemos gracias a los sistemas de pesos y medidas, y en parte de leyes, que determinaron.
En los inicios, era el espacio por acotar.

Casas del alma


Modelo egipcio. Primer período intermedio. Principios del II milenio aC. Chicago, The Field Museum




Dos modelo egipcio. Imperio Antiguo o Primer período intermedio. Finales III milenio aC-Principios del II milenio aC. Chicago, The Field Museum




Dos modelos egipcios. Primer período intermedio o Imperio Medio. Principios II milenio aC. Toronto, Royal Ontario Museum
Nota: Estas "maquetas arquitectónicas" egipcias, depositadas en la arena del desierto, sobre la tumba que no sobresalía, eran bandejas de ofrendas funerarias en las que los alimentos, de terracotta, estaban moldeados para la eternidad. Un canal, en el extremo de la bandeja, permitía que los líquidos libados en honor del difunto se vertieran, a través de un conducto vertical, dentro de la cámara sepulcral.


Modelo egipcio (deposito en tumba). Primer Período Intermedio. Principios II milenio aC. Toronto, Royal Ontario Museum.


Modelo de Centro-Europa. V milenio aC. Museo de Bucarest. Expuesto en el Institute for the Studies of the Ancient World, Nueva York.



Maqueta posiblemente sumeria (de Irak). Finales del III milenio aC. Comprada en subasta. Chicago: Oriental Institute (reservas)





domingo, 13 de diciembre de 2009

Breakfast at Tiffany´s


Señoras de mediana edad, a cara limpia, envueltas en abrigos largos de lana azul marino, abotonados hasta el cuello, y tocadas con un bombín negro en cuya parte frontal luce el escudo granate de la Salvation Army, agitan insistemente una campanilla dorada mientras entonan inmisericordemente, como si un mantra se tratara: "Donate, donate, dontforgettodonate, today!", frente a las puertas batientes de metal dorado de la Trump Tower, en Nueva York o en Chicago, o ante los escaparates de Tiffany´s.

Al lado, un hombre-anuncio pide un donativo para Jews for Jesus.

Villancicos "popizados", que suenan de no se sabe dónde, retumban en toda la calle -y en cualquier ascensor.

Merry Christmas -o no.

El culto a la divinidad, el servicio a los hombres: Frank Lloyd Wright, Unity Temple (1905-1908)



En cuento la ceremonia concluye, los fieles dan la espalda al altar y se dirigen hacia la salida; la comunidad se dispersa. En algunas circunstancias, algunas religiones, como el chiísmo cuando se refiere al culto a los mártires en determinados santuarios, obligan a que el fiel se retire caminando de espaldas, sin dejar de mirar a la tumba o el cenotafio.

Esta despedida fallida, el súbito desinterés del hombre que deja de tener en consideración a la divinidad, es precisamente contra lo que Wright luchó al proyectar el Templo de la Unidad en Chicago.

Wright era un devoto miembro de la Congregación Unitaria Universalista, nacida, a finales del siglo XVIII, de la disgregación de cultos protestantes. Dicha congregación (el término "iglesia", aunque se emplee, no es adecuado) no es cristiana (católica ni protestante). Constituye, en verdad, una nueva religión. Religión insólita: filosófica más que teológica, se aproxima a la masonería, si no fuera porque su ingreso no exige ningún adoctrinamiento, ningún rito iniciático. Los Uninistas Universalistas creen en una divinidad abstracta. Las ceremonias consisten en cánticos y en la lectura comentada de textos cristianos, islámicos, budistas, y de pensadores de todos los tiempos. Acepta a ateos, teístas y paganos, y no exluye a nadie. Entre los textos más célebres se halla un himno que canta el derribo de los muros entre los humanos.

Cuando el joven Wright, en tanto que miembro de la comunidad, recibió el encargo de construir un nuevo templo en sustitución de uno anterior, en forma de iglesia gótica, incendiado por un rayo, quiso logar la traducción en piedra del ideario unionista, la plasmación o fijación de una ceremonia.

El templo de la unidad consiste en dos edificios, cúbico y paralelepipédico, de distintas alturas, unidos por un bloque aún más bajo. El primero es la Casa de la Divinidad (cualquier divinidad). El segundo, la casa de la comunidad. Entre éstas, un pasillo angosto, oscuro y bajo de techo, casi opresivo (como todos los pasillos en la obra de Wright, zonas de tránsito, túneles que tienen que ser recorridos en pos de la luz, pero que nunca pueden erigirse en estancias).

