jueves, 10 de junio de 2010

Pete Seeger: Little Boxes (1962)



Little boxes on the hillside,
Little boxes made of ticky tacky,1
Little boxes on the hillside,
Little boxes all the same.
There's a green one and a pink one
And a blue one and a yellow one,
And they're all made out of ticky tacky
And they all look just the same.

And the people in the houses
All went to the university,
Where they were put in boxes
And they came out all the same,
And there's doctors and lawyers,
And business executives,
And they're all made out of ticky tacky
And they all look just the same.

And they all play on the golf course
And drink their martinis dry,
And they all have pretty children
And the children go to school,
And the children go to summer camp
And then to the university,
Where they are put in boxes
And they come out all the same.

And the boys go into business
And marry and raise a family
In boxes made of ticky tacky
And they all look just the same.
There's a green one and a pink one
And a blue one and a yellow one,
And they're all made out of ticky tacky
And they all look just the same.

La victoria de la estética

martes, 8 de junio de 2010

Chris Burden (artista y arquitecto): antología





Aunque hoy el artista y arquitecto Chris Burden pinta bodegones, hubo un tiempo, en los años setenta, que practicaba acciones que no dejaban indiferente: ponía a prueba espacios opresivos, cerrados, o mostraba la ilusoria sensación de libertad que los espacios abiertas urbanos brindan (atados, crucificados al coche, sin el cual la ciudad no se recorre, lejos ya del "flâneur", el paseante urbano, desocupado y despreocupado, decimonónico, descrito por Baudelaire), y se ponía a prueba.

Así, pedía que le disparan a un brazo, de cerca, en una estancia (su acción más conocida), se hacía crucificar sobre el capó trasero de un Volkswagen -el "vagón o vehículo del pueblo" ideado por la Alemania nazi- y recorría algunas avenidas de Los Ángeles (antes de desaparecer tras las puertas celadas de un garaje, como si de una milagrosa aparición, a plena luz, se tratara), se arrastraba desnudo sobre un lecho de cristales rotos que cubría el suelo de una habitación, se pasaba tres semanas durmiendo o estirado en una cama en una galería de arte (el espacio se reducía hasta los límites del cuerpo, y se ofrecía a sí mismo como una mercancía que debía ser cuidada, alimentada), se aislaba cinco días en una taquilla, cerrada con llave, de una consigna (la morada como nicho, y el humano como un objeto abandonado), se cubría con un saco de tela gruesa con la apertura bien anudada, abandonado en medio de un carril de una autopista saturada de tráfico, etc.

Este documental recoge estas "míticas" intervenciones, definidas como artísticas (interrogan el presente) por la voluntad del artista

www.soymenos.net/burden.pdf


Villa

Madrid es una villa. Este término, habitualmente, se aplica a poblaciones pequeñas. Sin embargo, en este caso denomina a una ciudad.
Mientras, en francés, "ville" significa "ciudad", aunque está emparentado con "village": pueblo.

Villa, ville y village derivan del latín vicus: barrio urbano, pero también pueblo. De vicus procede vicinus: vecino, y también próximo: nombra a una persona cercana o que está cerca. Una villa es una gran comunidad de vecinos, de seres próximos, que están y se sienten próximos.

Los tres términos antes citados también están emparentados con el latín villa: casa de campo. Estamos situados, entonces, a medio camino entre la urbe y el campo. Desde luego, en un espacio controlado por el ser humano, "doméstico": Vicus deriva del griego oikos, casa (y del sáncrito veça, que también significa casa).

En la Edad Media, el sustantivo latino villa se asoció al adjetivo vilis y al sustantivo vilitas: bajo precio (o de bajo precio), barato, ordinario.

Ordinarios, viles eran los pueblerinos, los habitantes de las villas (pueblos y ciudades); es decir, no eran nobles, no eran como los nobles, siempre asentados en sus castillos y posesiones aisladas. La nobleza se asociaba a la exclusividad, al retraimiento, la falta de contacto con los viles "burgueses". Por el contrario, la villa favorecía -y exigía- la vida en común. Turbia mezcla que envilecía, pues hacía saltar los límites entre castas (los verbos vilito y vilifico, en latín, significan, precisamente envilecer; vilesco alude a la pérdida de valor. Vile es un adverbio latino que se traduce por desvalorizado o sin valor). Lo común, que en Grecia, era la característica positiva o benéfica de la ciudad (puestas en común de bienes e ideas, compartidos) era, aquí, repudiado. Reaparecía la condena bíblica de la ciudad, cuna de los males. La villa estaba poblada de villanos, término en el que lo vulgar, la ordinariez, era sustituido por la maldad. Vilain, en francés, pronto cesó de nombrar a un habitante de la ciudad, para significar feo y malvado: ética y estética se unían en su rechazo del mundo urbano. Después de todo, la Biblia contaba que la ciudad fue un invento cainita.

Una villa, por tanto, es una agrupación de seres que no son nobles: que no tienen, pues, nada propio que defender, salvo la comunidad que forman. La noción de aristocracia (aristos, en griego, significa mejor, superior) no combina con la de ciudad. Es necesario estar abajo de todo -y no situado en las alturas- para compartir. Pues solo se comparte (bienes, ideas, vidas) cuando se está necesitado, cuando nos sentimos faltos de algo, sentimos que algo nos falta, y tendemos la mano, pidiendo ayuda: algo que otro, el otro puede aportar. Lo único que se halla completo es la propia comunidad. Aislados, quienes la constituyen son imperfectos, como bien explica el mito aristofánico de Eros, contado por Platón. Solo porque no somos o estamos completos, nos unimos hasta formar una comuna. Una ciudad, ciertamente, es un conjunto de seres desamparados, inseguros. Necesitados de estar juntos.

Tom Waits: In the Neighbourhood (1983)



Canción sobre el espacio cívico recomendada por Rubén Navarro