miércoles, 13 de enero de 2010

Más allá de las murallas: Lucrecio, sobre la religión

"Cuando el género humano se hallaba de forma vergonzosa, visiblemente abatido en la tierra, aplastado por el grave peso de la superstición religiosa (o de la religión) que mostraba su faz desde las regiones celestiales, amenazando con su horrible aspecto a los mortales, un hombre de Grecia (Epicuro) se atrevió el primero a levantar frente a ella sus perecederios ojos y a hacerle la guerra. A éste ni las leyendas sobre los dioses ni el rayo, ni el cielo con su amenazador bramido pudieron contenerle, sino que estimularon aún más el ardiente vigor de su espíritu en su deseo de ser el primero en romper los apretados cerrojos que obstruyen las puertas de la naturaleza. Así el vigoroso poder de su inteligencia triunfó y se adelantó más allá, con mucho, de las llameantes murallas del mundo recorriendo todo el universo con la fuerza del pensamiento. De donde como vencedor (Epicuro) nos da a conocer qué seres pueden y qué seres no pueden nacer, qué normas, en suma, determinan a cada cosa su poder y sus límites inmutablemente fijos. Por lo cual la superstición religiosa, sometida a sus pies, queda a su vez aplastada y a nosotros la victoria nos eleva hasta el cielo".

(Lucrecio: La naturaleza, I, 65-80)

Lucrecio, en el estremecedor poema La naturaleza, fue un profundo divulgador romano del pensamiento del griego Epicuro. Para éste, los dioses, si existen, no se inmiscuyen en los asuntos humanos, sino que viven aislados y alejados, a fin de no contaminarse.
La vida en la tierra, entonces, puede y debe prescindir del cielo. No lo necesita. Los ritos y las creencias son solo supersticiones con los que algunos hombres pretenden dominar a los demás. Fue Epicuro quien, según lucrecio, derrotó a los dioses (o a la imagen convencional que los hombres tienen de los dioses) liberando, así, a cada humano.

Este celebérrimo fragmento debería ser de lectura obligada en tantos países (Arabia Saudí, Malasia, Sudán, Irán, Palestina, Israel, Irlanda, algunos estados norteamericanos, etc.), tantas regiones, tantas ciudades (dels sants).

Luciano Emmer: Fellini presenta l´EUR



Luciano Emmer fue uno de los mejores documentalistas sobre arte. En este fragmento, Fellini escoge y presenta una obra maestra: el barrio del EUR en Roma.

El Museo del Louvre en París dedica a este cineasta, del que proyectan películas inéditas, las próximas Jornadas internacionales de películas sobre arte (20-24 de enero)

martes, 12 de enero de 2010

Los muros de Babilonia: Píramo y Tisbe (Ovidio)


Nicolás Poussin: Tíramo y Tisbe, 1651


Cuenta el historiador griego Herodoto que Semiramis (una reina mítica mesopotámica, basada en la reina asiria Samuramat que gobernó en Nimrud en calidad de regente de su hijo, el gran Adad Narari III, a principios del s. IX aC) fundó la ciudad de Babilonia y construyó sus muros de defensa vidriados.



Más tarde, el poeta augusteo Ovidio narró por vez primera el mito o la fábula de dos jóvenes amantes babilonios, Píramo y Tisbe, bajo el reinado de Semiramis, en uno de los contados textos "occidentales" basados explícitamente en una leyenda oriental o situados en una ciudad mesopotámica.



Se trata de uno de los mitos más célebres y hermosos (que todos los arquitectos deberíamos saber de memoria), interpretado reiteradas veces por la literatura (y la música) occidentales, en particular por Góngora y por Shaskepeare, quien transladó la acción a Verona, y bautizó a los jóvenes como Romeo y Julieta; retomó la historia en El sueño de una noche de verano. Hasta los mismos Beatles interpretaron esta leyenda.



Cuenta Ovidio cómo los padres de los jóvenes erigieron, literalmente, muros entre ellos para separarlos. La ciudad de Babilonia los aprisionaba y les impedía comunicarse. Las altivas paredes que Semiramis edificó eran cárceles, y fueron las grietas en aquéllas -símbolo de decadencia, de retorno a la naturaleza y la barbarie- las que les permitieron, entre murmullos susurrados entre los intersticios de los muros, salvar su soledad.