La Casa del Dios es un cubo luminioso. Frente al púlpito se disponen dos pisos de balcones en los que se situan tres filas de bancos corridos muy sencillos. Todos miran hacia el púlpito, más bajo, en contacto con la tierra, ya que solo el fiel tiene el derecho de elevarse. La salida se realiza en dirección al muro del púlpito, en cuyos extremos se disponen las puertas. El fiel, al retirase, avanza hacia el orador. La palabra le acompaña.

Cuando abandona la Casa de la Divinidad, entra en el pasillo. Éste no desemboca al exterior, sino que conduce a la casa de la comunidad. Aunque más baja que el Templo, se organiza del mismo modo. No existe diferencia alguna entre ambas casas. Son el destino de la comunidad. Cuando la ceremonia propiamente religiosa o filosófica concluye, la comunidad sigue encontrándose en la casa civil, en la que se halla una sala de reunión y aulas de estudio.

El Templo de la Unidad es una casa comunitaria. Atiende a todas las creencias, unidas por la música, la geometría y la palabra: es decir, los atributos de la divinidad que canta, inspira y ordena el mundo para los humanos. Las imágenes, partidistas, estrán proscritas. El Templo aúna rasgos de arquitecturas japonesa, precolombina, asiria, hebrea, cristiana (la planta en cruz griega de la Casa de la Divinidad), islámica (dicha casa también se inspira de las plantas centrales de las mezquitas otomanas) romana (la basílica de la comunidad), etc. Ambas casas son receptáculos de luz. Ventanas y vidrieras dejan entran la luz, tan solo fultrada por los tonos blanquecinos y verdosos de las vidrieras. El azul, excesivamente cristiano, está proscrito, en favor del verde terrenal (y paradisíaco, de origen persa).

La única ornamentación son una red ordenada de sencillas molduras (listones) de robre dispueastas como la urdimbre de un tejido que recorre y une o unifica todo el edificio (ambos bloques). Wright sabía que Atenea era la diosa de los constructores y de las tejedoras. Su busto presidía su primer estudio en Chicago, cerca del Templo. El interior es un universo femenino, una casa familiar, en la que se exhiben los lazos comunitarios entre las familias que componen la congregación. La divinidad, abstracta a la que se rinde culto se acerca más a una figura femenina que a un astero dios patricio.

La elación con el mundo femenino se acentua por el hecho que la congregación comulga con flores. Cada año, cada miembro planta una flor o recoge una de los ramos que se componen. Inmensos maceteros elevados señalan la entrada, tanto de la Casa de la divinidad cuanto de la comunidad.

El célebre Templo de la Unidad (Unity Temple) es una gozosa celebración de la fuerza de una comunidad, abierta a quien quiera entrar, y un espacio de encuentro no sectario. Su situación en una encrucijada simboliza bien la convergencia de caminos hacia este espacio de encuentro.

El Templo de la Unidad es una reflexión sobre lo que una comunidad es, traducida a piedra (hormigón), son las palabras de la propia comunidad transcritas en la materia, edificadas.

Recuerdo que, a finales de los años setenta del siglo pasado, Rafael Moneo -por el aquel entonces catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de Barcelona - y sus profesores ayudantes, nos impusieron, como primer ejercicio de la asignatura del primer curso de Proyectos, la realización de una perspectiva axonométrica del Templo de La Unidad, a partir de unas pocos fotocopias de una planta y una sección. Un arduo, arisco ejercicio formal. ¿La mejor manera de entender la razón o el sentido del hábitat?

sábado, 12 de diciembre de 2009

Wallace Berman: Aleph (1956-1966)



Las letras del alfabeto hebreo, que componen la palabra aleph (el nombre de la vocal "a", la primera del alfabeto, que las contiene todas, todas las palabras), se superponen a una lluvia de imágenes visuales, a las que deberían reemplazar (Yavhé condenaba las imágenes -idolátricas-), o las generan. Entre el verbo y la aparición.

Geometría amable: Chuck Jones, The Dot and the Line: A Romance in Lower Mathematics (1965)



Oscar al mejor cortometraje de animación (1965)

Man Ray (imágenes) y Donald Sosin (música): Le retour à la raison (1923)



Uno de los mejores cortometrajes experimentales de la historia