La ciudad, que debería defender la vida, era una tumba que mataba a Píramo y Tisbe.



Huyeron de Babilonia. Se adentraron en la selva. Se creyeron libres. Los estructuras arquitectónicas se hallaban a sus espaldas. Pero el hombre civilizado no puede vivir a la intemperie. El león, simbolo de la naturaleza indómita, acechaba. Un túmulo -la tumba de un difunto, Ninus, el esposo de Semiramis- los reunió. En el más allá.



Un cuento triste para leer antes de acostarse.












"El 28 de abril de 1964, The Beatles, basándose en El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, que incorpora el mito de Píramo y Tisbe por Ovideo, interpretaron una parodia de este mito en un programa de televisión llamado “Around The Beatles”. En ella, Paul McCartney interpreta a Píramo, John Lennon a Tisbe, George Harrison es el claro de luna y Ringo Starr el león".

De: http://esquifeherrumbroso.wordpress.com/2008/11/25/piramo-y-tisbe-por-the-beatles/




Píramo y Tisbe



(Ovidio: Metamorfosis, IV, 55-166)

"Píramo y Tisbe, el uno el más hermoso de los jóvenes, la otra la más destacada de las doncellas que Oriente produjo, tenían dos casas adosadas donde se dice que Semíramis había ceñido de murallas de ladrillo su elevada ciudad. La vecindad provocó el conocimiento y sus primeros encuentros, con el tiempo creció el amor; también se habrían unido por las leyes conyugales, pero lo prohibieron sus padres; lo que no pudieron prohibir: los dos ardían por igual con sus pensamientos cautivos. Lejos está cualquier cómplice, se hablan por gestos y señas y, cuanto más se oculta, más se abrasa el ocultado amor. La pared común a una y otra casa estaba hendida por una pequeña rendija que se había producido en otro tiempo cuando se construía; este defecto no evidente para nadie a lo largo de los siglos (¿de qué no se da cuenta el amor?) lo visteis por primera vez vosotros, enamorados, y lo convertisteis en camino de la voz; por él solían transitar seguras vuestras lisonjeras palabras en un murmullo apenas audible. A menudo, cuando estaban por esta parte Tisbe, por aquella Píramo, y mutuamente habían notado el aliento de su boca, decían: <>.




Hablando así desde lugares en vano separados, al llegar la noche dijeron <>, y cada uno dio a su parte besos que no llegaban al otro lado. La Aurora siguiente había puesto en fuga los fuegos de la noche y el Sol con sus rayos había secado las hierbas llenas de escarcha: se reunieron en el lugar acostumbrado. Entonces, tras lamentarse antes con suave murmullo de muchas cosas, se ponen de acuerdo para, en el silencio de la noche, intentar engañar a sus guardianes y salir de las puertas, y, cuando estén fuera de su hogar, abandonar también las casas de la ciudad, y, para no equivocarse al caminar por el extenso labrantío, reunirse junto al sepulcro de Nino y ocultarse bajo la sombra del árbol: cargado de frutos blancos como la nieve, un alto moral, muy cerca de la fresquísima fuente. Les agrada el acuerdo; y la luz que parecía alejarse con lentitud se precipita a las aguas, y la noche surge de las mismas aguas: Tisbe, tras haber girado el gozne de la puerta, sale cautelosa a través de las tinieblas y engaña a los suyos, y con el rostro cubierto llega junto a la tumba y se sienta bajo el árbol acordado: el amor la hacía audaz. He aquí que llega una leona, manchadas sus fauces espumeantes por la reciente matanza de unos bueyes, a aplacar su sed en el agua de la fuente cercana; la vio de lejos, a la luz de la luna, la babilonia Tisbe y con un temeroso pie se refugia en una obscura cueva y, en su huida, dejó abandonado el velo que había resbalado de su espalda.



Cuando la furiosa leona sació su sed con abundante agua, mientras vuelve al bosque, destrozó casualmente con su hocico ensangrentado el ligero velo encontrado sin su dueña. Píramo, que había salido más tarde, vio en el abundante polvo las certeras huellas de una fiera y palideció en todo su rostro; pero, cuando encontró además el velo teñido de sangre, dijo: <>. Coge el velo de Tisbe y lo lleva consigo a la sombra del árbol convenido y, después de que derramó lágrimas y dio besos a la conocida vestimenta, dijo: <<¡Recibe ahora también el sorbo de mi sangre!>> y hundió en sus ijares el hierro del que estaba ceñido, y sin tardanza lo sacó moribundo de la herida que bullía y quedó echado en tierra boca arriba: la sangre salta hacia lo alto, no de otro modo que cuando a causa del plomo deteriorado se rompe una cañería y por el pequeño agujero que rechina expulsa gran cantidad de agua y quiebra el aire con su golpeteo. Los frutos del árbol, con el rociado de la herida, adoptan un aspecto negro y la raíz, humedecida por la sangre, tiñe de color púrpura las moras que cuelgan.
He aquí que sin haber perdido el miedo, para no fallar a su amante, ella vuelve y busca con sus ojos y con su corazón al joven y desea ardientemente referirle cuántos peligros ha evitado; y al tiempo que reconoce el lugar y la forma en el árbol que ha visto, al mismo tiempo la hace vacilar el color del árbol: no está segura de si es ese. Mientras duda, ve que unos temblorosos miembros golpean el suelo ensangrentado y retrocedió y, adoptando un rostro más pálido que el boj, se estremeció como el mar que resuena al rozar su superficie una ligera brisa. Pero, después de que, al detenerse, reconoció a su amante, azota sus brazos que no lo merecen con sonoros golpes y, mesándose los cabellos y abrazando el cuerpo amado, llenó las lágrimas las heridas y mezcló su llanto con la sangre y, dando apretados besos al helado rostro, gritó: <>




Al nombre de Tisbe, Píramo elevó sus ojos pesados ya por la muerte y, al verla, los cerró. Ella, tras haber reconocido su velo y ver el marfil libre de la espada, dice: <<¡Tu mano y tu amor te han perdido, desgraciado! También yo tengo una fuerte mano para esto solo, también yo tengo amor: él me dará fuerzas para herirme. Te seguiré en la muerte y seré llamada la más desgraciada causa y compañera de tu muerte; y tú, que, ¡ay!, solo con la muerte podías ser apartado de mí, no podrás ser apartado con la muerte. Sin embargo, acoged las palabras de súplica de ambos, oh muy desgraciados padres míos y de aquel, que a quienes ha unido un certero amor, a quienes la última hora, no les quitéis ser enterrados juntos en la misma tumba. En cuanto a ti, árbol que ahora cubres con tus ramas el cuerpo digno de compasión de uno solo, inmediatamente serás cobertura de dos, retén las señales de la muerte y produce siempre frutos negruzcos y adecuados al luto, recuerdo de la doble sangre>>. Dijo y, tras haber dispuesto la punta bajo su pecho, se lanzó sobre la espada, que todavía estaba tibia de muerte. Sin embargo, sus súplicas alcanzaron a los dioses, alcanzaron a los padres: pues el color es el negro en el fruto cuando madura y lo que queda de sus piras descansa en una sola urna".

lunes, 11 de enero de 2010

Francesco Tristano Schlimé: Diálogos con Bach (Concierto)


CONCIERTO RECOMENDADO


Diàlegs amb Bach.


Concert-Recital a càrrec de Francesco Tristano


Divendres, 15 de gener 2010, a les 21 h.


Centre d’Art la Panera

Pl. de la Panera, 2. 25002 Lleida T. (+34) 973 26 21 85 lapanera@paeria.cat


A Diàlegs amb Bach Francesco Tristano treballa al voltant de tres obres de Bach -la partita nº 2, la Suite Francesa nº6 i els quatre duets- per a contextualitzar-les amb peces de tres compositors del segle XX i XXI -John Cage, Igor Stravinsky i el propi Tristano- amb la idea de que el públic pugui descobrir-les des d’una nova perspectiva.De formació clàssica, Francesco Tristano ha gravat varis discs de Frescobaldi, Bach, Ravel i Berio, aclamats per la crítica.Premiat amb diverses competicions musicals, Tristano ha tocat al Carnegie Hall de New York, la Filarmònica de Berlin, la Cité de la Musique de Paris, entre altres prestigioses sales del món, presentant programes originals que mesclen repertori clàssic amb creacions pròpies.La seva trajectòria transcorre juntament amb la seva projecció a l’escena electrònica internacional, amb la gravació de dos àlbums i dos singles amb l’exclusiu segell Francès Infiné. Actualment col·labora amb figures com el productor mexicà Murcof, el pioner del Detroit Techno Carl Craig, o el polifacètic Moritz Von Oswald.

EGIPTO ANTE GRECIA E ISRAEL: De la repetición a la variación



COMMENCER POUR TRANSMETTRE


"Pourquoi les cultures de la Grèce antique ou de l'ancien Israël continuent-elles d'irriguer la pensée contemporaine alors que les civilisations de l'Egypte (ou de la Mésopotamie) nous paraissent comme mortes, en tout cas étrangères et sans incidence réelle sur notre propre culture ?
Le grand égyptologue allemand Jan Assmann, dans un livre paru en 1992 et enfin traduit en français, tente d'apporter une réponse dont on devine qu'elle ne peut se réduire à des concepts simples. Cela explique l'importance de la première partie, consacrée aux fondements théoriques de la démarche, qui emprunte au sociologue français Maurice Halbwachs (1877-1945) les notions essentielles de "mémoire collective" et de "construction sociale du passé", à partir desquelles Assmann élabore les concepts de "figures-souvenirs", de "mémoire communicationnelle" ou de "mémoire culturelle".
Mais c'est de Lévi-Strauss que provient une autre idée-force du livre : l'opposition entre sociétés "froides", qui annulent "de façon quasi automatique l'effet que les facteurs historiques pourraient avoir sur leur équilibre et leur continuité", et les sociétés "chaudes", qui manifestent un "besoin irrépressible de changement".
Les trois cultures placées au centre du livre (même s'il aborde à l'occasion la Mésopotamie, les Hittites, la Perse, l'Inde ou la Chine) ont en commun d'avoir su constituer des collections de livres. C'est vrai de façon éclatante pour la Grèce ou pour Israël, mais l'Egypte n'en est pas dépourvue (avec cette particularité que son écriture est restée indéchiffrable pendant quatorze siècles, jusqu'à la découverte de Champollion en 1822). Pourtant, tandis qu'Israël (avec le canon des Ecritures fixé dès l'époque hellénistique) et la Grèce (grâce aux savants d'Alexandrie) entreprenaient de canoniser leur littérature non pour la figer mais pour la stabiliser et en faire une base assurée de commentaires, la civilisation égyptienne, à la même époque ou peu avant, canonisait son corpus textuel en le pétrifiant. Et ce au sens propre, dans le temple égyptien tardif, celui d'époque gréco-romaine, dont elle faisait, par l'architecture et le décor, la mémoire d'une tradition désormais immuable.
A la mémoire chaude des juifs ou des Grecs, pour qui l'injonction "souviens-toi" constitue à la fois un impératif de l'identité collective (sans mémoire, les juifs en exil à Babylone se seraient fondus dans les populations indigènes) et un point de départ pour une compréhension du passé et du présent, Assmann oppose la mémoire froide de l'Egypte, qui se borne à consigner. La mémoire chaude, qui est à l'origine de l'histoire, repose sur un lien indissoluble entre l'explication des événements et la notion de justice et de faute : la faute justifie le malheur, le succès découle du respect du contrat avec Dieu. Cette mémoire chaude n'a donc rien à voir avec les annales royales, égyptiennes ou assyriennes, qui enregistrent une chronologie pour établir des généalogies, non pour donner un sens à une histoire en mouvement.

"Figure-souvenir"

Si le lecteur peut peiner à lire la partie théorique, quoiqu'elle soit nourrie d'exemples concrets toujours éclairants, les quatre chapitres de la seconde partie, plus directement consacrés aux trois civilisations, emportent la conviction, tant ils abondent en formules justes et frappantes. Assmann met en évidence combien l'Egypte a canonisé ses arts figuratifs et leur grammaire "au service de la répétabilité, non de la prolongeabilité (c'est-à-dire de la variation maîtrisée des règles)". C'est ainsi que "tous les grands temples construits durant la période gréco-romaine peuvent être vus comme les variantes d'un type unique dont le temple d'Horus à Edfou serait la réalisation la plus complète". Or le plan de ces temples traduit un profond sentiment de menace, qui s'exprime ailleurs, dans les textes tardifs, par une xénophobie exacerbée. Dans le même temps, l'écriture hiéroglyphique, écriture sacerdotale aussi ésotérique que le savoir qu'elle codifie, conduit à une cléricalisation de la culture, à sa sacralisation. C'est certes par ce moyen que l'Egypte, seule région du Proche-Orient hellénisée, a pu survivre à la "rupture culturelle majeure provoquée par l'hellénisation", mais elle n'a pas su fonder sur cette tradition canonisée une culture exégétique qui aurait permis de lui conserver un sens jusqu'à aujourd'hui.
Il en va tout autrement d'Israël et de la Grèce, même si leurs exemples diffèrent largement sur des points essentiels. Israël a créé "la religion au sens fort", estime Assmann, qui se dresse telle un "mur d'airain" entre le peuple et les cultures environnantes. La religion devient résistance, et le passé, réel ou supposé - ce qu'Assmann nomme une "figure-souvenir" - fonde la mémoire collective. Mais l'historiographie ainsi constituée ne vise pas à fournir de simples points de repère dans la succession répétitive du temps, elle est chargée de sens ; elle "se sémiotise, cesse d'être triviale". "Les événements sont des manifestations de la puissance divine", qui peut se traduire aussi bien par le châtiment que par le salut. C'est de cette façon que naît en Israël une histoire charismatique, où tout ce qui advient "devient lisible à la lumière de (...) l'alliance" conclue entre Dieu et son peuple. L'histoire n'est pas simple curiosité, elle "relève du travail civilisateur opéré sur l'homme".
Si Israël apporte un élément fondamental (le souvenir sémiotisé), les Grecs introduisent nombre de nouveautés essentielles. Eux aussi eurent le souci de canoniser des textes, c'est-à-dire de les stabiliser, mais chez eux point d'écritures saintes : comme l'observait déjà Flavius Josèphe au Ier siècle de notre ère, alors que les juifs se contentent de 22 livres "qui contiennent les annales de tous les temps" et sont cohérents entre eux (du moins le croit-il), les Grecs disposent d'innombrables livres qui se contredisent.
Or c'est bien de cette polyphonie discordante que naît une pratique fondamentale aux yeux d'Assmann pour qu'une culture reste vivante : l'hypolepse. Sur un corpus de textes stabilisés (chaque lecteur a sous les yeux le même texte d'Homère, de Platon ou d'Euripide), chacun introduit le doute que lui inspire sa propre recherche de la vérité. Les textes, contradictoires, invitent en quelque sorte à la joute, à l'agôn, notion centrale dans l'hellénisme : on entre dans une culture du conflit, une "intertextualité agonistique" pour reprendre une expression d'Heinrich von Staden. En ce sens, le discours "hypoleptique" consiste à repartir de ce qu'ont dit les prédécesseurs afin d'approcher la vérité, avec la conscience de l'impossibilité de pouvoir jamais y parvenir.
On est ici aux antipodes de la conception égyptienne, où l'écrit est ancré "dans les institutions de la cohérence rituelle, dont le principe est la répétition, non la variation disciplinée". A partir de la tradition canonique, Israël et les Grecs ont fondé le commentaire, l'Egypte la vénération rituelle. Là sans doute repose toute la différence".


Maurice Sartre

LA MÉMOIRE CULTURELLE. ECRITURE, SOUVENIR ET IMAGINAIRE POLITIQUE DANS LES CIVILISATIONS ANTIQUES (DAS KULTURELLE GEDÄCHTNIS) de Jan Assmann. Traduit de l'allemand par Diane Meur. Aubier, "Collection historique", 372 p., 30 €.


Crítica publicada en Le Monde, viernes 8 de enero de 2010, p. 10

Templos



Templo egipcio


Templo cristiano

Estupa budista




Los templos pueden ordenarse en función del tipo de religión a la que atienden. Habitualmente, se distinguen entre los templos de cultos politeístas y los de ritos monoteístas.
Los primeros son la morada de una o varias divinidades (representadas, en general, por sus estatuas de culto, que son el cuerpo terrenal del espíritu divino que se muestra a través de las imágenes o efigies): el ser humano, salvo los sacerdotes y los monarcas -que median entre los hombres y los dioses- tiene vetada su entrada.

En algunos casos, incluso, el templo es la divinidad personificada. Desde luego, el santuario es un organismo habitado, animado. Su forma reproduce generalmente el cíclico tránsito celestial de las divinidades, representadas, en este caso, por cuerpos astrales. Así, el la disposición del templo egipcio dibuja y rememora el movimiento del sol.

Los altares suelen disponerse fuera del templo, frente a la fachada: del mismo modo que los manjares son presentados ante el comensal en un banquete, los sacrificios son ofrendados sobre las mesas ante el cuerpo de la divinidad que es el edificio.

Los templos de las religiones monoteístas (zoroastrismo, cristianismo, judaismo, islam) también son moradas, pero no pertenecen a la divinidad sino a los fieles: son casas comunales, lugares de encuentro entre los humanos y las potencias celestiales. La elección de la tipología basilical -la forma de los edificios públicos romanos- para las iglesias primitivas y, posteriormente, renacentistas, es una prueba de la función del templo cristiano. Se trata de un espacio sagrado, no porque la divinidad more en él, sino porque enmarca el cruce de miradas entre el hombre y el dios que se le aparece, la audición del verbo divino, la visión o lectura de su nombre. La disposición favorece -y simboliza- el viaje iniciático del hombre que avanza hacia su dios.

Existe un tercer tipo de santuario: el que atiende a religiones sin divinidades. Así, el budismo es una religión para la cual dios no existe (o cuya existencia no se plantea, o no plantea dudas o preguntas; dios no es tema de preocupación): el universo vive sin necesidad de un motor sobrenatural, sin haber sido creado en un momento dado, en el inicio de los tiempos.

El templo budista, entonces, no es la casa de una divinidad inexistente (Buda no es un dios sino un mediador), ni de los fieles, ya que éstos no necesitan espacio alguno para hallarse con quien no se concibe. Por este motivo, el templo budista es macizo interiormente: no posee espacio interior; es impenetrable. Solo puede ser rodeado, por fuera.
En ocasiones, es cierto que el hombre puede acceder en una parte del interior: pero el único espacio transitable es un pasadizo que rodea un centro monolítico, coronado por una cúpula vertical también maciza. Dado que Buda es un guía que ilumina (Buda significa Iluminado), cuatro estatuas, orientadas según los puntos cardinales, se disponen alrededor del bloque central a fin de orientar al humano cuando, literalmente, da vueltas alrededor de la nada, de la figuración de un misterio: un bloque pétreo en el que nada puede verse, y sobre el que, o al que, solo se le puede dar vueltas, física y mentalmente. El templo budista es un mecanismo que hace pensar, volviendo una y otra vez sobre lo mismo.

Hegel ya asoció la lejanía divina egipcia (aunque no la inexistencia de ésta) con el hermetismo de la pirámide, pero no podía saber aún (estamos a principios del s. XIX, cuando la egiptología apenas ha comenzado) que la pirámide no es un templo sino una tumba. La radical novedad del templo budista, entonces, se mantiene.
Posiblemente, sea la pagoda budista la arquitectura sagrada más útil para el ser humano: le ayuda a superarse, sin adoctrinarlo. La iluminación no es física (no hay luz en el templo) sino espiritual: solo ilumina a quien la busca.

sábado, 9 de enero de 2010

Adam Elliot: "Mary and Max" (1988)




Un hermoso cuento, triste como todos los cuentos hermosos, entre Melbourne y Nueva York, con las ciudades y los interiores como protagonistas.
"Clicad" en la dirección electrónica citada para ver la película de animación.